Siembra fértil

Murió Fidel. Como si estuviera predeterminado, al cumplirse los 60 años de su partida desde México para liberar al caimán que tanto amó. Se apaga físicamente una vida dotada de la luz necesaria para alumbrar  futuros.

Murió Fidel. Ahora nos queda el compromiso de esculpir en acerada materia sus ideas y principios, de seguir en el batallar incansable de su ejemplo y en el respeto a su obra, la obra de todos los oprimidos y desposeídos de este injusto mundo.

Murió Fidel. Pero su hija mayor: la Revolución Cubana, seguirá su rumbo, capeando cada temporal sin arriar las velas del sacrificio, el internacionalismo y la fe inquebrantable en nuevas victorias de la Patria Socialista.

Murió Fidel. Se entonan las canciones luctuosas con voces obreras, campesinas, intelectuales, de gente sencilla y corriente; en fin, su gente, esa gente de cada día, de cada obra, de cada epopeya.

Murió Fidel. El visionario que predijo las horas y días por venir. No habrá rincón de este mundo donde no se humedezca una mejilla, se deposite una flor, se canten los himnos de libertad, justicia y respeto.

Murió Fidel. Fallece el hombre sencillo, de enérgicas acciones. Fallece el padre de todo un pueblo. Fallece el amigo sincero, el émulo de Martí. Fallece el guía ejemplar, el revolucionario cabal. Fallece el hacedor de pueblos, el internacionalista intachable. Fallece Fidel,  cuando su legado se entronca para viajar junto a los pueblos por los caminos de la eternidad.

 

Autor