Quizás esa idea fuera más fácil para mí, pero para ellos, médicos apenas graduados no es una opción, y cuando su valentía viene a refrescar mi inicio de Facebook no puedo evitar imaginar cuánto oxigena su presencia a los pacientes que atienden en hospitales y centros de aislamiento, tal y como juraron, incluso a costo de su salud personal o la de su familia.
Sí, porque cuando Lissandra, que desandaba conmigo los pasillos del Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas Luis Urquiza Jorge en asuntos de la Federación Estudiantil de la Enseñanza Media, sale de su guardia como pediatra, llega a casa donde la espera el pequeño Víctor, de apenas 2 años, y no sé cómo se las ingeniarán para llenarse de amor, pero lo que sí me queda claro es que debo visibilizar lo que ella misma proclama en sus redes:
“Yo soy consecuente con mis actos y nunca olvido el peligro al que expongo a mi hijo a diario por llevarlo a un círculo infantil, porque tengo que ir a un hospital a atender a los hijos de otros enfermos, porque me paso más de ocho horas aliviando las penas ajenas y haciendo feliz a otros sin saber si el mío está triste o con alguna necesidad en su salón. Soy consciente de que muchas situaciones se nos van de las manos, y luego no sabemos a qué mal rayo mal nacido culpar. Por eso les pido, que hagan más, cuiden más, prevengan más”.
Igual me pasó cuando volví a saber de Laura Elena, después de unos cuantos años de salir de las aulas, y la vi, enmascarada, en una foto que su tía subió llena de orgullo porque a sus 25 años se bate en un hospital de campaña; o cuando la madre de mi tocaya y queridísima amiga Eliany nos dejó saber que desde una comunidad rural ella ayuda a “abdalizar” a los pobladores.
Esta mañana, justo cuando pensaba en ellas, me sorprendió un estado de Whatsapp de Obeymi, a la que el año pasado entrevisté como intensivista en el Hospital Clínico Quirúrgico Docente Amalia Simoni, y hoy continúa con su fuerza y su dulzura atendiendo a sus pacientes y hasta a mí, que la molesto para darle más trabajo aún.
Hace instantes sonreí ante el post de una colega, donde mostraba a mi amigo Adrián, que supo muy temprano que el periodismo no era lo suyo y se formó como médico, y ahora, desde un consultorio en Playa Florida, lo citan como ejemplo a seguir.
Todo esto me hizo pensar en que quizás debí hacerle caso a mis dudas de último minuto, y subir esa segunda opción de Medicina que puse en mi boleta de carreras; hoy seguramente me sentiría mucho más útil.
Pero como ya la suerte está echada, no me queda más que enorgullecerme hasta el punto de las lágrimas de todos esos muchachos que conozco, con los que me reí en el barrio o en los pasillos, y quedarme pegada a las redes, porque todo lo que traen no son malas noticias ni hojarasca.
Gracias a ellos, hoy mis amigos y muchos desconocidos me deslumbran, desde todas sus posiciones, y después de todo, para qué mejor las redes que para presumir. Y yo presumo de conocer a tantos héroes.