Cifras que hablan: no tenemos pacientes con Covid-19 en nuestras terapias intensivas

Y si para algunos le pareciera normal en las condiciones de nuestro país, digamos que es otro ejemplo de cuánto se puede hacer con voluntad y gestión gubernamental junto a muchas instituciones, y de la capacidad de convertir los escenarios más complejos en retos para no solo aprender, sino también para vencer los obstáculos.

Los números hablan porque se traducen en vidas salvadas y mayor efectividad en el tratamiento clínico a los enfermos, en un contexto epidemiológico internacional donde el número de fallecidos en el mundo supera la espeluznante cifra del millón 350 mil 700 personas. Solo en la región de las Américas, uno de los epicentros de la COVID-19, la letalidad supera la media del planeta con 2,86.

Que el país mantenga sus salas de terapias intensivas sin pacientes críticos ni graves con la COVID-19, significa que se dispone de toda la capacidad de camas como reserva ante momentos más adversos, también que nuestro personal médico y de apoyo pueda tener un mayor tiempo de recuperación, y es una muestra de que la eficacia de nuestros protocolos de anticipación, innovadores y con una carga tremenda de sabiduría nacional.

Compararse con el resto del planeta en cuanto a lo alcanzado en la prevención y el control a la pandemia, no solo es un medidor, sino que demuestra las posibilidades del sistema de salud cubano, en medio de tergiversaciones a nivel internacional por medios adversos a nuestro país que intentan desvirtuar un resultado que está incluso por encima de muchas naciones del primer mundo.

Ya hemos expresado en ocasiones anteriores, que tenemos la singularidad de no tener fallecidos por COVID-19 entre los grupos de embarazadas, niños y adolescentes.

Cuando en el resto del planeta crece exponencialmente el número de contagiados – son los casos de Estados Unidos y Europa- y muchos gobiernos agotan fórmulas para la contención de la enfermedad, Cuba sigue apostando por la mejor herramienta posible que es potenciar la percepción de riesgo entre su población junto con el rigor y la exigencia en el cumplimiento de todas las medidas sanitarias, en el orden de la prevención, y el fortalecimiento de la atención primaria de salud para identificar tempranamente casos positivos con el Sars-Cov-2 y evitar que algún paciente llegue a crítico o grave. Ha sido una enseñanza durante estos más de ocho meses.

Mientras Cuba regresa a las dinámicas de su desarrollo económico y social, en un escenario distinto, retador pero también donde hay que respetar nuevos códigos de vida, la labor de prevención y control epidemiológico continúa siendo garantía para preservar la vida y mantener sostenibilidad en el enfrentamiento a la COVID-19. 

Y nadie piense que en aquellos territorios donde la intensidad de la transmisión es baja o casi nula, no se continúa hurgando desde las muestras de PCR en la búsqueda de casos positivos. El país se ha mantenido por encima de las 8 mil pruebas diarias, aunque las refuerza en las provincias más complejas, pero a su vez, impulsa estudios poblacionales en grupos más vulnerables para profundizar o detectar posibles enfermos asintomáticos. 

Como se ha dicho, el Control Sanitario Internacional en fronteras en la nueva normalidad y ante el creciente número de visitantes que provienen del extranjero, se ha organizado con mucho rigor, con la realización de pruebas que se reiteran al quinto día, y en el que la responsabilidad familiar, individual y comunitaria son más imprescindibles que nunca para respetar el aislamiento previsto.

Por eso tres días consecutivos sin pacientes graves ni críticos nos llena de orgullo, porque detrás de ese resultado está el esfuerzo de muchas personas por salvar vidas.

 

 

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