Con cada reto es mayor la responsabilidad

La mayor parte de nuestro territorio transita por una nueva normalidad, que si bien su calificativo lo deja claro ¨nueva¨, no puede ser como antes de la llegada del SARS-CoV-2, y por eso existen barreras de protección que no podemos evadirlas para entonces hacer realidad la convivencia en condiciones diferentes, distintas por el escenario natural que nos rodea, pero igual por los propósitos que perseguimos en el orden económico y social.

Luego de varios meses de duro enfrentamiento a la COVID-19, son pocas las naciones que se han propuesto reinventarse, sin perder su esencia, para cualitativamente proponerse metas superiores en su desarrollo integral, cambiar todo lo que deba ser cambiado y fortalecerse, y ese es el caso de Cuba que impulsa su Estrategia de Desarrollo Económica y Social, teniendo como claves la ciencia y la tecnología, la informatización y la comunicación como herramientas del gobierno, y el desarrollo territorial como epicentro para materializar esa estrategia.

Llegamos a la nueva normalidad y el país ha abierto sus fronteras. Lo hizo gradualmente, evaluando cada escenario y sobre todo, incorporando procedimientos y códigos para la protección de la vida humana y en el propósito de mantener sostenibilidad en el control de la pandemia.

Existe una mayor movilidad ahora, tras un largo período de natural restricción de movimiento en picos de la enfermedad que nos permitió control eficiente de cada nuevo brote y formas de actuar insertados en los protocolos nacionales y donde tiene participación no solo el sistema de salud primaria, con la atención primaria al frente y el aporte de nuestros científicos, sino como elemento primordial nuestra población.

Entonces, se abrieron igualmente de forma paulatina nuestros aeropuertos, en la medida que cada indicador territorial cumplía los requisitos, lo que llevó asimismo una preparación previa y la creación de todas las condiciones necesarias para consolidar normas de bioseguridad a pasajeros y personal de las terminales aeroportuarias; se reiniciaron los viajes de ómnibus interprovinciales con todos los requisitos posibles incluidas las condiciones creadas en nuestras terminales, e igualmente comenzó el ingreso de turistas al país, un reconocimiento a los resultados de Cuba frente a la pandemia, y más recientemente viajeros residentes o no en nuestro país. 

Progresivamente, Cuba ha vuelto a su nueva normalidad. Y nadie puede negar que es un triunfo, que se convierte en desafío cuando sabemos que el virus aún circula, pero es posible convivir con el mínimo de riesgo posible.

Es entonces cuando esa percepción de riesgo no debe abandonarnos en el camino, ni el momento para darle espacio al exceso de confianza en nuestro actuar cotidiano, todo lo contrario.  

Es momento de acentuar las medidas que son parte de nosotros mismos, el uso del nasobuco, el lavado de las manos constantemente, practicar el distanciamiento social y evitar desde nuestras familias, que aquellos seres queridos que se rencuentran en la Patria, rompan la disciplina establecida cuando deben esperar el tiempo previsto para saber el resultado de un PCR que no solo lo va a proteger, sino también a sus familiares, amigos, a todos.

Convivir con la COVID-19 significa ser responsable en todo momento, no desafiar las casualidades, porque el virus no tiene rostro, y si ahora tenemos control sobre la intensidad de su transmisión, sabemos que la vida demuestra con ejemplos negativos que cuando dejamos de hacerlo, la enfermedad nos pasa la cuenta.

La responsabilidad individual, familiar, colectiva e institucional no es algo abstracto, es una práctica cotidiana, eso nos garantiza la sonrisa, que equivale a decir la vida.

 

 

 

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