La hora de la contraofensiva progresista en Nuestra América

Las condiciones objetivas han desatado una ola de protestas en diferentes naciones del área, causadas fundamentalmente por el insostenible modelo de producción y consumo del capitalismo, las recetas neoliberales aplicadas que profundizan las desigualdades sociales -precisamente en la región más desigual del planeta-, la discriminación de los pueblos originarios, el saqueo de los recursos por las transnacionales, y la llegada al poder de corruptos personajes que favorecen al gran capital y al imperialismo, por encima de sus propios pueblos.

Los hechos indican que de nuevo se han abierto «las grandes alamedas por donde pasa el hombre libre, para construir una sociedad mejor», como expresó en sus últimas palabras el expresidente chileno Salvador Allende. Vivimos la hora de la contraofensiva de los pueblos en las urnas y en las calles.

Los últimos años al sur del río Bravo

En periodos recientes, con la triste época de restauración neoconservadora en nuestro continente, muchos académicos proclamaron erróneamente el «fin del ciclo progresista» en nuestra área geográfica, a semejanza de aquellos que un día también se equivocaron al pregonar la ridícula teoría del Fin de la Historia.

Nuestra América no sufrió en los últimos tiempos la culminación de la era progresista, sino la ofensiva de la derecha neoliberal en complicidad con el gran capital transnacional, los conglomerados mediáticos y, por supuesto, el apoyo y financiamiento del Gobierno de Estados Unidos, en su afán de revivir la Doctrina Monroe.

Como alertaba el General de Ejército Raúl Castro Ruz en su intervención el 1ro. de enero de 2019: «Luego de casi una década de poner en práctica los métodos de guerra no convencional para impedir la continuidad o frenar el regreso de los gobiernos progresistas, los círculos del poder en Washington patrocinaron golpes de Estado, primero uno militar para derrocar en Honduras al presidente Zelaya y más adelante acudieron a los golpes parlamentario-judiciales contra Lugo en Paraguay y Dilma Rousseff en Brasil».

«Promovieron procesos judiciales amañados y motivados políticamente, así como campañas de manipulación y descrédito contra dirigentes y organizaciones de izquierda, haciendo uso del control monopólico sobre los medios de difusión masiva. De esta forma lograron encarcelar al compañero Lula da Silva y lo privaron del derecho a ser el candidato presidencial del Partido de los Trabajadores para evitar su segura victoria en las pasadas elecciones».

Varios voceros de Washington tildaron de ‘frágiles y agotados» a los movimientos progresistas en la región.

A sus planteamientos respondemos con las palabras del líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, en la Segunda Declaración de La Habana, de gran vigencia en la actualidad: «Ningún pueblo de América Latina es débil, porque forma parte de una familia de 200 millones de hermanos que padecen las mismas miserias, albergan los mismos sentimientos, tienen el mismo enemigo, sueñan todos un mismo mejor destino, y cuentan con la solidaridad de todos los hombres y mujeres honrados del mundo entero».

Quizás, tomando en cuenta esta comunión familiar, por el temor a las revoluciones populares en Latinoamérica o en su desesperación de aferrarse al poder, algunos políticos derechistas han intentado inculpar a Cuba, a Venezuela y hasta a la «influencia rusa» como «causantes» de la marea antineoliberal en el continente. Otra intentona para desviar la atención de los orígenes reales de las protestas.

De «exportar revoluciones» una vez más se nos acusa

Volvemos al 4 de febrero de 1962, a la Segunda Declaración de La Habana: «Pretenden, en su delirio, que Cuba es exportadora de revoluciones.

En sus mentes de negociantes y usureros insomnes cabe la idea de que las revoluciones se pueden comprar o vender, alquilar, prestar, exportar o importar como una mercancía más. Ignorantes de las leyes objetivas que rigen el desarrollo de las sociedades humanas, creen que sus regímenes monopolistas, capitalistas y semifeudales son eternos.

«Frente a la acusación de que Cuba quiere exportar su revolución, respondemos: las revoluciones no se exportan, las hacen los pueblos. Lo que Cuba puede dar a los pueblos, y ha dado ya, es su ejemplo», declaraba Fidel.

En efecto, la génesis de la ola de protestas sociales desatadas desde hace semanas en Ecuador, Chile, Colombia y otros países, y de la victoria electoral en México y Argentina, está en la propia esencia del sistema de explotación capitalista, en el imperialismo como el primer y mayor enemigo de los pueblos.

Profundicemos solo en algunas estadísticas divulgadas por el canal RT.

El saldo del cuatrienio del Gobierno neoliberal de Mauricio Macri en Argentina dejará al cierre de 2019: 55 % de inflación, 10 % aproximadamente habrá caído el consumo masivo, 21 % aproximadamente habrá caído el poder adquisitivo del salario de los trabajadores, más del 10 % de desocupación, 334 000 millones de dólares de deuda pública de Argentina, bono a cien años y préstamo del Fondo Monetario Internacional (FMI) incluidos; 500 % aproximadamente se ha devaluado la moneda nacional en cuatro años y el 40 % de la población será pobre, entre otros indicadores alarmantes.

En cuanto «el ejemplo o modelo neoliberal chileno», los datos -vistos en profundidad y no superficialmente- tienen más de preocupación que de «milagro económico».

Fueron décadas de recortes en salud, educación, pensiones y otros programas sociales; Chile es uno de los países con mayor PIB per cápita en Latinoamérica, tiene salarios similares a los de Paraguay y precios equiparables a los de España; y el 30 % de los ingresos va a parar al 1 % de la población, cifra que lo sitúa entre los 15 países más desiguales del mundo.

Es la única nación de la región que aún se rige por una Constitución de la época de la dictadura militar de Augusto Pinochet, el único país en el planeta donde el acceso al agua está en manos de privados, y el endeudamiento de sus ciudadanos para llegar a fin de mes alcanza el 48 % del PIB. Ahí están las verdaderas causas de las protestas.

Con estas injustas condiciones de vida, ¿qué pueblo no despertaría? ¿qué ciudadanos no se lanzarían a las calles para intentar cambiar el statu quo? ¿quién podría impedir una revolución?

«Ocurre inevitablemente que en las naciones donde es más fuerte el control de los monopolios yanquis, más despiadada la explotación de la oligarquía y más insoportable la situación de las masas obreras y campesinas, el poder político se muestra más férreo, los estados de sitio se vuelven habituales, se reprime por la fuerza toda manifestación de descontento de las masas, y el cauce democrático se cierra por completo, revelándose con más evidencia que nunca el carácter de brutal dictadura que asume el poder de las clases dominantes. Es entonces cuando se hace inevitable el estallido revolucionario de los pueblos», ratificaba el Comandante en Jefe.

El reto en el actual escenario latinoamericano y caribeño

Nicolás Maduro Moros, Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, afirmó en la clausura del Encuentro Antimperialista de Solidaridad, por la Democracia y contra el Neoliberalismo que hoy existen tres frentes de combate abiertos.

Aunque al sur del río Bravo se han producido cambios sustanciales que son irreversibles e importantes victorias electorales, los últimos tiempos han dejado también significativas lecciones, entre ellas, no subestimar el carácter estratégico para los movimientos progresistas de unirse y de articularse, de poner en práctica la solidaridad mutua y el internacionalismo en torno a los retos comunes, de fortalecer la economía interna y de no confiar en el imperialismo «ni tantito así», como nos enseñó el Che Guevara.

«La mayor enseñanza que los revolucionarios y movimientos progresistas podemos extraer de la situación que se ha configurado es la de no descuidar jamás la unidad con el pueblo y no cejar en la lucha en defensa de los intereses de los oprimidos, por difíciles que sean las circunstancias», planteaba Raúl.

Hace poco, una amiga recordaba la idea de Frei Betto: «La izquierda actúa por principios. La derecha, por intereses».

Por esta razón, deben defenderse los principios históricos de integración latinoamericana y caribeña, ante los intentos de dividirnos y frente a la creciente hostilidad del imperialismo.

Urge rescatar los valores liberadores de los pueblos y librar la batalla comunicacional por la verdad en todos los espacios posibles, frente a la hegemonía de los grandes monopolios informativos y su guerra cultural y simbólica.

Como advirtió este domingo el Presidente cubano Miguel Díaz-Canel: «La izquierda tiene que aprender y asumir finalmente la dura lección de estos años de lucha en que la fractura y la desunión debilitaron nuestras fuerzas y la derecha se lanzó a la reconquista y a la destrucción de lo hecho (…). ¡Un mundo mejor es posible, necesario y urgente! ¡Luchemos por él!».

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