En los días sucesivos, cada cual se despidió a su manera. Fotos, banderas, poemas y canciones inundaron las calles, casas, plazas y las redes sociales.
Desde todas las latitudes llegaron mensajes de solidaridad y aliento; mientras, en Cuba comenzaba aquel 30 de noviembre una caravana que repitió la historia 58 años después. Las cenizas del líder histórico de la Revolución viajaron más de mil kilómetros en cinco días, para que todos los cubanos brindaran su último homenaje.
La Caravana de la Libertad tuvo esta vez su ruta desde La Habana a Santiago de Cuba acompañada de admiración y cariño junto a una frase espontánea que se volvió expresión de lo que un pueblo sentía. «Yo soy Fidel» resonó en cada poblado de la geografía cubana y llenó los rostros de lágrimas hasta de los más pequeños..
Aquel cuatro de diciembre, desde las afueras del cementerio Santa Ifigenia y en cada hogar la consigna se escuchó más fuerte, con el resguardo de sus cenizas en la piedra monolito, el pueblo le dijo un «Hasta Siempre», mientras buscaba las maneras de reinventarlo.