La justicia triunfó otra vez

En el escenario de la Asamblea General de Naciones Unidas la humanidad apoyó la Resolución 72/4 titulada: “Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba”. 

Con 189 votos a favor, 2 anquilosados en contra y 0 abstenciones, una vez más triunfó Cuba y con ella los que aman y construyen; los convencidos de que todos podremos lograr un mundo mejor si nos basamos en el respeto a la diversidad de puntos de vista y proyectos nacionales y, desde esa misma buscar puntos de coincidencia para trabajar juntos de manera humanista y civilizada. 

Los países que ejercieron su derecho al voto no practican necesariamente el mismo proyecto político, social y económico de Cuba. Votaron, además de por Cuba y su derecho a comerciar y colaborar con el mundo entero, por su propia soberanía, ya que la extraterritorialidad del bloqueo es un ultraje a su independencia y libertad de relacionarse normalmente con cualquier país – sin que importen diferencias – y sobre la base del mutuo respeto y posibilidades que esa relación misma propicie. 

Esos mismos países que una vez más se pusieron del lado de la justicia y la verdad, son igualmente sensibles ante las realidades del dolor humano que el Bloqueo contra Cuba acarrea en este pueblo. Votaron para que acabe de una vez por todas el dolor de cientos de familia cuyos seres queridos sufren de padecimientos curables – incluso muchos han muerto – por culpa de una obstinada y asesina anti-ley de odio y venganza que impide a Cuba acceder a medicamentos y tecnologías de salud capaces de revertir en dicha el sufrimiento familiar y humano. 

En su más reciente discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas, Bruno Rodríguez Parrilla, Ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, enumeró al comenzar una serie de casos, con nombres y apellidos, que evidencian los daños del bloqueo como agresión personalizada contra todos y cada uno de los cubanos y cubanas que habitamos este país; incluso, contra los que han optado por residir en los Estados Unidos y sufren el acoso por su derecho a la reunificación familiar y al libre y normal flujo migratorio con sus seres queridos. 

Ninguna otra cosa que el odio y la soberbia para que una administración se obstine contra la marea de la sensatez, una política tan vieja como errónea; hoy solamente para satisfacer la anquilosada sed vengativa de un grupo de individuos de origen cubano que no soportan la capacidad y la dinámica de la Revolución para perfeccionar su modelo político, económico y social con el concurso y la participación libres de todos sus ciudadanos. 

Estados Unidos pretendió justificar lo injustificable, y perdió la apuesta. Cuba, y todos los seres humanos de buena voluntad – sin importar las diferencias de sistemas político-económicos, idioma, raza y credos – votaron por el bien de todos. Fue también una victoria para la gran mayoría del pueblo de los Estados Unidos, que ansían una normalización plena de nuestras relaciones, cuyas voluntades y energías están listas para colaborar con Cuba en múltiples esferas de la inversión económica, el comercio, ciencia, salud, cultura, deportes y la salvaguarda del medioambiente. El pueblo norteamericano también triunfó a pesar de la frustración de contar con una Administración que es ajena a sus justos reclamos. 

Fue una derrota contundente para el imperio y su gendarmería; para sus cipayos exiguos y trasnochados que todavía sueñan con las vetustas décadas de dictaduras militares y aherrojamientos políticos, lo mismo a base del chantaje que de las bombas. El mundo no se dejó engañar; los cabildeos no surtieron efecto y las ocho enmiendas se convirtieron en esas mismas, entendibles con la sustitución de “la n que precede a la d”. 

Cuba continúa con sus transformaciones políticas, económicas y sociales para bien de su pueblo “con o sin bloqueo”, porque esa es su decisión soberana y voluntad nacional; y como expresó nuestro Canciller:

Los cubanos continuaremos decidiendo libremente nuestros asuntos internos en estrecha unidad, como hacemos en la discusión popular del proyecto de nueva Constitución y haremos en el próximo Referendo para adoptarla. No hay ni habrá espacio para la intromisión de una potencia extranjera”.  

Este primer día de noviembre de 2018 el mundo volvió a decirle sí a la verdad, la justicia y la concordia entre todas las naciones; un ¡SÍ! a viva voz que es al mismo tiempo el más descollante ¡NO! al odio, el crimen, la soberbia y la venganza.

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