Curiosidad y dramatismo en la historia olímpica

Cuando lo ayudaron a salir de la alberca, von Halmay estaba inconsciente. Interesante resultó conocer que otro húngaro, Peter Toth, integrante del equipo ganador del oro en sable por equipos en esa propia cita, se interesó por la esgrima cuando, a los 16 años de edad, tuvo una pelea y fue retado a duelo. Por ello tomó lecciones apresuradamente, pero afortunadamente para él, según confesó, dicho enfrentamiento nunca se efectuó.

En la capital británica el canadiense Robert Kerr, de sólo cinco pies y cinco pulgadas de estatura, se presentó para las carreras atléticas de 100 y 200 metros planos, en la primera de las cuales alcanzó el tercer lugar, lo cual achacó a un exceso de preparación física. Kerr contó más tarde que para los 200 dejó de entrenar y la noche antes de la prueba la pasó bebiendo y bailando hasta el amanecer. Después de refrescarse se presentó en la pista y se convirtió en el hombre más pequeño en ganar una carrera de velocidad en Juegos Olímpicos.

En el capítulo de los hechos curiosos clasifica la premiación en Estocolmo-1912 de la categoría ligero-pesada de la lucha clásica, cuando el finés Ivar Bohling y el sueco Anders Ahlgen recibieron sendas medallas de plata. Ellos fueron los finalistas de esa lid y tras pelear durante nueve horas, el combate fue declarado empate. Sin embargo, el reglamento no permitía el título compartido.

En la propia disciplina, en los pesos medianos, se estableció el récord de enfrentamiento más largo, protagonizado durante 11 horas hasta que el ruso Max Klein derrotó al finés Alfred Asikainen en semifinales. Después de una prueba tan extenuante, Klein declinó presentarse por el oro ante el sueco Claes Johansson y dijo estar conforme con llevarse a casa la plata.

Amberes-1920 marcó la última aparición olímpica al unísono en las competencias de tiro de los famosos suecos Oscar (73 años de edad) y Alfred (41) Swahn, padre e hijo. Oscar inició su trayecto en París 1900 y su hijo se le unió en Londres 1908 y Estocolmo 1912 (continuó solo en París-1924), ocasiones en las cuales el primero obtuvo 3-2-2 preseas y Alfred 3-1-1.

De paso, el padre fue en esta ocasión el concursante de mayor edad en cualquier deporte en unos Juegos. Durante la ceremonia de clausura de esa edición belga todos los medallistas concurrieron al estadio para recibir simbólicamente sus premios de parte del Rey Albert. Pero faltó uno, el atleta Morris Kirksey, integrante de la posta estadounidense dorada en los 4×100 metros, «alojado» en una cárcel de la ciudad.

Y es que Kirksey fue sorprendido cuando entraba por una ventana a los vestidores -en ese momento cerrados- en busca de un par de zapatillas de carrera, fue detenido por la Policía y conducido a la Comisaría. Como el norteamericano no hablaba francés o flamenco y los agentes no entendían el inglés, no pudo haber una explicación de lo ocurrido realmente. Al día siguiente todo se aclaró y el velocista pudo llegar a tiempo para la partida de su delegación.

El remero norteamericano Bill Havens perdió una segura corona en París 1924, pero recibió una estimulante recompensa, 28 años después. Era uno de los seleccionados para el bote de ocho remos, al cual los expertos le daban amplias posibilidades de llevarse el título. Pero poco antes de zarpar el buque con la delegación hacia Europa, Havens pidió quedarse pues su esposa estaba a punto de darle su primer hijo.

Ese bebé, nombrado Frank, ganó en Helsinki 1952 la prueba de los 10 mil metros individual en el torneo de canotaje.

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