Una definición simple de la palabra cultura puede estar asociada a la música, las artes escénicas, la literatura, la pintura, escultura etc. Y, por supuesto, quienes ostentan cualquiera de tales artes son personas merecidamente reconocidas y elogiadas.
Hubo una época en Cuba que, al hablar de cultura, nuestra mente nos llevaba de la mano al sector más privilegiado o único con derecho a disfrutar de ella, aunque en muchos casos tal clase era verdaderamente ignorante, sin embargo, solo en apariencia la disfrutaba como algo “distinguido” de la burguesía aunque se durmiera viendo un ballet clásico; era algo así como una auto propaganda. En definitiva, obviamente la llamada clase pobre ni siquiera conocía el significado de la palabra cultura; eran los condenados de por vida a ser analfabetos e incultos.
Pero un buen día de enero se abrió una puerta de grandes dimensiones, con orlas de triunfo, invitando a penetrar a una gran inmensidad en la que, unidas en un haz todas las artes, se mostraba como una fiesta de la cultura. Presentes estaban grandes figuras de todas las manifestaciones: uno al piano deleitando con una música sublime; más allá un joven, pincel en mano, nos hacía ver un paisaje de inaudita belleza; en un recodo del salón algunas mujeres y hombres escenificaban una obra de teatro que un público agradecido disfrutaba; era una simple muestra de las artes, aunque llamaba la atención una gran cantidad de niños, ancianos, obreros, campesinos, amas de casa, y ¡todos entregados a la lectura! Era, sencillamente, un espectáculo grandioso de una Revolución que logró abrir la gran puerta de la cultura. Y créalo, no quedó satisfecha y la llevó a parajes muy lejanos del mundo para enseñar y escribir a otros muchos de esta humanidad.
Un buen día Fidel Castro dijo que “la cultura era el escudo y la espada de la nación”; y que “sin cultura no hay libertad posible”. ¡Verdades incuestionables caramba! Y es que la cultura, en mi modesta opinión, trasciende en mucho sus ya conocidas expresiones. Cultura es ser educado; querer y respetar a la mujer; sentir placer apreciando una bella flor; emocionarnos con cualquiera de las poesías de nuestro Martí; apreciar con deleite un atardecer en nuestros campos.
Y aún más: es sentir que somos hermanos donde quiera que estemos, allá enfrente o más acá, con más riqueza o menos; encumbrados o no. Porque, en definitiva, el sol sale para todos, y de todos será la conquista de la paz que tanto anhelamos. Y, como expresión de sublime cultura amar y respetar a nuestra madre sagrada, la que nos parió en un acto sublime de amor.
Es infame, grotesco y vil que personas de este mundo se empeñen en atacar la cultura, ese bien maravilloso de la humanidad, porque es algo así como matar la vida, la esperanza en un mundo más justo, la fe en el porvenir y la patria sagrada.
“El cariño es la llave del mundo. Y el odio es su estercolero” José Martí