El Moncada, la víspera

Sin saberlo, desde meses antes lo mejor de nuestra juventud se alistaba para asaltar el cielo y poner en medio de él una estrella que orientara a todo el país. La estrella que al decir del Apóstol José Martí «ilumina y mata» porque conquistar la independencia y la libertad totales, costaría mucha sangre; sufrimiento en nuestras familias y, a la vez, más de esa gloria necesaria y definitiva a la que solo mediante el dolor se accede.

En el año de su Centenario el Héroe de Dos Ríos volvió a nacer en la persona del joven abogado Fidel Castro Ruz, quien desde el mismo instante del golpe de Estado lo denunció públicamente. El ideario de Fidel es la síntesis del sentimiento patriótico cubano nacido con hombres de la talla de Félix Varela junto a paladines como Céspedes, Maceo, Gómez, Calixto García, Guiteras, Chibás, Mella y el propio Martí.

Como germina una semilla en lo oculto de la tierra, así también sucedía con el proyecto liberador de Cuba en su nueva etapa, esta vez con las experiencias de otros momentos históricos en América Latina donde los más puros empeños de soberanía habían sido frustrados por la oligarquía y los poderes económicos y políticos que accionaban desde afuera.

El descontento, la frustración, la ausencia de un horizonte para Cuba ya estaban a punto de terminar. Los jóvenes que desde La Habana se trasladaron hasta Santiago de Cuba por los medios a su alcance y para evitar sospechas, eran en total 159. El precio de la proeza que encarnaron en la madrugada del 26 les costó a unos la muerte en combate o tras sufrir torturas una vez capturados; a otros la prisión y el exilio.

Fue una víspera tensa, agobiante, solamente compensada por la convicción de que se ofrecía a la Patria un gesto redentor, a cuyos pies ponían sus vidas en aras de la justicia y la dignidad.

Al frente de ellos, Fidel. El hombre que encarnó las ideas martianas hasta entonces cautivas; el gran protagonista de la segunda carga al machete reclamada por Rubén Martínez Villena.

Mientras en la noche del 26 de julio Santiago de Cuba zozobraba en medio de un carnaval de infortunio y desaliento; de ignominia alienante, los jóvenes encabezados por Fidel y secundados por Raúl, Abel, Almeida, Haydée, Melba, Raúl Gómez García, el Poeta del Moncada y muchos más, se aprestaban a lanzar el grito libertario.

Era el comienzo; el supremo reclamo paraun acto independentista y liberador que sería definitivo. Conocemos la historia. Triunfaron las ideas nobles. El Manifiesto del Moncada, redactado por Raúl Gómez García a instancias de Fidel, expresa al concluir: «Cuba abraza a los que saben amar y fundar, y desprecia a los que odian y deshacen. Fundaremos la República nueva, con todos y para el bien de todos, en el amor y la fraternidad de todos los cubanos».

Aquel luminoso día los que supieron amar y fundar protagonizaron el gesto de amor y vocación patriótica más grande del siglo XX cubano. Así germinaba el Moncada, la víspera.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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