El Moncada, la acción

Su objetivo: prender la llama libertadora; proclamar con su grito de combate que Cuba no dormía, que la Patria se sacudía las cadenas que a lo largo de su historia la habían aherrojado una y otra vez imperios y tiranos.

Los jóvenes combatientes vestían uniformes del Ejército para pasar no levantar sospechas. Antes de partir, Fidel se dirigió a ellos y les dijo: «Compañeros: Podrán vencer dentro de unas horas o ser vencidos; pero de todas maneras, ¡óiganlo bien, compañeros!, de todas maneras el movimiento triunfará».

Esa fue  y sigue siendo la fe inquebrantable en la victoria de Fidel; la que en cada jornada a partir de entonces nos acompaña. Una fe, una confianza que vive en este pueblo porque se inspira en la razón y en ideas inamovibles como gigantescas montañas.

Sobre las cinco de la madrugada en la Ciudad Héroe se escuchaban los disparos. La luz de los fusiles iluminaba el cielo cercano al alba. Los jóvenes estaban organizados en tres grupos. Fidel al frente del ataque a la fortaleza de la tiranía; Abel y Raúl, cada uno al frente de un grupo, tomarían respectivamente el Palacio de Justicia para desde su azotea apoyar la acción, y el Hospital Civil para dar atención a los heridos.

Fidel llegó según lo previsto la Posta número 3 que fue desarmada; traspasaron la garitacuando una patrulla que hacía recorrido los sorprendió y comenzó a disparar sobre ellos. Los disparos provocaron de inmediato la movilización de la soldadesca dentro del cuartel.

El intercambio prematuro de disparos impidió el factor sorpresa que se había previsto. Otras armas necesarias para seguir combatiendo se habían extraviado en su ruta hacia Santiago.

«Cuando se ama a la patria como hermoso símbolo

Si no se tiene armas se pelea con las manos.

Ya estamos en combate…… ¡Adelante!» (*)

Se desató un combate desigual entre una guarnición bien pertrechada de armamentos y jóvenes cuyo principal arsenal eran las ideas del Apóstol y los sueños de libertad.

En el momento necesario Fidel ordenó la retirada. La soldadesca batistiana, por su parte, espantada por su impotencia comenzaba a asesinar.

Dieron rienda suelta a una orgía de sangre joven, de lo más puro del pueblo cubano; el objetivo de aquel día no se logró, pero sí el despertar definitivo de la conciencia de todo un país que a partir de entonces bajo la guía de Fidel emprendió el camino hacia su total independencia.

«Luchemos hoy o nunca por una Cuba sin esclavos

Sintamos en lo hondo la sed enfebrecida de la patria

Pongamos en la cima del Turquino la Estrella Solitaria» (**)

(*) Fragmento del poema «Ya estamos en combate», del combatiente del Moncada caído en la acción, Raúl Gómez García.

(**) Ibídem.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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