En nuestra historia de larga data, han sido años de batallas porque cuando se trata de defender nuestra soberanía e independencia, siempre el enemigo ha acechado con todas las armas a su alcance para intentar romper nuestro espíritu de resistencia, en función de alcanzar sus propósitos.
Durante estos últimos meses, en medio del combate contra la pandemia, nuestros acérrimos enemigos tampoco han cejado en ese empeño; al contrario, recrudecieron su embestida desde acciones y medidas unilaterales, la persecución financiera, el ataque en las redes sociales a figuras públicas, artistas e intelectuales, intentando manipular y confundir, y además de dividir, y hacer todo lo posible para sembrar caos como resultado de su propia frustración y odio.
En ese contexto, marcado por el reto de enfrentar y ganarle espacio a una enfermedad como la COVID-19, la gestión de gobierno se ha centrado en vencer un campo de batalla, que de manera extraordinaria requiere de herramientas como la disciplina, el rigor, la exigencia, la sistematicidad, el cumplimiento de normas sanitarias, la elevada percepción de riesgo, etc.
Y junto a esta prioridad sanitaria para Cuba, figura también el seguir desarrollando el país e impulsando nuestra economía, hasta donde las condiciones actuales lo permitan, conscientes de que debemos adaptarnos a convivir con el Sars-Cov-2, lo que equivale a incorporar conscientemente hábitos en nuestro actuar cotidiano para evitar contagiarnos y vencer los desafíos y retos que tenemos por delante.
Uno de ellos es el impulso al Programa de Desarrollo Local, que tiene como base al municipio, y está insertado en la Estrategia Económica y Social del país dirigida a estimular y concretar proyectos vinculados a los territorios que fortalezcan renglones para la exportación, la producción de alimentos, la construcción de viviendas, la infraestructura, el mayor uso de todas las reservas humanas, materiales y de inteligencia, con la participación de todos los actores del lugar.
Con esa mirada de presente-futuro, Cuba diseñó su Estrategia de Desarrollo Económico y Social para una etapa de crisis (aprobada en el Buró Político y después en el Consejo de Ministros) que constituye una plataforma no solo para resistir sino además para imponernos en un escenario adverso impactado por la COVID-19.
Es no solo priorizar el ganarle la batalla a la COVID-19, sino además y en la medida que vayamos logrando este propósito imprimirle más ritmo a la implementación de la estrategia desde el papel esencial de las autoridades locales, una de las esencias a la que el presidente cubano hacía referencia durante la videoconferencia con gobernadores y autoridades de los territorios en aras de transformar la agricultura, redimensionar su sistema empresarial, aumentar las producciones, vincular con la industria nacional y encadenarse con la inversión extranjera y el turismo.
Si nos atenemos a cómo nuestro país ha logrado resistir años de durísimo bloqueo en lo económico, financiero y comercial mucho han tenido que ver sus propias reservas de inteligencia, inventivas, desarrollo científico, capacidad de conducción del pueblo, nuestro espíritu de combate y de no rendirse jamás bajo ninguna circunstancia.
Por eso la Estrategia Económica y Social para impulsar nuestro desarrollo en etapa de crisis prolongada, debemos verla como un camino de resistencia y desarrollo que nos catapultará a potenciar cada reserva interna, a pensar diferente, con visión integral de país pero también desde el pedacito que nos toca, en el municipio, convertido en escenario donde debemos capitalizar todo nuestro empeño y posibilidades, integrando a cada actor del territorio, reafirmación también de soberanía e independencia.