El capitalismo. Una desgracia

La sacrosanta propiedad privada de poderosas empresas, se convierte en espoliadoras de los trabajadores.

Es una gran mentira afirmar que genera riqueza para todos; por el contrario, constituye una gigantesca vidriera de maravillas a la cual solo tiene acceso la clase «superior», la misma que ha escalado muy alto sobre las espaldas de los que le han dado vida mediante la explotación de su trabajo, muchas veces esclavo en pleno siglo XXI.

Es perversa la idea que siempre han tratado de infundir en las masas: la acumulación de riqueza es un derecho, mientras que el consumo desenfrenado hasta de lo superfluo constituye una necesidad básica de las personas.

En cierta ocasión, me sentí impactado por algunas ideas expresadas por el irlandés Oscar Wilde: «Es inmoral usar la propiedad privada a fin de aliviar los terribles males que resultan de la misma institución de la propiedad privada. Es a la vez inmoral e injusto».

Por tanto, me parece que no es necesario ser un erudito para darse cuenta de la gran injusticia que causa el capitalismo. Compruébelo fácilmente observando los datos siguientes:

Según la Organización de Naciones Unidas (ONU), un 20 por ciento de la población mundial concentra el 82 por ciento de su riqueza, mientras más de mil millones de personas sobreviven con apenas el 1.4 por ciento de tal riqueza.

Pero hay más cifras elocuentes: el 8 por ciento de los ricos ganan la mitad de todos los ingresos mundiales; y en cuanto a la riqueza personal afirman que el 1% más rico del planeta posee casi la mitad de todos los ingresos personales.

Entonces, se impone unas preguntas. ¿Qué sistema ha sido culpable de tanta desigualdad? ¿Será el socialismo, o la voracidad de los poderosos de esta tierra? Las respuestas son obvias, por supuesto.

Pero además, utilizan el retorcido concepto que asocia desarrollo a cantidad de automóviles, lujosos edificios, residencias palaciegas, casinos donde se juega enormes cantidades de dinero, fastuosas fiestas a las que acuden celebridades de la opulencia farandulera o politiquera etc.

Vea usted un simple ejemplo de las posibilidades que brinda el capitalismo con sus «bondades», en una noticia del gran mundo de la farándula: «Beyonce le regaló a Jay-Z un auto de 2 millones de dólares en su cumpleaños. El auto es para que engrose la colección de autos de lujo del rapero». ¿Pero, éste y otros muchos ejemplos pueden considerarse fruto del desarrollo que propugna el capitalismo para el mundo?

Se impone un No rotundo. Desarrollo es garantía de salud y educación gratuita para todos; es respeto a la condición humana; igualdad de derechos; garantía de la seguridad social; vivienda; solidaridad; desvelo por los ancianos, la mujer, los niños; alimentación adecuada; acceso a la cultura y el deporte.

Eso y más sí es desarrollo. Que no nos vendan manjar envenenado en plato de porcelana; preferimos el plato sencillo repleto de justicia y paz.

El egoísmo es el mal del mundo. José Martí

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