Hacer la radio desde dentro fue un arresto, un camino que se presentó inevitable, una dichosa circunstancia. Hubo un giro en mi vida: de la letra impresa a la letra hablada, del verbo atrapado al éter. Fue un aprendizaje hermoso, retador. La comunicación y el periodismo lo emparenta todo, mas cada medio tiene sus propios decires, sus singulares haceres.
Cargada una experiencia, me adentré en otra. Comparé, regulé, intenté. Traté de dar a mi voz las intenciones que antes eran un mero componente del proceso de construcción del artículo escrito, y que ahora se revelaban insoslayables.
Aprendí mirando a los mejores que tuve a mano, a levantar cada palabra, a traducir cada punto y seguido, cada interrogación. Siempre me ha maravillado ese proceso, ese trasvase, ese vuelo.
El periodismo radial tiene mucho de impromptu, de la vida misma: intenta aprehender en una frase, los saberes o las razones de un protagonista, de un hecho. Tantas veces resulta un toma y daca de un intenso disfrute, donde caben la sabiduría de un científico o la expresión más popular.
La radio es grande porque es sencilla.
He ido descubriéndola de a poco, escudriñando sus secretos, tratando de escuchar sus latidos y sumando los de la gente que trabaja, sufre, sueña en nuestro entorno. A veces ha bastado un acorde para reafirmar una intención, a veces he sufrido el proceso de edición, esa alquimia increíble. Escoger las palabras con la inflexión exacta, con el sentido justo, te hace sangrar.
Lo mejor de la radio es su cercanía. No hay cámaras para evaluar el vestido, no hay planas para estirar el titular. La radio reconcentra. Es la comunicación desnuda, táctil, labrada en la propia estirpe de la gente. La radio es de cada uno.
¿Cuántas crónicas, cuántas entrevistas, habré sumado en estos años? ¿Cuántas tocaron verdaderamente a la gente y cuántas corrieron sin dejar rastro, sin levantar una partícula? ¿Cuántos caminos quedan por recorrer?
¿Qué radio tenemos, cuál queremos y cuál necesitamos? ¿Qué cantos solemos radiar y cuáles son los que se deberían escuchar?
Leo otra vez, mil veces, al inolvidable colega José Aurelio Paz, Premio Nacional de Periodismo José Martí: “La credibilidad no está en el canto laudatorio o en la crítica de abordaje piratesco, sino en ser nosotros mismos, como misma es nuestra nación; compleja y unida (…)”.
Cada 14 de marzo se celebra el Día de la Prensa en Cuba, en conmemoración al periódico martiano, a Patria. No podía ser otro nombre ni otra fecha. Patria es una palabra poderosa. Patria es una palabra de fuego.
La patria la hacemos día a día, desde los medios, desde fuera de ellos. Nos salva cuando la mostramos “como nosotros mismos”. La patria siempre nos abraza, siempre nos convoca, siempre nos llama. Patria, es decir su gente. La gente de la radio, lo sabe bien.