Contra los mecenas de la cultura del linchamiento en redes

Detrás de tal manera de buscar justicia está el culto malsano al dolor, a la maldad, a la venganza. Durante la revolución francesa se cambiaron los métodos, aunque no la esencia, ya que la guillotina solo aceleraba al proceso de matar, mas no lo terrible, lo sanguinolento, lo inhumano de llevar a alguien como espectáculo ante una plaza que le grita improperios, le lanza basura y celebra cada muestra de crueldad. En la base de los linchamientos públicos hay un componente total de fascismo, de discurso supremacista, cobardía.

Quizás por eso, Foucault nos dice en su estudio que las condenas se fueron haciendo invisibles, si bien no menos crueles, de manera que la sociedad mantuviera el aspecto de decencia y civilización, y no diese una mala imagen barbárica. Las leyes que abolieron la pena de muerte o la atenuaron, no eliminan, no obstante, la lógica cultural del linchamiento, o sea, la deshumanización del otro y su posterior muerte pública. Hay algo que esta dinámica posee en casi todos los casos y es la enervación del debido proceso, el cual contiene un conjunto de figuras que protegen a la persona de la crueldad pública, como la presunción de inocencia, el principio de in dubio pro reo (en caso de duda a favor del reo) y el habeas corpus (no detener ni criminalizar a nadie sin la sentencia de un juez). Todo ello vino con la modernidad y el estado de derecho de las revoluciones burguesas y se está yendo en la medida en que, al sistema, le interesa la vuelta de una cultura de la impunidad y del linchamiento, sobre todo en redes sociales.

Marc Zuckerberg sabe que su empresa depende de explotar lo peor de la humanidad, ya que Facebook en verdad no bucea en las buenas intenciones y la camaradería, sino en la implicación psicológica que tiene el fenómeno del ego. Cultivar la competitividad en base a cuestiones superficiales hace que la red social se torne en un hervidero de individualidad y eso lo vemos incluso entre los mejores amigos. En la base del algoritmo de Facebook no está unión, sino la lucha, lo inhumano y, en última instancia, el aplastamiento del otro. Las leyes arbitrarias de la red social no definen un cuerpo democrático acorde con los valores de la modernidad, sino unas líneas subjetivas que quedan a voluntad del programador o del algoritmo que esté a la moda.

Esa es la nueva cultura del linchamiento, la cual por desgracia por ahora no podemos detener salvo yéndonos de las redes sociales. Siglos de avance legal, de revoluciones, de sangre, se borran con la prepotencia del mercado y de las fortunas amasadas por estos magnates de la industria tecnológica. No en balde los amos del mundo plantean revisar las bases de la convivencia en aras de su cuarta revolución industrial, a realizarse en este siglo XXI. Un poder dictador, una maquinaria aplastante, la deshumanización del otro. Hemos vuelto sutilmente a la Edad Media, aunque tengamos ordenadores, agua potable, electricidad y calles pavimentadas.

En tal sentido, ya tenemos espectáculos medievales que vemos desde la sala de la casa, mientras comemos, como el linchamiento de Gadafi, las guerras del Golfo Pérsico, los ametrallamientos en Palestina, los atentados que se filmaron en tiempo real… Todo un mundo de violencia donde priman la ley del talión, la venganza, el regusto por infligir daño a la otra persona. Las imágenes del dolor se trivializan y la conciencia se adormece, siendo una especie de plastilina que se podrá amoldar en el futuro a los intereses de aquel o este linchamiento. La humanidad ya no defiende los firmes principios de antaño, de civilización y orden, que si bien nunca ha cumplido del todo, eran hace un siglo atrás el horizonte a seguir. Una decadencia en los sistemas de valores nos trae hasta las puertas de la barbarie que hoy, incluso a nombre de la justicia, nos asesina enfrente de todos, ya sea de manera física, ya de forma moral y ética.

La destrucción de la imagen del otro es en verdad lo que importa, no tanto matarlo. Ahí es donde entra el trabajo de inteligencia realizado por las redes sociales, en contubernio con los tanques pensantes de la guerra fría cultural de la CIA y demás centros de manipulación a nivel planetario. Zuckerberg se ha convertido en uno de los criminales más sucios del momento, sin embargo, se le condecora con las atribuciones de “genio”, “filántropo”, “visionario”. Los pueblos, en tanto, no tienen autopistas propias para mover información de manera soberana, de forma tal que no caigan en las trampas del linchamiento y la muerte moral que existen entre los algoritmos de Facebook.

En los avances tecnológicos han ido, desde hace mucho, los grilletes que nos retroceden hacia una era de restauración reaccionaria, donde no priman los valores de la modernidad, sino lo la fuerza y el abuso. Sucedió hace unas semanas con un colega que dijo su opinión honesta y acertada sobre los temas de género, siendo enseguida linchado moralmente por quienes defienden la técnica de la deshumanización como “una búsqueda de justicia”. Y seguirá pasando, hasta que se implementen herramientas legales y soberanas de parte de los pueblos para frenar los planes hegemónicos, que con rostro progresista se instrumentan como parte de la cultura posmoderna del linchamiento.

El primer paso para vencer esta batalla es no tenerles miedo a los que esparcen el odio y las falsas noticias, enfrentarlos con firmeza, manteniendo un punto de vista racional basado en la investigación y la transparencia. La convicción en esos valores nos salva del relativismo moral y la ética moldeable, que las redes sociales quieren establecer en nosotros. En tal sentido, deberemos proceder como el gran estudioso de los astros que, amenazado por la inquisición, tuvo la entereza de decirles en sus caras que sin embargo la Tierra se mueve. No entrar en una dinámica de odio, de emotividad, de posmodernos procederes, sino conducirnos según la ética más sólida, sosteniendo una verdad, no porque nos guste sino porque se solidifica por sí misma.

Las redes sociales podrán conmocionar a quienes no piensan, a los que renuncian a su condición autónoma, pero no negarnos la condición humana y la búsqueda real de la justicia. Siglos de resistencia contra los poderes opresivos, nos traen las estrategias para enfrentarnos al nuevo fascismo que se construye mediante likes y compartidos en Facebook. Se sabe que, mediante las famosas 198 técnicas esbozadas por Gene Sharp, en su Manual del Golpe Suave, están presentes las noticias falsas, los linchamientos, los bulos de todo tipo y el manejo de la emotividad en las redes sociales. Lo pusieron en práctica en medio mundo y les funciona, lo intentarán con Cuba una y otra vez, espectacularizando el dolor, mediante la culpa, los juicios sumarísimos sin valor lego, los asesinatos de imagen  y los gerifaltes de cuarta generación que vuelan en busca de su bocado de carroña, en tiempos de posmodernidad y mentira.

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