El son está en el alma de Cuba

Es Wilfredo Salvador “Pachy” Naranjo Verdecia, Premio Nacional de Música y Maestro de Juventudes un hombre inmenso desde la grandeza con la cual ha conducido casi a lo largo de 60 años una obra de muchos nombres: la Orquesta Original de Manzanillo, considerada la Súper Charanga de Cuba, un sello sustentado por el triunfo en las plazas de los escenarios nacionales y extranjeros.

La cercanía del 8 de mayo, Día del Son cubano, resultó motivo para una nueva conversación en el estudio del maestro, muy cerca de una imagen de Fidel, de decenas de premios y distinciones, entre los que resaltan el cuadro de Hijo Ilustre de la provincia de Granma y la Réplica del machete mambí del Generalísimo Máximo Gómez, conferido a la orquesta.

“Ha sido una genial idea de Adalberto Álvarez de enmarcarlo en un día como el de las madres, aunque todos debían ser para ellas, como para el son porque este es una forma de ser, no es solamente un género musical, define nuestra idiosincrasia cubana. La música es la autoctonía, el son está en el alma de Cuba.

“Manzanillo es una de las cunas del son, está plasmado ahí en la enciclopedia, y se plantea que junto a las ciudades de la zona sur de la Isla se disputan la paternidad, como un ajiaco. La cuenca del Río Cauto resultó muy rica en distintas variantes del son rural y no lo digo yo, lo planteó Danilo Orozco, un gran musicólogo que tuvimos aquí y del que nos satisfizo ser amigo.

“Aquí tenemos por ejemplo el Conjunto Guasimal, un grupo portador de tradiciones por más de un siglo, una bunga con sus instrumentos artesanales. Hay un estribillo manzanillero que se “pegó” mucho y lo identifica, como la Glorieta, a la ciudad: “en Manzanillo se baila el son…”

“El son forma parte intrínseca nuestra, una escuela y si la Original nace en Manzanillo y vive aquí, creo que es una de las cuestiones rítmicas que lleva dentro de sí, aunque haga cualquier género, siempre lo defenderemos, siempre el son va a salir, es como alguien que aprende hablar otro idioma, pero su lengua materna está ahí.

“Como dijo mi madre Wilvia, en una letra que hicimos hace mucho para un concurso del periódico Sierra Maestra, en Santiago de Cuba,  “Soy el son de la montaña”: “…soy el son de la montaña, que se crece en la llanura.”

El género forma parte de los cubanos, aun y cuando sean distintas las corrientes foráneas que siempre absorben un poco a la juventud (yo bailé mucho rock and roll hasta que me dediqué a mi obra) a partir de una edad donde la madurez alcanza la búsqueda de algo inédito, auténtico porque los primeros años de la orquesta fue eso.

“En 1971 Manolo del Valle tuvo la posibilidad y valentía de decir “Sí me gusta el son”, pero con una sonoridad con aquellos métodos de guitarra eléctrica, organeta, con un ritmo que yo más o menos concebí parecido al estilo del órgano de Manzanillo. La Original fue una de las que ayudó a rescatar para los músicos y la juventud nuestro son cubano porque a inicios de la Revolución desde el exterior comentaron que aquí se había muerto, que el son se fue de Cuba con varios artistas y Manolo dijo “En Cuba el son no se ha muerto, está latiendo” y le continuaron otras piezas con ese tema.

“La música puede dar muchas vueltas pero siempre vuelve a sus raíces. La cultura cubana tiene una deuda con el son porque es defender lo nuestro, verdaderamente, y como existe una agencia que defiende el Rock, de Rap y Hip Hop, que son foráneas, y no nos pertenecen.

“Digo más: la Asociación Hermanos Saíz, las nuevas generaciones de artistas es la encargada de hacerlo, de defenderlo a capa y espada porque en ello nos va la vida, la identidad como cubanos.” 

¿Qué características debe tener un buen cantante sonero?

“El sonero nace, el sonero no se hace. Es como el pianista improvisador o como el instrumentista improvisador que esta brota sola, se desarrolla con la técnica, no se estudia en la escuela, si se hace es de una forma muy fría de decir las cosas.

“Decir el son surge solo: el buen sonero lo ves hasta en la calle, aquí salen silvestres como los treseros y guitarristas que lo llevan por dentro, como la armonía y la fomentan a la hora de las melodías. El son hay que sentirlo con el corazón.

 

 

 

 

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