Juanito Paz no abandonó su pistola ni perdió combate alguno

Fue uno de los 12 campesinos que integraron las primeras milicias revolucionarias en Cuba. Ha sido el 12 miliciano que entra a la eternidad con su gran obra revolucionaria. No abandonó su pistola, ni perdió combate alguno.

Juanito tenía siempre algún atuendo verde olivo y las botas bien calzadas. En una ocasión me dijo que no le temía a la muerte, que cuando le tocara, ahí estaría para recibirla.

Hace días salió de su casa al hospital y llevó la pistola en la cintura y sus ahorros. Es como si hubiese sabido que iba al combate más duro de su vida y del que solo sobreviviría su patrimonio. Fueron días de zozobra ante su positivo a la COVID-19. Ya era un luchador de 83 años. Se enfrentó a la muerte y me atrevo a decir que guerreó como sólo él sabía hacerlo. Aniquiló el virus, sin embargo, su cuerpo quedó muy afectado.

“Si ustedes triunfan habrá milicias en Cuba”. Fidel

Fueron 12 los campesinos que, por orientación del líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, enfrentaron las conocidas bandas de alzados, grupos irregulares que perseguían y asesinaban a los lugareños en el occidente de Cuba. Una de las misiones que cumplieron fue la captura del cabo Lara, quien con 21 años cometió 23 asesinatos. Con orgullo y sonriendo me contó que Fidel les había dado 90 días para capturar la banda de Luis Lara Crespo y ellos lo lograron en 18 días. Triunfaron y posteriormente el Ejército Rebelde organiza las Milicias Serranas en la Sierra de los Órganos.

Dedicaba sus días a leer. Le agradaba sentarse en el portal y ver pasar la rutina. La vejez tiene una especie de soledad acompañada por recuerdos y familia. Juanito siempre tuvo a su familia y a los vecinos que lo admiraban y mimaban como el abuelo de todos. El anciano héroe fue el joven que no tuvo miedo y siempre defendió la paz de su país desde su Moncada Natal en Viñales, Pinar del Río.

Juanito admiraba el medio ambiente. Le agradaba el monte y sus vericuetos. Tenía una conexión especial con sus gatos a los que abrazaba a cualquier hora del día. Cuando salió de su casa fueron su preocupación. Los hombres fuertes son muy sensibles. Él era uno de ellos.

En su casa en el Consejo Popular El Moncada, en Viñales, Pinar del Río están todas las condecoraciones recibidas a través de los años. La más reciente; la Réplica del Machete del Generalísimo Máximo Gómez al Memorial de los Malagones. Su último viaje a La Habana fue el 25 de junio de 2021 para recibir tal distinción. Entre tanta historia colgada en las paredes me llamó la atención la foto del día en que se casó con Francisca, allí está, como ellos estuvieron, eternamente unidos.

Juanito hablaba con una sonrisa en el rostro. Era de pocas palabras, pero cuando decía no dejaba duda que era un hombre inteligente y con un sentido del humor envidiable. Movía las orejas como si estuvieran colgadas por hilos. Lo hacía mientras conversaba. La primera vez que hablé con él hasta me asusté pues pensé que algo le sucedía. Se dio cuenta y sonrió. ¿Mira a ver si puedes hacerlo?, me dijo. Jamás logré tal originalidad.

El bravo miliciano fue un músico autodidacta, tocaba el acordeón y la armónica. Durante años integró un grupo musical que amenizaba las noches en el Quemao, una comunidad cercana al Moncada. La música no puede quedar fuera de su recuento porque la disfrutaba sobremanera.

Nació en cuna de oro. Su padre le transmitió valores humanos para que creciera por sí mismo ante la realidad. Juanito sintió la necesidad de compartir con los más humildes de su pueblo. Se codeaba con ellos siempre. Juan Paz fue un hombre muy especial que no le daba importancia al tener y sí al ser auténtico y honesto. Jamás pidió atención especial a pesar de merecerla. No permitía sentirse diferente. En su última entrevista a Radio Guamá recientemente, expresó: “lo que hice fue para que no asesinaran más a la gente de aquí. Seguí a Fidel y estaré a su lado siempre”.  En su hogar el mayor lujo es la familia que creó y que lo acompañará en la eternidad de su vida.

Cuando supe que no habría regreso al sillón donde me confesó esperaría la muerte, recordé que había escogido su propia bóveda en el Memorial donde yacen sus compañeros de lucha. Se decidió por la primera para desde allí ver el pueblo y hasta quienes juegan dominó muy cerca del sitio debajo de un árbol, le contaba jocosamente a su nieta Yaremi.

No hay héroe sin hombre íntegro y Juan Quintín Paz Camacho lo será siempre. La legendaria patrulla campesina conocida como Los Malagones se volvió a unir y desde El Moncada en Viñales, Pinar del Río es centinela de la paz que hicieron posible bajo la orientación de Fidel.

 

 

 

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