En otras ocasiones he definido al imperio yanqui tal si fuera una tienda engalanada de oropeles lujosos para la ansiosa vista de los pueblos; sin embargo, esa dama impura, tras de sí, está enferma y putrefacta, carcomida por la injusticia, el egoísmo, la hipocresía y la prepotencia.
Como norma se proclaman campeones de la libertad, democracia y derechos humanos. Asumen una actitud demencial, creen que el resto del mundo es anormal, ignorante, y nacieron para ser sirvientes gobernados por Estados Unidos.
Y, consecuentes con tales “virtudes” van a las Naciones Unidas a acusar a los pobres de ser el motivo principal de las desgracias que padecen. Es algo así como el tigre acusando a su víctima por no permitirle que la mate.
Sin duda de ninguna clase el país del norte revuelto y brutal –como lo calificara nuestro Maestro Martí- es uno de los más grandes violadores de derechos humanos del mundo.
Téngase en cuenta que: es el país que no ha ratificado el Tratado sobre tales derechos; ni las Convenciones de los Derechos de los Niños; ni las de la Eliminación de la Discriminación contra las Mujeres, ni la de Derechos Económicos, Sociales y Culturales; y en actitud tan asombrosa como insultante, tampoco ha ratificado el documento de la Corte Penal Internacional dedicada a enjuiciar a acusados de crímenes de guerra y de lesa humanidad, rechazando que esa institución tenga autoridad sobre estadounidenses.
Por lo tanto, una simple interpretación de algo tan aborrecible es que Estados Unidos Sí puede cometer crímenes en cualquier lugar y no ser enjuiciado.
Y es que dentro de su propio país el imperio tiene violaciones. Digamos por ejemplo la de los derechos de los indígenas; del voto, de los inmigrantes. Incluso la Relatora especial de la ONU sobre racismo y discriminación ha detectado manifestaciones de racismo sistémico en todos los Estados de la Unión. Por su parte Amnistía Internacional detalla grandes deficiencias de derechos humanos, tales como: anulación de derechos de mujeres; delitos de odio; violación respecto a inmigrantes; detenciones arbitrarias, torturas, ejecuciones extrajudiciales y violación al derecho a la vida por la violencia con armas de fuego.
En definitiva: el mundo los aborrece pero, al parecer, están contentos…¡hasta un día! Ya José Martí lo dijo: “Hay hombres que viven contentos aunque vivan sin decoro…”