Gratitud y amor dejan los médicos cubanos en su ayuda a otros pueblos

Muchos recuerdan aún el paso del huracán Mitch en 1998 por Centroamerica, que dejó una estela de destrucción y muerte. Miles de muertos y desaparecidos, así como millonarias pérdidas económicas provocó el fenómeno meteorológico.

La tragedia conmovió al mundo y en especial al continente. De inmediato Cuba envió a numerosos profesionales de la salud para atender a los damnificados.

Pero el pensamiento y la voluntad política de Fidel iría más allá y además de poner en práctica el Programa Integral de Salud, daría vida a la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM) con sede en La Habana, para formar médicos que ayudaran a sus comunidades, sobre todo en las zonas más intrincadas, a las que no llegaban los servicios de salud.

Con su inauguración en noviembre de 1999 se inició una hermosa historia de confraternidad y solidaridad entre Cuba y los países latinoamericanos y también de otras latitudes. Mil 610 jóvenes de escasos recursos de 26 naciones de la zona recibieron sus títulos de médicos en 2005 en la primera graduación.

Esos médicos, a los que se han sumado muchos más graduados en los casi 20 años de creada la escuela, han ayudado en sus países de origen a elevar los índices sanitarios y mejorar las condiciones de higiene de las distintas comunidades.

Pero también esos profesionales, con una alta preparación, humanismo y solidaridad, han estado junto a los cubanos en la asistencia brindada a las víctimas de catástrofes naturales.

Ese es el caso del devastador terremoto de 2010 en Haití, en el que jóvenes de ese país caribeño que estudiaron en la ELAM socorrieron a sus compatriotas.

La constitución en 2005 del Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastres y Graves Epidemias «Henry Reeve» también ha dejado su profunda huella en América Latina.

A México, Perú y Chile, entre otras naciones del área, han marchado sus integrantes para socorrer a los damnificados por terremoto, inundaciones y huracanes.

Su profundo humanismo y solidaridad también los ha llevado a otras regiones del mundo.

De hecho durante la Septuagésima Asamblea Mundial de la Salud, en mayo de este año, recibió la Brigada el Premio Dr. Lee Jong-wook.

El galardón fue en reconocimiento a su labor de medicina asistencial en emergencias a más de 3,5 millones de personas en 21 países afectados por desastres y epidemias, desde su creación en setiembre de 2005.

Entrega y disposición para estar donde y cuando haga falta distingue a los profesionales cubanos de la salud, que muchas razones tienen para celebrar cada año el Día de la Medicina Latinoamericana, que conmemora el natalicio del sabio camagüeyano Carlos J. Finlay, nacido en 1833 y a quien se le considera como Benefactor de la humanidad y el más grande científico cubano de todos los tiempos, descubridor del agente transmisor de la fiebre amarilla y cuya labor es una de las más importantes en el campo de las enfermedades tropicales.

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