Una constante en el quehacer revolucionario de nuestro país, atendido desde siempre por su máxima dirección, es la relación con la intelectualidad y los artistas. Una revolución de obreros y campesinos conlleva un sustento teórico y una traducción que se evidencia en toda manifestación artística. Cualquiera de estas manifestaciones, sin ser explícitamente política, lleva en sí el sello de su época y de su circunstancia. Lo político, aunque no lo exteriorice, subyace en la creación artística. Reflejar realidades, conflictos e incluso mostrar un arte cualitativamente distinto y superior, son factores necesariamente relacionados con la realidad política.
Desde los primeros momentos de la lucha contra Batista comenzó a expresarse un arte revolucionario en creadores tempranos como Raúl Gómez García, los hermanos Sergio Enrique y Luis Rodolfo Saíz Montes de Oca, Agustín Díaz Cartaya y Juan Almeida Bosque, por mencionar unos pocos. Recordemos que en los tiempos de exilio en México, poco antes de zarpar el yate Granma, Ernesto Che Guevara compuso también un poema de combate, publicado por la revista Casa de las Américas luego de su caída en Bolivia. Fueron todas expresiones de un arte revolucionario de guerra, de rescate de la nación cubana.
Con el triunfo llegaron nuevos desafíos; edificar un proyecto de honda transformación social reclamó esfuerzos mayores aún que los de las jornadas en la sierra y en el llano. La transformación objetiva se logró; entonces se hizo necesario un combate contra las fuerzas internas de la oligarquía y el viejo orden que se oponían al cambio, al tiempo de concientizar a las masas populares y orientarlas en medio de lo que ya era entonces un show mediático tan anti-revolucionario como contrarrevolucionario.
Por la importancia del vínculo entre la intelectualidad, el ámbito de la creación artística y la Revolución, entre las múltiples ocupaciones del máximo líder hubo tiempo para reunirse con este valioso sector social. Los obreros del pensamiento y la belleza siempre tuvieron en Fidel un guía orientador que les apoyara.
Un acontecimiento trascendental tuvo lugar hace 55 años, los días 16, 23 y 30 de junio de 1961, en la Biblioteca Nacional, cuando la dirección revolucionaria, encabezada por Fidel, se reunió con un grupo de escritores y artistas cubanos. Aquello fue un intercambio franco y abierto acerca de aspectos relacionados con la creación artística y la construcción del socialismo en Cuba. Encuentro calificado en palabras del propio Fidel al expresar aquella vez que “…para nosotros ha sido una discusión instructiva y, sinceramente, ha sido también amena.”
Más adelante Fidel aseveró: “Nosotros hemos sido agentes de esta Revolución, de la revolución económico-social que está teniendo lugar en Cuba. A su vez, esa revolución económico-social tiene que producir inevitablemente también una revolución cultural en nuestro país.” Obviamente esa revolución cultural a la que aludió nuestro líder histórico comenzó por la Campaña de Alfabetización, la universalización de la enseñanza con carácter totalmente gratuito, la apertura de academias y escuelas de instrucción artística, así como una gestión editorial sin precedentes para poner los mejores libros del saber universal al alcance de todos, apoyándose en una continua campaña por la lectura. Todo eso, apoyando lo entonces expresado por Fidel, ha sido y es parte de la Revolución.
Fidel se refirió al favorable cambio de condiciones de los escritores y artistas a partir del triunfo revolucionario. “Comparándolo con el pasado, es incuestionable que los artistas y escritores cubanos no se pueden sentir como en el pasado, y que las condiciones del pasado eran verdaderamente deprimentes en nuestro país para los artistas y escritores.” Más adelante, con la modestia y visión que lo caracterizan, afirmó: “Nosotros creemos que hemos contribuido en la medida de nuestras fuerzas a los acontecimientos actuales de nuestro país. Nosotros creemos que con el esfuerzo de todos estamos llevando adelante una verdadera revolución, y que esa revolución se desarrolla y parece llamada a convertirse en uno de los acontecimientos importantes de este siglo. Sin embargo, a pesar de esa realidad, nosotros, que hemos tenido una participación importante en esos acontecimientos, no nos creemos teóricos de las revoluciones ni intelectuales de las revoluciones.”
En otro momento de su intervención, avizorando las agresiones por venir y las ya existentes entonces, preguntó: “¿Cuál debe ser hoy la primera preocupación de todo ciudadano? ¿La preocupación de que la Revolución vaya a desbordar sus medidas, de que la Revolución vaya a asfixiar el arte, de que la Revolución vaya a asfixiar el genio creador de nuestros ciudadanos, o la preocupación por parte de todos debe ser la Revolución misma? ¿Los peligros reales o imaginarios que puedan amenazar el espíritu creador, o los peligros que puedan amenazar a la Revolución misma?”
En aquella intervención manifestó el carácter incluyente y las posibilidades de creación artística dadas por la Revolución. Fueron también palabras esclarecedoras del derecho de la Revolución a ser y a existir, siendo ella la propulsora de los derechos de los intelectuales y artistas. En aquellos días de diálogo franco se abrió paso la consigna “Dentro de la revolución todo, contra la revolución nada”. Pero todo va mucho más allá; la revolución reconoce y respeta la libertad de creación. Una libertad que, ante todo, defienda y salvaguarde los principios y la realidad creadores de las condiciones de esa misma libertad. Declaraciones valientes a solo dos meses de haber derrotado una intervención militar preparada y financiada por el gobierno de los Estados Unidos, y frente a nuevas agresiones que sin duda se avecinaban.
Un primer fruto de aquellos tres días fue la creación, dos meses después, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, durante la celebración del Primer Congreso Nacional de Escritores y Artistas.
Se trazó un camino: el de la libertad de expresarse y criticar dentro de posiciones revolucionarias. Aquellas palabras de Fidel, plenas en sabiduría, pronunciadas hace 55 años, requieren una continuada lectura; son vigentes y se adecuan a cada época. Todo es posible siempre y cuando se respete el derecho del pueblo a su libertad, el derecho de la Revolución, que es el pueblo mismo, a ser y a existir con su programa de justicia, equidad y oportunidades para todos.
Hoy, como hace once lustros, se mantiene actual lo que más que consigna es cuestión de principios que no se negociarán jamás: “Dentro de la Revolución todo, contra la Revolución nada.