Medio Ambiente: Un ambiente casi a medias

De tanto decirlo muchas veces aflora el temor de pensar que las palabras se diluyan en indolencia o acto verbal repetitivo, a lamentar cuando sea demasiado tarde.

La gravedad del cataclismo acechante, por su magnitud, impele a inferir que de momento no es un día a celebrar sino, todo lo contario, a recordar un daño vertiginoso que aumenta progresivamente.

Aire y agua contaminados; ensayos químicos en los océanos y la atmósfera; gases de efecto invernadero que de modo indiscriminado emiten las grandes industrias y, para colmo de males, la acción de individuos – tú, yo, el otro, el de al lado – vertiendo desechos no biodegradables en cualquier parte, a cualquier hora.

No importa si es una playa a donde acuden decenas de miles de bañistas – igualmente cómplices – en el verano o un río cuyas aguas son aprovechadas en el consumo vegetal, animal y humano. La irreflexión de cualquier modo nos conduce al suicidio planetario.

Para este año 2018 Antonio Guterres, Secretario General de la ONU expuso tácitamente:

El mensaje de este Día Mundial del Medio Ambiente es simple: rechaza el plástico descartable. Si no puedes reusarlo, rehúsalo. Juntos podemos trazar el camino hacia un planeta más limpio y verde”.

Los envases y otros productos de plástico irrumpieron hace algunas décadas en el escenario mundial. Su aparición se consolidó con millones de aplicaciones, mayoritariamente útiles al género humano. Esos mismos plásticos son un recurso del cual no nos ocupamos en darle un destino final conveniente, para evitar que su beneficio ostensible se transforme en peligro latente, en muchos casos visible y en otros oculto en los fondos marinos donde reposan toneladas de desechos plásticos que, con certeza, tendrán presencia, inalterables, en una futura era geológica planetaria, si es que para entonces queda alguna manifestación de vida – ¿sana? – en los maltratados océanos o en la superficie terrestre.

Se calcula que ocho millones de toneladas de plástico son vertidos al mar cada año para destruir ecosistemas naturales milenarios y, peor aún, ser ingeridos de alguna manera por especies marinas, muchas de ellas parte del consumo humano. ¿Qué significa esto? Además de la extinción de especies, otras que sobrevivan sufrirán mutaciones genéticas capaces de dañar la salud de las personas que las ingieran.


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Lo ideal consiste en no deshacernos de los plásticos tirándolos por la borda al mar porque con ellos también por ahí mismo lanzamos la salud humana de hoy y la del futuro. La subcultura del desperdicio es poderosa; su influencia fatal, inobjetable; tanto así como la urgencia con que debemos enfrentar este desafío de vida o muerte. No se trata de una guerra al plástico, de cuyos usos valiosos dependemos. Lo importante consiste en darle un destino final que posibilite su reciclaje y vuelta a la utilidad, en lugar de convertirlo en enemigo de la salud y la vida.

Hay una manera elemental de salvar el medio ambiente, lo cual equivale a salvar nuestra calidad vital y la de nuestros descendientes. Ese modo elemental comienza por uno mismo, con la iniciativa a la que nos mueve el sentido común cuando sabemos que actuamos con responsabilidad y sensatez.

Solo así el Día Mundial del Medio Ambiente será un festejo, una celebración feliz de vida y no, como hasta hoy, un ambiente reducido casi a medias.

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