Dorticós Torrado, el abnegado compañero

El siglo XX cubano, además del logro de la plena soberanía nacional, fue portador de un proceso transformante en que la independencia se dio la mano con un proyecto de justicia social que, solamente la inspiración socialista y un liderazgo sólido con la unión de todas las fuerzas sanas y patriotas de la sociedad, podría hacer posible.

La Revolución Cubana, desde su génesis, se abrió al mundo con espíritu amistoso, solidario y colaborador. No obstante, su ejemplo puso en peligro la política estadounidense hacia América Latina, subcontinente tratado con desprecio como un traspatio inferior que solo les servía para apropiarse sus recursos y manipular a los gobernantes de turno.

En la noche del 17 de julio de 1959, el abogado cienfueguero Osvaldo Dorticós Torrado fue propuesto para ocupar el cargo de Presidente Provisional de la República, el que poco antes abandonó Manuel Urrutia Lleó, hombre que apoyó la causa del Moncada y la Guerra de Liberación, pero no asimiló el momento histórico vivido por su país, y desde su cargo frenaba las leyes de beneficio popular. Con la aprobación del pueblo fue investido como Presidente el compañero Dorticós Torrado, y por unánime reclamo de todos los cubanos Fidel regresó a ocupar la carteta de Primer Ministro a la que había renunciado al discrepar del proceder conservador del expresidente Urrutia.

La llegada del Dr. Osvaldo Dorticós Torrado (Cienfuegos, 1919 – La Habana, 1983) a la Presidencia consolidó más el camino reivindicador de la nación cubana hacia un orden que priorizó, como hasta nuestros días la soberanía, la justicia social, el bienestar de todo el pueblo humilde y trabajador y un desarrollo económico que sustentara cada una de las nuevas conquistas. La historia ulterior todos la conocemos: a medida que el imperialismo estrechaba el cerco, la Revolución se radicalizaba más para garantizar su existencia como garante de la redención nacional.

Dorticós Torrado, el nuevo Presidente provisional de la República, fue un hombre de entereza y dignidad a toda prueba; revolucionario poseedor de un rico aval de lucha. Antes de ocupar la Presidencia fungió como Ministro de Ponencia y Estudio de Leyes Revolucionarias, posición desde la cual se identificó con la implementación de todas las medidas de beneficio popular implementadas a partir de la alborada de enero. Hombre de modestia extrema, desde su nombramiento declaró que no quería vivir en Palacio.

En los años de lucha contra la tiranía batistiana se enfrentó al cuartelazo de marzo del 52, luchó en la clandestinidad y más de una vez fue detenido. Llegó a ser coordinador del Movimiento “26 de Julio” en Cienfuegos y después del Levantamiento Popular del 5 de septiembre en la Perla del Sur resultó detenido hasta ser excarcelado por gestiones del Colegio de Abogados, y tuvo que marchar al exilio.

El compañero Osvaldo Dorticós Torrado, además de la Presidencia Provisional de la República, se desempeñó en responsabilidades diversas asignadas por la dirección de la Revolución, entre ellas al frente de la Junta Central de Planificación.

Con el advenimiento del proceso de institucionalización en 1976, cesó el carácter provisional del Gobierno Revolucionario y nuestro líder eterno Fidel Castro resultó electo Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros. El compañero Dorticós, diputado a la Asamblea Nacional y miembro del Comité Central y del Buró Político del Partido Comunista de Cuba, fue designado por la Asamblea Nacional para el cargo de Vicepresidente del Consejo de Ministros y miembro del Consejo de Estado, cargos que se le ratificaron en 1980, cuando además se le nombró Ministro de Justicia. Atendía, también, todo lo concerniente al trabajo del Comité Estatal de Normalización y el Sistema de Órganos de Arbitraje. En todas las tareas que se le asignaron dio pruebas como trabajador incansable y consagrado a sus responsabilidades, dotada de plena lealtad a Fidel, el Partido y la Revolución.

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Hace 35 años, el 23 de junio de 1983, con su salud deteriorada debido a un tortuoso padecimiento de la columna vertebral que no le daba tregua; dolor sumado a la reciente pérdida de su compañera de toda la vida, María Caridad Molina, Osvaldo Dorticós Torrado puso fin a su existencia.

Su adiós a la vida – por voluntad propia – con solo 64 años de edad, no da lugar para que juzguemos el hecho en sí; tomemos en cuenta ante todo la entrega que desde joven hizo a su país y a la Revolución. Las altas responsabilidades ejercidas disciplinada y rigurosamente, a pesar aun de un implacable padecimiento que lo hacía presa de un dolor físico y espiritual agudo e irresistible.

A treinta y cinco años de su muerte asumamos de él su vocación revolucionaria y la firmeza con que dijo sí a los reclamos que el deber le reclamó en todo momento. Para el inolvidable compañero Osvaldo Dorticós Torrado, hoy y siempre, honor y respeto.

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