Obama: un discurso para la historia… que intenta olvidar la historia

Que le pregunten a cualquier compatriota víctima él -o un familiar suyo- de acciones terroristas concebidas por la CIA, en complicidad con los enemigos internos, si ha olvidado, o puede olvidar, las secuelas de tales agresiones, la ausencia desde entonces de un ser querido a causa de un atentado, de una epidemia como la del dengue, introducida en la Isla por manos asesinas en 1981, al calor de la guerra biológica del imperio contra la mayor de las Antillas.

“La demanda del pueblo de Cuba al gobierno de los EE. UU. por daños económicos y humanos”, refrendada el 31 de mayo de 1999 por el Tribunal Popular Provincial de Ciudad de La Habana, alude a la ocurrencia en esas primeras cuatro décadas del triunfo revolucionario de decenas de acciones políticas, militares, económicas, biológicas, diplomáticas, psicológicas, propagandísticas y de espionaje contra nuestro país.

Se fundamenta también en la ejecución de actos terroristas y de sabotaje, en la organización y apoyo logístico a bandas armadas y grupos mercenarios clandestinos, en el aliento a la deserción y emigración y los intentos de liquidar físicamente a los líderes de la Revolución. Por tanto esa historia, desgarradora, amarga y oscura, nunca la podremos olvidar, más cuando se escribió con gloria, dignidad y sin hacer concesiones.

Todo lo anterior, y lo que vendría en los años siguientes, se demostró mediante importantísimas declaraciones públicas de autoridades del Gobierno de Estados Unidos, así como de las incontables e irrebatibles pruebas acumuladas por las autoridades cubanas y, de modo particularmente elocuente, por los numerosos documentos secretos desclasificados.

“Vengo a enterrar el último vestigio de la guerra fría”, dijo este martes Obama, en La Habana, en presencia del General de Ejército Raúl Castro, pero ¿acaso la Base Naval de Guantánamo, que desde 1903 se mantiene contra la voluntad del pueblo cubano, no es una usurpación a nuestra soberanía territorial?

Y peor aún. Aceptar categóricamente esa opinión sería desconocer  el criminal y terco bloqueo económico, principal obstáculo a la pretendida normalización de las relaciones entre ambas naciones y el mayor vestigio de la guerra fría, por todo lo que le ha costado al pueblo cubano y le sigue costando. No por ello dejamos de reconocer el deseo de Obama de convencer al Congreso para poner fin al referido cerco.

También su exaltación a la sociedad capitalista, y la sutil exhortación a que en materia de derechos humanos y democracia  los cubanos aprendamos del  sistema  político norteamericano, son  elementos que forman parte de la estrategia de dominación cultural proyectada desde los Estados Unidos para derribar el proceso revolucionario cubano.

Por eso hoy como nunca, ante esta coyuntura histórica, es vital el reforzamiento de los valores patrióticos y en especial seguir por todas las vías posibles estudiando y recurriendo a la historia patria, a nuestros orígenes.

El discurso de Obama dirigido al pueblo cubano pretende aparentar que las relaciones entre ambas naciones apenas han transitado por grandes, duros y sangrientos momentos, promovidos precisamente por las pretensiones imperiales de dominarnos primero y de imponer acá un régimen a su gusto e intereses.

Olvidar los más de 50 años de ruptura y enfrentamientos entre Cuba y Estados Unidos, que en realidad tienen sus orígenes en la guerra hispano-cubana-americana de finales del siglo XIX, sería también olvidar a esos miles de compatriotas que dieron su vida en aras de contar hoy con una patria libre, independiente y soberana. 

Eso jamás nos lo perdonarían las futuras generaciones.

 

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