El pensamiento de Mujica

Se trata de un Mujica en guayabera que emite chispazos de vez en vez con su verbo fácil y acostumbradas ocurrencias: tras preguntarse qué sería de nuestra vida si no contáramos con lo que nos legaron generaciones anteriores, se responde  “seríamos unos monos miserables, y andaríamos todo el día raspando algunos cangrejos pá poder comer en alguna costa”. Dejo a su inteligencia interpretar tales palabras.

Recientemente, Pepe Mujica pronunció un discurso magistral en nuestra Casa de las Américas, abordando temas cruciales que merecen un acucioso estudio, e incluso, mayor divulgación y tratamiento en nuestras instituciones educacionales. Pero resultaron tantas las valiosísimas ideas que expresó que no caben, ni mucho menos, en este modesto comentario.

Propongo entonces seleccionar del conjunto algunas que, en sí mismas, denotan su gran humanismo. Ha dicho: “No podemos aceptar el gobierno de necesidades imbuidas de capitalismo, de sed de ganancias, de mercado, de competencia; escalones humanos, pasarles por arriba, pisotearlos. Y esa es la idea de triunfar. Y saber que todavía hay viejos de ochenta, noventa años con un montón de plata y que siguen acumulando más plata, y hay que bancarlos, y no se les  puede cobrar impuestos.

Con cuanta razón ha manifestado que “la solidaridad y la lucha por la equidad no es un invento moderno; es eterno de la condición humana; como la cara conservadora no es moderna, no la inventó Franco; esa es la patología de lo conservador que se hace fascista. ¡Claro que sí!; es agradable saber que nuestra opinión es coincidente con una brillante personalidad de este tiempo. El conservadurismo ha existido siempre, unos se suman a su carro porque es más cómodo e incrementan su cuenta bancaria; pero también existió  el signo contrario, es decir,  los que  han luchado y luchan  esquivando las tentaciones del oro para  lograr la justicia social y la solidaridad humanas. Los primeros, con el devenir histórico, se han convertido en lo más abyecto del ser humano, alabarderos de un verdadero fascismo encubierto con el ropaje de los derechos humanos. Y los segundos mantendrán la bandera de lo posible del bien; es imprescindible soñarlo.

Finalmente, permítame compartir con usted las últimas palabras de su discurso  pronunciado en Casa de las Américas: “Pero el tiempo en la vida no lo podés comprar. Se te va, te tocan pito y adiós, márchate. Quien le dé valor a la muerte, tendrá voluntad para defender la vida. Hay que pensar en la muerte porque está a la vuelta, ahí no más, esperándonos. Por favor, no malgasten el único milagro que tienen, el milagro de estar vivos.

Que sea así Don Pepe. Gracias por existir para que siga alumbrando el camino.

            

 

 

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