Sergio González (El Curita), valor a toda prueba

Muchos combatientes clandestinos al conocer alguna de sus acciones nos asombrábamos por su alto riesgo y la forma en que las organizaba y ejecutaba, muchas de ellas, en unión de sus colaboradores más cercanos.  Era un jefe respetado y querido, unitario, con una alta sensibilidad humana.  Siempre preocupado por los militantes que bajo sus órdenes debían realizar las acciones que él orientaba. 

Sergio González fue un revolucionario que muy tempranamente puso a disposición de la Revolución su pequeña imprenta donde no solo se imprimían documentos de suma importancia destinado al combate contra la dictadura, sino también, un local de reuniones de los máximos dirigentes del Movimiento 26 de Julio y refugio de muchos perseguidos.

Al salir Fidel del presidio de Isla de Pinos, el 15 de mayo de 1955, Sergio se entrevistó con él en tres oportunidades haciendo muy suya la estrategia orientada por el jefe de las acciones del 26 de Julio de 1953 con respecto a cómo desarrollar  la propaganda en la etapa revolucionaria que se abría. 

Desde ese entonces se convirtió en un decidido fidelista, con total conciencia, para cumplir todas las tareas que se le encomendaran. Poco a poco pasaría de un seminarista que no abrazaría definitivamente el sacerdocio, a convertirse en un dinámico dirigente sindical, y por último en uno de los cuadros indispensables en el proceso que se iniciaría después del desembarco de los expedicionarios del yate Granma, encabezados por Fidel.

Al arribar a La Habana Frank País y Faustino Pérez, con el objetivo de reorganizar el movimiento clandestino, se encontró con ellos en varias ocasiones, algunas, en locales del circuito CMQ, Radio y Televisión, en la calle M entre 21y 23, Vedado.

Por su entrega a la Revolución resultó detenido en varias oportunidades siendo la primera el 6 de noviembre de 1956.  Incansable en la creación de células clandestinas y en la selección de sus jefes.  Su penúltima detención se produjo el 10 de mayo de 1957, en que fue  remitido a la prisión del Castillo del Príncipe. Allí, junto a Faustino Pérez y otros destacados jefes clandestinos produjeron la histórica huelga de hambre que tuvo lugar desde el 16 de julio hasta el 1ro. de agosto de 1957, en solidaridad con sus compañeros presos en el presidio de Isla de Pinos que sufrían castigo y limitaciones por las autoridades del penal.

Al salir en libertad condicional tenía plena conciencia del peligro que corría en las calles habaneras debido a la persecución que tenían sobre él los cuerpos represivos para su detención o asesinato, lo que no impidió disminuir su actividad como jefe clandestino.

En los primeros días del mes de marzo  de 1958 y como resultado de la reestructuración del frente de Acción y Sabotaje del Movimiento, en La Habana, se ratificaron o nombraron a un total de 17 capitanes, entre ellos, a Sergio González, Oscar Lucero, Arístides Viera y Manuel Uziel.

Ya por entonces “El Curita” tenía en su haber la ejecución de importantes sabotajes a la economía de los intereses de la dictadura, así como otras acciones entre ellas: el sabotaje a la refinería de petróleo de la ESSO Standard Oil,  y el asalto a la Cámara de Compensaciones del Banco Nacional, la noche de las 100 bombas, la fuga del Castillo del Príncipe junto a varios combatientes, el sabotaje a la Conductora de Agua de Vento y su última acción, el sabotaje a las imprentas donde se confeccionaban los pasquines y los volantes de la campaña presidencial del candidato Andrés Rivero Agüero, connotado batistiano.

Su tenacidad y arrojo se apreciaba de manera constante. Entre los días 16 y 17 de marzo, se entrevista con Faustino Pérez y es cuando conoce la necesidad de posponer las acciones proyectadas, entre otras, la voladura de las instalaciones de la Central Eléctrica de Talla Piedra, en lo que había trabajado incansablemente desde el punto de vista de su organización.

Muchas acciones debían posponerse para los primeros días del mes de abril en espera de armas para la Huelga General Revolucionaria.  Por ello, Sergio comenzó a recorrer los lugares donde se hallaban los jefes de grupos para transmitir las orientaciones referidas.

Al asaltar la policía el apartamento de la calle K, No. 420, en el Vedado, serían detenidos, de manera escalonada, según iban llegando, varios revolucionarios que tenían como un mismo objetivo, concretar acciones ya previstas, desconociendo las orientaciones recibidas por “El Curita”, y quien también correría la misma suerte.

Todos fueron conducidos al Buró de Investigaciones y a sus sótanos de tortura.  Sádicamente, los torturadores, encabezados por el coronel Orlando Piedra Negueruela, jefe de dicho centro policíaco, se ensañaron con el cuerpo de “El Curita”, mutilando parte de su cuerpo, además de producirle numerosas heridas por los bayonetazos que le hicieron. 

Vendría después su asesinato, lo que harían de forma similar con los destacados combatientes Bernardino García Santos y Juan Borrell. Los tres revolucionarios serían arrojados en la bifurcación de la carretera de Vento y Calzada de Rancho Boyeros.  Era el 19 de marzo de 1958.

Un uniformado, testigo de aquellos momentos, declaró al triunfo de la Revolución que “El Curita”, en sus últimos minutos de vida, se abrió la camisa y retando a los sicarios les dijo: “Tiren que aquí hay un hombre”.

Sergio González, “El Curita”, como antes Gerardo Abreu (Fontán) habían decidido mantenerse en el combate clandestino en La Habana y no abandonar ésta a pesar de que se les había indicado su incorporación al Ejército Rebelde en la Sierra Maestra, debido al inminente peligro que corrían sus vidas.

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