Soñemos contra la barbarie

Si nos habituamos a ver y no ver, leer y olvidar, saber y, a la vez, ignorar, nos coloca al borde de un abismo demasiado profundo del cual no hay escapatoria posible. Basta con una simple mirada a los acontecimientos sufridos por la humanidad desde aquellos oscuros años de la Segunda Guerra Mundial, para percatarnos del enorme peligro en que nos encontramos.

Está claro que el inmenso poder del Imperio actúa como si el resto del mundo estuviera en la obligación de respetar sus órdenes sin importar lo malvadas que sean. No reconoce los derechos de los demás, sólo las obligaciones que tienen ante ellos. Invocan a Dios para validar la injusticia y justificar las guerras que promueven. Pero, aunque parezca increíble, -y siguiendo las nefastas ideas de sus precursores- el presidente Obama ha dicho lo siguiente: …nuestra seguridad emana de la justicia de nuestra causa, la fuerza de nuestro ejemplo y las cualidades de la humildad y la moderación. Somos los guardianes de este legado.

De tales palabras selecciono ejemplo, humildad, moderación. ¿Debemos creer que por tales vocablos se llevó a cabo el bombardeo atómico de Estados Unidos a Hiroshima y Nagasaki, en el que murieron tantos miles de japoneses inocentes? ¿Fue un acto de humildad y moderación la inaudita masacre de iraquíes al retirarse de Kuwait, hecho conocido como «la carretera de la muerte»?, ¿Cómo guardianes del mundo fue posible la invasión y masacre contra el hermano pueblo vietnamita; el derribo de un avión civil de Irán que le costó la vida a sus casi 300 seres humanos; el bombardeo al hospital de Médicos sin Fronteras en Kunduz, Afganistán, convertido en una verdadera carnicería humana; la muerte de miles de civiles con drones en Pakistán, Afganistán, Libia, e Irak?

A pesar de estos ejemplos y muchos más, el señor Bush (uno de ellos, no importa, son lobos de la misma camada) ha dicho que: «el mundo nos confió el poder, y el mundo está en lo correcto. Confían en que nosotros seamos justos y restringidos. Confían en que nosotros estemos del lado de la decencia. Confían en que hagamos lo correcto» Curiosas palabras, porque hoy el mundo considera exactamente todo lo contrario. Por todo esto, más de una vez, he insistido en la imprescindible necesidad de luchar sin descanso, para que un día las futuras generaciones derriben el fabuloso edificio de la maldad; y que sueñen siempre en que un mundo más justo sí es posible.

«En 1948 y 1976, las Naciones Unidas proclamaron extensas listas de derechos humanos; pero la inmensa mayoría de la humanidad no tiene más que el derecho de ver, oír y callar. ¿Qué tal si empezamos a ejercer el jamás proclamado derecho a soñar? ¿Qué tal si deliramos por un ratito? Vamos a clavar los ojos más allá de la infamia, para adivinar otro mundo posible (…)». Mensaje a la ONU de Eduardo Galeano.

Autor