Sucesos desgarradores como estos o los de Niza, poco antes, no han sido la excepción y han mostrado, a la vez, las fortalezas y debilidades de los nuevos medios: informaciones auténticas y, al mismo tiempo, mucha «basura», asegura Joachim Krause, estudioso del terrorismo, en entrevista con la radio pública alemana Deutschlandfunk.
Rápidez, testimonios y apoyo directo
Cuando se trata de rapidez, alcance y movilidad, las redes sociales aventajan con creces a los medios tradicionales. Mientras estén conectados a Internet, los usuarios pueden compartir fotos y videos de lo que acaban de experimentar o presenciar.
Millones de personas acceden al material, no importa donde se encuentren. Tales testimonios pueden ofrecer informaciones útiles a la opinión pública, siempre y cuando se usen racional y prudentemente.
El pasado viernes, también la policía y otras autoridades se valieron de las redes sociales para mantener informados a los habitantes de Múnich. Compartieron información sobre potenciales áreas de peligro y trenes cancelados, por ejemplo. Sobre todo la Policía de Múnich estuvo muy activa en Twitter, donde publicó actualizaciones en por lo menos cuatro idiomas.
Especialmente el vocero de la policía muniquesa, Marcus da Gloria Martin, quien mantuvo la calma en medio del caos mediático, recibió grandes elogios y cuenta entretanto hasta con una página de simpatizantes en Facebook.
Además de informar, el contenido compartido en Twitter y otras plataformas puede ayudar también directamente a víctimas y necesitados. Así ocurrió con las etiquetas #PortesOuvertes y #Opendoors, surgidas tras los atentados de noviembre de 2015 en París, cuando los parisinos ofrecieron sus casas a quienes se habían quedado varados en medio del caos.
Los habitantes de Bruselas y Niza los imitarían luego, como hicieron también este viernes los muniqueses con una versión alemana de la etiqueta, #OffeneTür, o con una iniciativa para donar sangre para las víctimas.
Pensar primero, tuitear después
Los tuits y videos en vivo tienen, sin embargo, sus límites. En medio del caos, los ánimos están caldeados y el flujo de imágenes sangrientas, chocantes, que se comparten sin pensarlo dos veces, no ayuda. Algunos solo quieren informar de la situación. Otros, pretenden cínicamente ganar notoriedad.
Muchos usuarios -sobre todo en Twitter- tienden a compartir contenidos que no están verificados o no provienen de fuentes fiables. También durante la masacre de Múnich se dió el caso: a pocos minutos de conocerse la noticia, la red estaba inundada de reportes falsos.
Asimismo, tras el atentado de Ansbach, han circulado numerosas especulaciones. Así que algunos usuarios comienzan a llamar al resto, así como a los medios, a no seguir propagando rumores, y esperar a que existan pruebas. Pero incluso cuando un contenido se ha verificado, es necesario pensar dos veces antes de compartirlo.
Quien publica fotos y videos del lugar del crimen o del crimen mismo debe saber que eso es justo lo que buscan los terroristas: atención, notoriedad. Quieren que la mayor cantidad de personas posible conozca sus actos para propagar el miedo.
Respetar a las víctimas y ayudar a la policía
Una de las primeras reacciones de las autoridades, tras los ataques de París, Bruselas, Niza, Múnich y Ansbach, fue justamente el pedido de no compartir tales imágenes, así fuera solo por respeto a las víctimas y sus familias.
Las imágenes en vivo del lugar de un crimen o del trabajo policial aún en curso representan un problema adicional: pueden ayudar a los perpetradores y entorpecer así el trabajo de las autoridades. En Múnich, la policía lo recordó continuamente, y en varios idiomas.
Las noticias sobre hechos violentos so un tema delicado para todos, pero especialmente para los afectados y la policía.
Por eso, los usuarios de las redes sociales deberían pensarlo dos veces antes de retuitear, apretar un botón de «me gusta» o compartir determinados contenidos y convertirlos en virales.
Editor: Conrado Vives Anias.