Memorias del insurgente Marianao

A Francisco Diéguez respondía un séquito  de torturadores y asesinos integrado por los sicarios Raúl Díaz, Peláez, Marcel, y Humara, conocido como “Rompe huesos”. Este último, fue un insaciable perseguidor de Arístides con el marcado  objetivo de asesinarlo, según anunciaba.

Semanas antes, y con la información obtenida, Arístides se dirigió a un bar situado en la calle 45, en Marianao, donde se hallaba Diéguez junto a  varios de sus secuaces, haciéndole una buena cantidad de disparos. Si bien, el jefe policíaco resultó ileso no fue así con el agente Malagón, quien junto al capitán Baeza, Jefe de la 17 Estación de Policía y del Comandante Diéguez, habían participado en el asesinato del destacado abogado y político Pelayo Cuervo Navarro, denunciante de los manejos entreguistas que realizaba el dictador a favor de la Cuban Telephone Company.

A los citados uniformados, Arístides acusó valientemente de ser los autores materiales del hecho criminal. Primero lo hizo tras las rejas cuando fue detenido el 15 de mayo de 1957 y después ante el tribunal que lo juzgó y condenó a varios meses de prisión.

El cabaret Sans Soucí competía con el TropicanaEl 21 de diciembre de 1957, amanecer 22, en un auto marca Oldsmobile, y facilitado por el activo colaborador del Movimiento Luis Cabañas, parqueador del Cabaret Sans-Souci, cuatro combatientes se apostaron frente al edificio de la 17 estación de policía, esperando el cambio de guardia, lo cual se  debía hacer a las 12 de la noche y a la que frecuentemente asistía el Comandante Diéguez.

Arístides estaba acompañado de Lorenzo Munné, Carlos Acosta, y Manolo Núñez, todos fuertemente armados.  Él, junto a Manolo, serían los ejecutantes del atentado.  Hubo una larga espera y Diéguez no aparecía.  Entonces  se divisó con claridad la figura de Rompe huesos sobre  quien las armas revolucionarias empezaron a vomitar fuego.

Después de la sorpresa inicial los policías reaccionaron, estableciéndose un fuerte intercambio de disparos en el momento en que el cuerpo del citado esbirro, de unos 6 pies de estatura y unas 200  libras de peso, caía herido al pavimento. Posteriormente se conoció que necesitó de varias intervenciones quirúrgicas para salvarle la vida.

En medio de una gran  confusión en las filas policíacas, los combatientes abandonaron el lugar sin recibir daño alguno, devolviendo al poco rato el auto facilitado por Cabañas.  Era una de las tantas veces que con mucho riesgo el parqueador facilitaba a Aristídes este tipo de apoyo.

Se trataban de autos que eran propiedad de personeros del régimen de Fulgencio Batista, entre los que figuraban grandes empresarios y representantes  de la alta burguesía, quienes acostumbraban a pasar noches y madrugadas en uno de los centros nocturnos más afamados del país en aquellos momentos.

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