Yo soy Fidel, yo soy Cuba, yo soy Dignidad…

Porque es a Fidel a quien se le rinde honores eternos, primero por haber soñado y hacer de Cuba una nación auténtica y libre. Cuando el ciudadano común dice «Yo Soy Fidel» corresponde a la voluntad del Comandante en Jefe, quien propició a sus compatriotas educación gratuita y de calidad, en un país que contaba con un 57 % de analfabetismo antes de 1959 y promovió la creación de 15 mil aulas en solo un año (1961)

También por crear un sistema de salud pública similar o superior al de países desarrollados, y entre otras conquistas, disminuyó la mortalidad infantil de 42.0 cada mil nacidos vivos en 1960 a una tasa por debajo de 5 en 2015.

La grandeza de Fidel se multiplica en sectores que resultan primordiales. El deporte, la ciencia, y la cultura también exhiben logros incestionables, y dicen mucho de los desvelos de un hombre que nunca pensó en privilegios, sino que entregó todo a la felicidad de sus compatriotas.

Ser Fidel significa, como expresó Israel Rojas, cantante del grupo Buena Fe, «ser capaces de convertir en NO todos aquellos sí que nos convocan a la traición, a olvidarse del prójimo; que nos convocan al odio, a la derrota; pero también nos convoca a volver SÍ a todo lo que hace mejor al ser humano, a superar las dificultades, a alcanzar los objetivos, a persistir en la justicia y a defender tus convicciones».

 

«Yo Soy Fidel» no es una mera consigna, es una idea de orgullo patrio, independencia plena, dignidad sin concesiones. Esos preceptos enaltecieron la vida y obra de Fidel, a quien no pudieron matar ni vencer sus enemigos, y nos dejó la enseñanza de que con voluntad y persistencia «¡Sí se puede!»

Las palabras del General de Ejército Raúl Castro, en Santiago de Cuba, así lo afirman: «Fidel nos demostró que sí se podía intentar la conquista del Cuartel Moncada; que sí se podía convertir aquel revés en victoria, (…), que sí se podía llegar a las costas de Cuba en el yate Granma; que sí se podía resistir al enemigo, al hambre, a la lluvia y el frío, y organizar un ejército revolucionario en la Sierra Maestra, (…), que sí se podía repetir la epopeya de Maceo y Gómez, extendiendo con las columnas del Che y Camilo la lucha desde el Oriente hasta el Occidente de la isla; que sí se podía derrocar, con el respaldo de todo el pueblo, la tiranía batistiana apoyada por el imperialismo norteamericano».

«Que sí se podía proclamar el carácter socialista de la Revolución a 90 millas del imperio, que sí se podía enviar ayuda solidaria a otros pueblos hermanos en lucha contra la opresión colonial, la agresión externa y el racismo (…), que sí se podía convertir a Cuba en una potencia médica, reducir la mortalidad infantil a la tasa más bajas del Tercer Mundo, primero, y del otro mundo rico después, (…) que sí se podía transformar a Cuba en un gran polo científico, avanzar en los modernos y decisivos campos de la ingeniería genética y la biotecnología; insertarnos en el coto cerrado del comercio internacional de fármacos y desarrollar el turismo, pese al bloqueo norteamericano».

«Que sí se puede resistir, sobrevivir y desarrollarnos sin renunciar a los principios ni a las conquistas del socialismo en el mundo unipolar y de omnipotencia de las transnacionales que surgió después del derrumbe del campo socialista de Europa y de la desintegración de la Unión Soviética».

Por tantas razones, «Yo Soy Fidel» es compromiso y reto para los cubanos y las cubanas de estos tiempos. Es una convicción tan sólida y fuerte con el «Patria o Muerte», que los acompaña en los momentos trascendentales y definitorios, y que se reafirma una y otra con el «Venceremos», cuando los obstáculos y las adversidades se hace añicos ante la fuerza de un pueblo que avanza indetenible hacia el futuro.

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