Rosalía: una rosa viva de la cultura cubana

La primera vez que tuve frente a frente a Rosalía Arnáez González, fue en una revista vespertina que ella conducía en la televisión cubana. Disfruté el diálogo junto a ella, frente a las cámaras de todo el país. Ya conocía quien era, yo sabía el privilegio que me había deparado el destino.

Pasé un largo tiempo sin verla más que por la pantalla; hasta que coincidimos en el teatro Heredia, en un Festival del Caribe. El acuarelista, el maestro Luis Carbonell había vuelto a su tierra santiaguera, y Rosalía venía con él. No quise molestarla. ¿Qué razones tendría una de las comunicadoras más prestigiosas de Cuba, para acordarse de un invitado ocasional a uno de sus programas?

Ella en cambio, me regañó cariñosamente, me abrió su pecho. Y en ese acto de pura sencillez, se dibujó ante mí un ser humano de puros quilates.

El Concurso Caracol de la Uneac y sus jornadas teóricas, nos unieron más; mientras ella presidía la sección de audiovisuales de la institución que agrupa a la vanguardia artística e intelectual de Cuba.

La he visto presentar a personalidades y a nuevos valores en los más diversos escenarios, con una elegancia y seguridad emblemáticas. La he visto disertar sobre una profesión como la locución, que acompaña los hechos más relevantes de una sociedad.

He disfrutado de sus peñas, salvadas contra viento y marea; de esos seguidores que no la dejan por nada del mundo, de sus empeños personales por salvar agrupaciones y solistas.

La he esperado a la salida del Noticiero Nacional de Televisión. La he seguido, a esta pebeta del tango, a su programa en Habana Radio. La he visitado en su hora de música cubana en la COCO. La he acompañado a visitar a personas que requerían un medicamento, una ayuda.

La he visto presentar las galas de los Festivales de Ballet, las veladas del Guzmán, las sesiones de la sala Villena de la Uneac. He tocado su colección de discos. He contemplado el mar desde su balcón. La he visto cantar.

Guardo como un tesoro, una foto junto a Rosalía y la inolvidable Ela Calvo en el Gato Tuerto. Ella bordaba la noche en aquel lugar mítico. Tengo dedicado su libro ¡Al aula! Didáctica de la locución, escrito a cuatro manos junto a otra profesional de respeto, Idania Martínez Grandales. Cada página suya, es una experiencia que aquilatar. Cada momento, un regalo.

Rosalía nunca me ha querido dar una entrevista. Ella se desase de sí misma, para elogiar a los demás. Ella tiene un sentido prístino de la memoria. Ella vence —incluso a los demonios, incluso a los temores—  con una sonrisa.

El Premio de Honor Violeta Casal que le ha sido otorgado en la hermosa ciudad de Caibarién, en la Villa Blanca, durante el Concurso Santamareare,  distingue una trayectoria de excelencia, honra toda una vida… pero es más.

Ella, con su grandeza íntima, con su auténtica estirpe, nos premia a todos.

Ella es una rosa viva de la cultura cubana.

Autor

  • (Santiago de Cuba, 1968) Licenciado en Periodismo (1991) y Máster en Comunicación Social por la Universidad de Oriente (2004). Recibió la Distinción por la Cultura Nacional y el Premio Nacional de Periodismo Cultural José Antonio Fernández de Castro (2021) por la obra de la vida. Alcanzó el premio de los concursos nacionales de poesía Hermanos Loynaz (2011) y Regino Pedroso (2014). Premio Latinoamericano de Crónicas (Portal Nodal Cultura, 2016). Entre sus libros: A capa y espada, la aventura de la pantalla (2011), Poemas del lente (2013), La noche más larga. Memorias del huracán Sandy (2014), Ser periodista, ser Quijote (Ediciones La Luz, 2019) y Las pequeñas palabras (2019). Miembro de la UPEC y de la UNEAC. Actualmente es realizador de la emisora Radio Siboney.

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