Che Guevara, su vasta cultura

Texto que resume con exactitud muchos ejemplos de lo anterior es “Evocando al Che”, de quien fuera su compañera en el combate y en la vida Aleida March. Ella nos recuerda, entre otros hechos, la vinculación temprana del Che al triunfar la Revolución en el impulso de distintas manifestaciones artísticas. Así fue cuando creó la revista “Cabaña Libre”, con trabajos de carácter cultural, concretando la presencia, en la Cabaña, de figuras importantes como la de Nicolás Guillén entre otros, para celebrar encuentros con la amplia guarnición que allí se asentaba.

Con la construcción de la Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos en plena Sierra Maestra, y a la que él asistía periódicamente para realizar trabajos voluntarios, el Che vio cumplido uno de sus grandes sueños en cuanto a sus principales proyecciones acerca de la educación y la cultura.

Desde el primer año de la Revolución se va a apreciar en el Che su vinculación con instituciones culturales como fueron la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo, y posteriormente, con la Casa de las Américas. La primera se caracterizó por tener en su seno lo más avanzado de las ideas y el enfrentamiento a la dictadura batistiana. Allí ofreció la conferencia titulada “Proyecciones del Ejército Rebelde”. En dicha conferencia, y según recuerda Aleida March el Che “intentó un análisis en el que trató de acercarse a un enfoque marxista, hasta donde la situación del momento lo permitía«. Ese fue el preámbulo de lo que más tarde conformaría su legado teórico.

Catalogado por Aleida March como un lector muy voraz, añade que “entre sus libros preferidos se encontraba El Quijote que había leído más de seis veces, y el Capital al que consideraba un monumento del saber humano”.

En la vida del Che es de subrayar como desde su adolescencia se inclina por la filosofía redactando en 1945 un incipiente diccionario filosófico, hasta completar seis cuadernos, con una versión ampliada en México, entre 1954 y 1956, lo que consta en la cronología del Centro de Estudios sobre el Che.

Como marxista, lo cual no dejó de constatarse desde los días en que se unió a los preparativos de la expedición del Yate Granma, en México, además de abrazar esa teoría científica fue más allá en los años iniciales del triunfo revolucionario. Con el compañero Armando Hart sostenía amplias conversaciones de carácter filosófico. A él le mostraba, según Aleida, su proyecto para elaborar un Manual de Filosofía acorde con la cultura marxista que debía alcanzar nuestro pueblo y que se adaptara, además, al resto de los países subdesarrollados.

Y es que el Che no perdía tiempo alguno, el cual robaba al descanso, a veces leyendo, escribiendo o discutiendo con sus más cercanos colaboradores en horas de la madrugada o en viajes largos. Entusiasmaba a otros a leer determinadas obras. Así lo hizo con El Siglo de las Luces, de Alejo Carpentier, a la que consideraba “una de las mejores novelas que he leído en mi vida”. Leía, entre otros autores, a Jean – Paul Sartré y sus títulos “La edad de la razón” y “el ser y la nada”.

Con su vasta cultura el Che hacia brotar el interés marcado para que sus colaboradores más cercanos conocieran a profundidad ejemplos cimeros de la literatura latinoamericana. Lanzaba preguntas intencionadas como: díganme ustedes si han leído a Pablo Neruda. Automáticamente venía de él una explicación, pero con otras preguntas sobre el poeta chileno. Decía, “es un comunista chileno muy identificado con todos los problemas de los explotados en el mundo, comparándolo con Martí y Rubén Darío los que también le daban a su literatura un contenido social y político.

Su inclinación por la poesía a mayor escala, lo demostró en los versos que envió a su esposa cuando ya estaba muy próximo a cumplir con su nueva y última misión internacionalista: Bolivia.

Parte de sus libros de los más variados temas quedaron como tesoro incalculable, no solo por su contenido, si no por la selección de los mismos que él hiciera, en la biblioteca de su hogar. A su esposa le había dicho: “Cuando arranque te dejaré unos libros y notas, guárdalos. Me he acostumbrado tanto a leer y estudiar que es una segunda naturaleza y hace más grande el contraste con mi aventurerismo”.

A ella le escribió: “ se acabó el pasado, soy un futuro en camino”.

Grabados en su voz, dejó a su esposa distintos poemas como fueron: Farewell y Veinte poemas de amor y una canción desesperada de Pablo Neruda; Piedra sobre Piedra y los Heraldos Negros, de César Vallejo; La sangre numerosa y El Abuelo, de Nicolás Guillén así como La pupila insomne, de Rubén Martínez Villena.

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