El bloqueo, un acto de guerra (+Audio)


“Cuando regresamos del aeropuerto vomitó el desayuno y al poco rato me dijo: ¡Ay!, me caigo. A las 10 de la noche de ese mismo día le repitió el mareo y regresamos al hospital. Decidieron ingresarla. A media noche le pedí que durmiera y me dijo que no porque se iba a morir. Antes de cerrar los ojos me dio un beso muy frío y me pidió que no le soltara la manito. Como a las dos de la madrugada su mano comenzó a perder fuerza dentro de la mía. Cuando la miré estaba moradita. Poco después se me murió. A los seis meses, producto de esto, el padre se murió. A él le atacó el corazón”.

Narrada por el joven Raúl Palmero, esta es la crónica de Silvia Torres, madre de Ernestina Oñate, niña de 12 años fallecida a causa del dengue hemorrágico, introducido en Cuba deliberadamente por el Gobierno de Estados Unidos como parte de una guerra biológica que cobró la vida a 158 ciudadanos cubanos y a 101 menores de edad.

En medio de este contexto, el Departamento de Estado de los Estados Unidos demoró la autorización y venta a Cuba de los insecticidas y medios de fumigación que debían utilizarse para combatir esa epidemia. Cuba tuvo que adquirirlos en terceros países con un costo adicional y su crucial demora, lo cual tuvo implicaciones fatales. 

Durante el enfrentamiento a la COVID-19, el bloqueo ha significado para la mayor de las Antillas una lucha contra dos pandemias. Así lo ejemplifica el joven Palmero, quien se desempeña como asesor jurídico de la Empresa Antillana de Acero.

“En todos los ámbitos de la sociedad afecta el bloqueo. Yo provengo del sector metalúrgico, donde el principal rublo exportable son las palanquillas de acero. La imposibilidad de acceder al mercado estadounidense nos ha causado perjuicios, puesto que el precio de ese producto allí es superior con respecto al de otros mercados”.

“Entre 2019 y 2020 se exportaron un total de 52 mil 600 toneladas, si estas se hubieran destinado al mercado estadounidense nuestros ingresos se hubiesen incrementado en 526 mil dólares, con un efecto positivo sobre la calidad de vida de nuestros trabajadores”.

Graduado en Derecho, Palmero advierte que llamarle embargo a este engendro político-jurídico resulta un eufemismo lingüístico y conceptual. El embargo es una medida precautoria de carácter patrimonial, emitida por autoridad competente con el fin de asegurar una obligación contraída legítimamente. Las acciones ejercidas contra Cuba por el Gobierno de Estados Unidos no califican como tal.

Por otra parte, el aislamiento, la asfixia y la inmovilidad a la que someten a Cuba sí tipifican como un bloqueo y ha sido definido, según la Conferencia Naval de Londres de 1909, como un acto de guerra. Razones suficientes para afirmar que el bloqueo es real, no solo en su contenido sino en sus efectos concretos.

“La verdad es que nos bloquean porque Cuba defiende y muestra al mundo un sistema alternativo de equidad y justicia social cuyo ejemplo, a pesar de las limitaciones económicas, resulta demoledor, y eso no lo pueden permitir”.

“Nos bloquean porque no soportan la mera idea de nuestra existencia, porque Cuba ha sido firme y no ha mostrado temor en el momento de defender su soberanía. Si el sistema es tan malo e ineficiente como lo pinta el imperialismo yanqui, ¿qué necesidad hay de bloquearlo?”.

Son las mismas sentencias de Fidel, el líder histórico de la Revolución cubana, en aquel abril de 1961: “lo que no pueden perdonarnos los imperialistas es que estemos aquí, lo que no pueden perdonarnos los imperialistas es la dignidad, la entereza, el valor, la firmeza ideológica, el espíritu de sacrificio y el espíritu revolucionario del pueblo de Cuba. Eso es lo que no pueden perdonarnos, que estemos aquí, en sus narices, y que hayamos hecho una Revolución Socialista en las propias narices de los Estados Unidos”.

 

 

 

 

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