Muchas veces la repetición de frases “hechas” se convierte en un mal hábito – digamos que un vicio – enrarecedor que esquematiza y amordaza posibilidades a un lenguaje fluido, rico y diverso como es el nuestro. Una y otra vez algunos periodistas y comunicadores se dejan atrapar por slogans de corte administrativo que a fuerza de repetirse se enquistan en las salas de redacción a sabiendas de que no son, ni en lo mínimo, paradigmas a seguir.
La radioaudiencia está formada por quienes escuchan lo que se dice acompañado de imágenes; también leen revistas y periódicos que no pocas veces dejan mucho que desear en cuanto a la lengua de Cervantes se refiere. Nuestro público se divide en “esponjas”, que ocasionalmente todo lo incorporan a su léxico – aunque no sea lo correcto – y en cuestionadores de lo que se les dice; este segundo grupo va siempre en busca de lo legítimo y está en su pleno derecho; algo que incluye dudas, quejas y preocupaciones.
El afán por saber “qué está bien dicho” y “qué no lo está”, incluye ocasionalmente factores de carácter sociológico, geográfico y regional. Resulta lógico que cuando alguien de cualquier lugar del país llega a la capital, se moleste si le dicen que “vino del campo”; como si a excepción de la urbe capitalina todo fuera ambiente rural que, por cierto, no incomoda por lo ofensivo tanto como por lo inexacto. A mi modo de ver las ciudades, incluso las más populosas no son otra cosa que “campos urbanizados” en mayor o menor medida, según el caso.
Luego de esta introducción algo extensa, pero no por ello innecesaria, deseo referirme a la preocupación de un radioyente de la ciudad de Santa Clara que escribió al programa “A primera hora” de Radio Progreso para quejarse de cierta expresión difundida en el segmento científico-técnico, conducido por el profesor Arnaldo Coro Antich.
El amigo radioyente envió un mensaje con la preocupación siguiente: “Disculpe que no puse mi nombre, me llamo Rodolfo Sánchez, y resido en la ciudad de Santa Clara. A propósito, muchas veces nuestros locutores, artistas y otros de radio y tv, mencionan de » ir a las provincias» como si La Habana no fuera una provincia más, es un error ético y geográfico, una tremenda ignorancia de ubicación, y nadie los rectifica. Este es un tema para otro de sus comentarios”.
Al respecto de lo escrito por el amigo Rodolfo, a pesar de entender lo que le preocupa, vale aclararle que su apreciación de que se trate de “un error ético o geográfico”, como textualmente expresa, aparte de ser sin duda sincera, se debe a una percepción no necesariamente acertada.
Cuando desde nuestra ciudad capital se dice “ir a las provincias”, por ningún concepto lleva implícito un tono discriminatorio: simplemente se trata de una visita, recorrido o inspección – según el caso – por las provincias en que políticamente se divide nuestro país para su más eficiente administración, que sin lugar a dudas incluye a La Habana. Ni siquiera en lo más mínimo tal expresión resulta discriminatoria ni subestima las regiones del país que no son nuestra ciudad capital.
Inexacto, sí, resulta decir: “iremos al interior del país”, ya que según el Diccionario de la RAE, entre sus varias acepciones, en lo geográfico se refiere a “parte central de un país, en oposición a las zonas costeras o fronterizas”. No es tampoco discriminatorio, sino inexacto, pues la expresión no incluye a las ciudades que poseen costas, sino las regiones de tierra adentro, sin salida al mar.
Nuestra actual División Político Administrativa está conformada por 15 provincias y un municipio especial; una de esas provincias es La Habana, que cuenta con su gobierno local, al tiempo que es sede de los poderes centrales del Estado Cubano. Por ser capital de la República de Cuba, toda la organización central del país radica allí, de manera que “ir a las provincias” alude por lo general a la visita a aquellas que no son necesariamente La Habana.
Un turista puede decir que desea visitar Cuba para conocer las provincias, y en la expresión no existe ningún error. Aprovecho para aclarar que podemos decir: “ir a las provincias” lo mismo que “visitar las provincias”, en este segundo caso omitiendo la preposición “a”.
Si alguien osara decir “ir a los campos” si su idea fuese “ir a las provincias” que no son La Habana, entonces eso sí constituye un error, ya que hablando de campos, los tenemos lo mismo en los alrededores de La Habana como en “las otras provincias”
Claro está que eso de “ir a las provincias” puede llegar a ser un término manido, y en su lugar pudiéramos decir que “haremos o hicimos un recorrido por todo el país” o “por todas las provincias del país”. Aunque, aclaro, “ir a las provincias” ni es incorrecto ni antiético, algo que tal vez un sentimiento regionalista infunda la percepción de ser tratados como “inferiores”.
La percepción del amigo Rodolfo puede tener motivaciones históricas. Recordemos que los romanos llamaban “provincias” a sus colonias; incluso muchos españoles denominaban a sus posesiones en este hemisferio “provincias de ultramar”; pero eso es historia y bien ajena a nuestra actual realidad.
Cuba es un solo Estado soberano donde todas y cada una de las provincias que la integran se rigen por una misma Constitución y donde todos y cada uno de sus ciudadanos y ciudadanas gozan de iguales derechos sin importar el punto geográfico que habiten. ¡Y qué decir de La Habana! Lugar en el que Habitantes y funcionarios son mayoritariamente provenientes de “las provincias”.
Reiteramos el agradecimiento al radioyente que manifestó su preocupación, pues así es como se debe proceder ante cualquier duda. Con el espíritu crítico de personas así crecemos y ganamos todos. No hay dudas.