Nos jugamos la vida

Esa circunstancia, por supuesto, provoca disgusto en una población agobiada por dieciséis meses de batalla contra el nuevo coronavirus. Hay cierto grado de desesperación entre la gente que siente que no puede resolver las necesidades cotidianas.

Es un duro panorama en el que algunos han tratado de pescar en río revuelto y han creído ver la oportunidad de liquidar al proyecto socio-económico cubano. Alentados desde las redes sociales, donde construyen una Cuba irreal, se lanzaron a la calle a un conato de estallido social que apostó al famoso cambio de régimen.

El plan neoliberal

Cambiar es un hecho natural, incluso una necesidad vital y de supervivencia. Sin embargo, todo cambio genuino tiene que ser un paso hacia adelante, hacia la mejoría de lo que se transforma, y esa voluntad está muy lejos de quienes piden un cambio de régimen en Cuba.

Desde hace mucho tiempo hay una voluntad transformadora en el gobierno socialista, pero lo que otros pretenden es destruir lo que se ha construido bajo la esencia martiana de con todos y para el bien de todos.

Que nadie piense que un cambio significará traernos un capitalismo opulento, como el del Norte desarrollado. Para Cuba, como ha pasado con Haití después de aquella rebelión de esclavos, lo que se diseña es un cruento pase de cuenta a partir del más feroz neoliberalismo. Por eso, en impedir esa marcha atrás en la Historia, nos jugamos la vida.

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