Colombia, la paz violenta

Las estadísticas oficiales de la policía colombiana ofrecen una cifra menor de víctimas, pero no más tranquilizadora para una sociedad que se mantiene en vilo por esta paz violenta al puro estilo de Macondo.

Estos datos indican que desde la firma de los acuerdos entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las insurgentes Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, en noviembre de 2016, murieron en ataques violentos 178 activistas.

En los primeros días de esta semana otros dos dirigentes comunitarios murieron por ataques de desconocidos armados, uno de ellos en el municipio del Cauca, que figura entre los más convulsos del país.

Como en casos anteriores, los cuerpos tenían señales de tortura, otro elemento inquietante en la ola de ataques contra líderes sociales.

Pero no se trata de los únicos riesgos que se viven en Colombia, donde la extrema derecha retornará al poder de la mano de Ivan Duque, ahijado político del expresidente Álvaro Uribe, calificado en la nación sudamericana como el padre del paramilitarismo.

Ya se sabe que muchos de los acuerdos firmados con las FARC serán vaciados de contenido por las futuras autoridades, lo que dejará en el limbo a cuestiones como la justicia transicional, la investigación de los excesos cometidos durante el conflicto y la no repetición, así como la incorporación a la vida civil y política de los antiguos combatientes rebeldes.

Más aún, esta semana comenzó con la noticia de que varios periodistas colombianos recibieron amenazas de muerte, lo que también es preocupante porque en ese país el gremio ha sido blanco de ataques criminales durante las últimas décadas.

La columnista de la revista Semana, María Jimena Duzán y varios comunicadores de Radio Caracol y del portal de información y análisis La Silla Vacía, recibieron intimidaciones de grupos irregulares, como las denominadas Águilas Negras, vinculadas con organizaciones paramilitares de extrema derecha.

Numerosas organizaciones sociales y medios de comunicación se dirigieron a las autoridades para que se investigue el origen de las amenazas y se resguarde la vida de los periodistas.

En este ambiente donde lo que menos se respira es la paz, se mantienen en vilo las conversaciones con el segundo grupo insurgente más grande del país, el Ejército de Liberación Nacional, atrapadas en la tierra de nadie del cambio de gobierno.

Cunden, pues, la incertidumbre y el temor por lo que pueda venir en Colombia, donde más de la mitad de sus habitantes nacieron, crecieron y viven bajo el tronar de los tambores de la guerra, sonido tenebroso que no parece tener pronto final.

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