Quien ha sabido vivir y morir, por el prójimo, es único, es feliz

Una vida de lucha y coraje, de pasión y arrogo sin fin, protagonizó como en una novela de otros tiempos, rebosado de humildad y sacrifico un hombre elegido por el destino, para hacer grandes a los pequeños, hacer ricos a los pobres y fuertes a los débiles. En un honor sin igual, fuimos testigos de sus voces y esperanza, para Cuba, para la América nuestra, para el mundo.    

Quien ha sabido vivir y morir, por el prójimo, es especial, es único, es feliz. No hay mayor placer, que ver crecer el bien que se ha sembrado por la humanidad. No hay mayor placer, ni bienestar, en el hombre digno y noble que la gracia de poder sacrificar su vida por el bien de sus semejantes. 

No importa quien lo entienda o agradezca, solo importa el sentimiento de saber que se ha partido triunfante, con la frente en alto, la vista hacia el sol y el alma agradecida por haber podido amar a los suyos con la humildad y devoción que crea la magia del Oriente Cubano donde nacen los milagros.

 

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