Las fechas infinitas

Lo que ocurrió unas pocas horas atrás, ya nos parece añejo. Los tiempos de la hipercomunicación, de la aldea global, están teñidos de semejantes colores.

En el  noble afán de reconocer los esfuerzos, se han designado días dedicados a las diferentes áreas de la vida económico-social del país. A eso, por supuesto, se suman las fechas históricas, las efemérides, las conmemoraciones oficialesde “obligada referencia”, según la jornada que corresponda.

 Lo que en principio es un propósito noble, se ha transformado tantas veces en rutina. En las emisiones informativas suelen abrirse paso las croniquillas de ocasión ―tantas veces dulzonas, confundiendo latidos con serpentinas―, las semblanzas que poco aportan  ―calcos año tras año― y testimonios de puro compromiso.

Subsiste mucho formalismo a la hora de conmemorar o festejar las fechas. Es algo que se debe hacer y se hace… como se puede. Lo que no toca, no penetra. Son balas de salva, flechas que no dan en el blanco, esfuerzos dignos de mejores causas. 

Andamos a caballo con un almanaque bajo el brazo, pendientes más de no pasar por alto determinada fecha, que de hurgar en su trascendencia.  Nos hemos excedido.

Ahora mismo que tanto hablamos de la comunidad, del trabajo comunitario y del barrio, la fecha del 18 de febrero, Día del Instructor de Arte, no pasa por alto. Sin embargo, ¿damos voz a esos propios instructores con sus proyectos, a lo largo del año? ¿Nos acercamos al funcionamiento y las propuestas de las Casas de Cultura? ¿Reflexionamos sobre el diseño de diversión y cultura ―tantas veces aferrados al facilismo de la bocina― que muestran algunos barrios?

No nos podemos obnubilar con las fechas. No se “cumple” con las fechas, estas son la ocasión para recordarnos que se debe ir a los procesos. Los por qué han de acompañar a los qué.  

La radio está sometida a urgencias. La media hora de un noticiario diario, por ejemplo, es una labor bien exigente. Justamente por ello se requiere el diseño de estrategias de investigación, la formación de equipos de trabajo, la mirada hacia lo mediato, el barrido de las principales dificultades de un área dada, más allá de cualquier fecha.

El sistema radial cubano tiene el poderío de una cobertura amplia en el territorio nacional como ningún otro medio. Es una de sus indudables fortalezas. En varios municipios del país, una emisora de radio es el centro cultural más importante del entorno, y para su gente,importan todos los días y todas las  fechas.

Aplaudo la inmersión de programas y casas radiales en sus realidades. Aplaudo aquellos espacios que desbordan esquemas que los aherrojan, que no están diseñados sobre la base de los minutos al aire,  sino del nivel cualitativo de su contenido. No hay que copiar lo que en un territorio funcione, sin la crítica correspondiente; ni construir la programación sobre la servidumbre e imitación de las radioemisoras más grandes.

A la sociedad que construimos le son más caras las cualidades que los números. Todos los días, tratando martianamente de encontrar la luz, aunque no sea enero; de encontrarnos con la tierra,  aunque no sea mayo. Cada emisión ha de llevar aquello que desvela, preocupa, hace soñar a nuestra gente. Siempre es el día para hacerlo.

Autor

  • Reinaldo Cedeño Pineda

    (Santiago de Cuba, 1968) Licenciado en Periodismo (1991) y Máster en Comunicación Social por la Universidad de Oriente (2004). Recibió la Distinción por la Cultura Nacional y el Premio Nacional de Periodismo Cultural José Antonio Fernández de Castro (2021) por la obra de la vida. Alcanzó el premio de los concursos nacionales de poesía Hermanos Loynaz (2011) y Regino Pedroso (2014). Premio Latinoamericano de Crónicas (Portal Nodal Cultura, 2016). Entre sus libros: A capa y espada, la aventura de la pantalla (2011), Poemas del lente (2013), La noche más larga. Memorias del huracán Sandy (2014), Ser periodista, ser Quijote (Ediciones La Luz, 2019) y Las pequeñas palabras (2019). Miembro de la UPEC y de la UNEAC. Actualmente es realizador de la emisora Radio Siboney.