Los ricos y los pobres

Se acuesta pensando en la bolsa de valores y se levanta con la misma inquietud por saber si ésta bajó o subió. Al llegar a su oficina refrigerada recibe, como bofetada en el rostro, la mala nueva dando cuenta de un desfalco provocado por el administrador de una de sus fábricas.

Pero ahí no terminan sus infortunios. Según dictan las leyes de la alta sociedad, debe asistir a una función de ballet clásico, aunque no lo entienda y le resulte aburrida dada su extrema incultura; también a una obra de teatro con el mismo resultado; su presencia es imprescindible en la iglesia (otra ley de la burguesía), lo que para él es un martirio si tenemos en cuenta que no cree ni en su progenitora, excepto que sea tan o más rica que él.

Tiene que vivir en perenne esquiva de los mendigos que le suplican unas pocas monedas; y, por supuesto, inclinarse ante el nuevo presidente del país, esperando, pacientemente, que le retribuya de algún modo la generosa contribución a su campaña electoral. Faltarían muchas y grandes preocupaciones, entre ellas, como ejemplo, la posibilidad de que alguien le haga un atentado como respuesta a una de las graves injusticias que ha cometido.

Mientras, el pobre, aún cuando enfrenta grandes carencias, desarrolla un constante sentimiento de fraternidad; practica con placer renovado la solidaridad humana, compartiendo lo poco que posee y no las sobras; cuando se acuesta en su cama humilde para sanar su cansancio, empieza a soñar, pero de un modo distinto; ve un mundo justo, donde él es una pieza más del conglomerado humano; disfruta apreciando a sus hijos bien vestiditos; alimentándose con placer y marchando a su escuela, que no es suntuosa, pero digna.

Cada día despierta, pero solo con el brío de renovar otro sueño por un mundo mejor.

¿Y qué decir de pueblos enteros que sienten como propio el dolor de otros pueblos? Uno de los ejemplos más elocuentes es el de nuestra hermana Venezuela, con su actitud solidaria ante el desastre ocasionado por el huracán Matthew en Baracoa y otros lugares de la zona oriental de Cuba.

Como se conoce, y a pesar de sus propias dificultades económicas, llegan a la mayor de las Antillas valiosas donaciones que ayudarán mucho a resarcir los enormes daños que dejó a su paso el evento meteorológico. Es, ni más ni menos, la enseñanza y el ejemplo que han brindado a la humanidad el chavismo y su mejor discípulo, Nicolás Maduro.

El honor y la gloria de pertenecer a los humildes nos brinda placer; pero la codicia de los ricos solo nos da repulsión.

«Cesen los soberbios y cesará la necesidad de levantar a los humildes», José Martí.

 

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