Neoliberalismo: ¿la salvación de los pueblos?

«Fue allí (…) donde los oficiales comprometidos (…) se reunieron en secreto con un oficial estadounidense, el mismo que después mantendría contactos con el almirante José Toribio Merino, Jefe de la Armada en Valparaíso. Ese hombre era el teniente coronel Patrick Ryan de la Oficina de Inteligencia Naval», dijo el General Carlos Prats al diario británico The Times sobre los preparativos del Golpe de Estado en Chile el 11 de septiembre de 1973.

Tal suceso y los hechos que le sucederían posteriormente, crearían un terreno ideal para poner a prueba las políticas imperiales de dominación. En efecto fue en Chile donde se implementó por vez primera la política de ultraliberalismo económico que extendería la iniciativa privada y limitaría el papel del Estado sobre la economía nacional; nace así el Neoliberalismo.

Pero llevar un país con economía socialista a desarrollar una de tipo ultraderechista implicó, según la periodista canadiense Naomi Klein, provocar un estado de «shock» a nivel de sociedad. Para que esta estrategia tuviera éxito la dictadura utilizó una tremenda fuerza represiva para deshacerse de cualquier tipo de oposición.

El lugar menos óptimo para imponer un libre mercado radical era Chile, que había elegido a un Presidente socialista y donde existían una izquierda y un movimiento sindical muy potentes. Por eso se empleó el terror sistemático para enfrentar cualquier crítica al modelo. En una carta de Milton Friedman a Pinochet en 1975, este economista habla del «tratamiento de shock» como la forma para imponer el libre mercado.

Fueron el estadounidense Milton Friedman (Nobel de Economía 1976) y sus talentosos alumnos chilenos, los llamados «Chicago Boys», los que tomarían a ese país del cono sur como laboratorio para aplicar las doctrinas del «neoliberalismo».

El programa económico instaurado por el gobierno de facto de Augusto Pinochet, conocido como «El Ladrillo», fue resultado del ingenio de estos economistas y crearía las bases para instaurar un sistema de libre mercado.

Las ideas del Neoliberalismo instauraron desde sus principios que la competencia es la característica fundamental de las relaciones sociales, que el mercado produce beneficios que no se podrían conseguir mediante la planificación, y convierte a los ciudadanos en consumidores cuyas opciones democráticas se reducen como mucho a comprar y vender.

Todo lo que limite la competencia es, desde su punto de vista, contrario a la libertad. Hay que bajar los impuestos, reducir los controles y privatizar los servicios públicos. La desigualdad es una virtud: una recompensa al esfuerzo y un generador de riqueza que beneficia a todos. La pretensión de crear una sociedad más equitativa es contraproducente y moralmente corrosiva.

La aplicación de la doctrina neoliberal en Chile logró un desarrollo económico real, superior al de otros países del continente: a ese fenómeno se le llamó «Milagro Chileno». Sin embargo, las diferencias sociales fueron mayores. De una política socialista centrada en las reformas sociales, Chile desarrolló una economía de mercado cuya ley es la del más fuerte y la fuerza se traduce en mayores riquezas.

El golpe de septiembre de 1973 inauguró una oleada de dictaduras cívico-militares en el Cono-Sur, Latinoamérica y el Caribe, todas bajo el manto del Plan Cóndor de la Agencia Central de Inteligencia (CIA).

Estos acontecimientos establecieron las bases del proyecto económico-político neoliberal en la región. A su vez fueron también exportados a Europa y posteriormente mundializados.

Para las décadas de 1980 y 1990, el neoliberalismo se globalizó como resultado de las directivas económica-políticas del Consenso de Washington, el cual profesaba que el crecimiento acelerado de la economía estaría ligado a la gestión de los organismos multilaterales de crédito como el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

Ya en la década del 70 los gobiernos de Jimmy Carter (Estados Unidos, 1977-1981) y del británico James Callaghan (1976-1979) habían implementado recetas neoliberales, sobre todo en materia de política monetaria.

El puntillazo fuerte llegó de la dupla Ronald Reagan-Margaret Thatcher (1981-1989) y (1979-1990): reducciones masivas de los impuestos de los ricos, destrucción del sindicalismo, desregulación, privatización y tercerización y subcontratación de los servicios públicos.

Ambas administraciones tuvieron apoyo, para sus reformas económicas, de la Organización Mundial del Comercio (OMC), el Tratado de Maastricht y claro está, el FMI y el BM. Ello le permitió exportar la política económica a todo el mundo.

Producto de la crisis de Deuda Externa de 1982, fracasa el modelo de sustitución de importaciones, mantenido aún por varios países latinoamericanos, y ocurre un tránsito hacia el Modelo Neoliberal (MN).

Aunque los postulados de Friedman habían sido instaurados en países del Cono Sur, sobre todo los gobernados por una dictadura miliar, México abrió el camino para el resto de la región que aún estaba orientada en el desarrollo del mercado interno.

Cuando el país azteca y otras naciones del área declararon incapacidad de pagar sus deudas fueron sometidas a las directrices del FMI y con ello a un nuevo modelo económico. Brasil, Colombia, Perú y Argentina también debieron seguir las pautas dictadas por el Consenso de Washington.

Desde aquel entonces hasta la actualidad el ideario neoliberal, desde el poder, ha trazado estrategias en busca de grandes beneficios a sus centros financieros.

Ejemplo de ello fue la iniciativa del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), lo cual pretendía lograr una reducción gradual de las barreras arancelarias para el comercio entre los países de toda la América. Su puntual fracaso resultó del esfuerzo de los gobiernos progresistas de la región.

Si bien es cierto que la política neoliberal ha ganado espacio como doctrina de dominación en América Latina y el Mundo, desde sus inicios tuvo detractores y movimientos que combatieron las medidas promulgadas por ella.

El anti-neoliberalismo se hizo latente desde la promulgación oficial del Consenso de Washington en 1989. Los ejemplifican el Caracazo en Venezuela; la guerra del Gas, el Agua y la Coca en Bolivia; las rebeliones neozapatistas en Chiapas, México, y las protestas sociales en Argentina y Ecuador.

Un fuerte espaldarazo al movimiento antineoliberal resultaron los gobiernos progresistas de Hugo Chávez en Venezuela, de Rafael Correa en Ecuador; Evo Morales, en Bolivia, y la fuerte influencia de la Revolución Cubana en torno a ideas de independencia y soberanía nacional.

Pero el golpe lapidario al ALCA lo dio el proyecto integracionista Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América- Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP) la cual inició con la cooperación entre Cuba y Venezuela en 2004, a la par que Chávez desarrollaba la concepción de desarrollo de Socialismo del siglo XXI.

El instrumento neoliberal que fue el ALCA vio su fin en la Cumbre de Mar del Plata (IV Cumbre de las Américas, 2005) al no ser aceptada por la mayoría de los países del continente. De esta manera cayó el proyecto más ambicioso de libre comercio impulsado por los Estados Unidos desde 1994: integrar el continente americano desde Canadá hasta la Argentina a través de un Área de Libre Comercio.

Es preciso aclarar que cuando se hable de Neoliberalismo debe mencionarse la triste historia del pueblo chileno, pues la forma en que esa estrategia fue implementada en el país sureño, marcó una ruta para su aplicación, y fue el shock su principal ingrediente.

Aunque frente a otros tiempos, el proyecto neoliberal aún se mantiene y gana espacios como resultado de la guerra de nuevo tipo que sobre la América Latina se cierne. Las medidas tomadas en los recientes mandatos de Michel Temer, en Brasil, y Mauricio Macri, en Argentina, así lo demuestran.

Es América Latina un continente con fuertes diferencias sociales con ciudades donde conviven favelas con rascacielos, pobres con ricos, hambrientos con poderosos, y todo ello es el resultado social de las políticas neoliberales. Aunque alejada de los tiempos de los Golpes Militares, la región aún se enfrenta a grandes desafíos visibles, entre ellos uno de capital importancia: resguardar su soberanía y su identidad.  

Autor