¡Qué gente, caballero!

Aquel infante que conozco tan de cerca, sabía que cuando sonaba el espacio Por nuestros campos y ciudades, debía entrar al baño, y a seguidas, al filo del mediodía, cuando Radio Progreso anunciaba Alegrías de sobremesa, tenía que estar listo para el almuerzo ―sin mirar mucho el plato, la alegría la había puesto la radio― y minutos  después, emprender rumbo a la escuela.

Por esos caminos me iba con la sonrisa de Estelvina, con la picardía del tío Simeón, con la pena de Alejito, con las palabras de Paco y Rita, con el sombrero de Melecio y con Teté, siempre enterada de todo.

Hemos perdido demasiado tiempo, nos hemos dejado enredar, hemos reducido, interpretado literalmente frases al estilo de “una imagen vale más que mil palabras”, suponiendo que la imagen es únicamente aquello que nos entra por la retina.

La conformación de la imagen requiere un complejo proceso de decodificación, asimilación e interpretación de aquello que nos impacta. Una imagen compromete al resto de los sentidos, atraviesa filtros de muy diverso tipo y toca nuestras percepciones, experiencias y cultura. Por eso al cerrar los ojos, seguimos formando imágenes mentales.

El sonido tiene la capacidad de evocar una imagen, de construirla.

De estas teorías, de estas certezas nada sabía al escuchar  Alegrías de sobremesa… pero aquel niño ponía colores al edificio fabricado en el aire, subía las escaleras, adivinaba el traje de cada uno de los personajes.

¿Dicen que la radio se va, que la radio se esfuma?

Aquellos nombres, los de Alberto Luberta ―el mago, el increíble, el guionista de oro― y los de Idalberto Delgado, Marta Jiménez Oropesa, Aurorita Basnuevo, Enrique Arredondo, Wilfredo Fernández, Reinaldo Miravalles, Marta Velasco… están sonando en mi memoria todavía.

Cuando conocí a Luberta, ya lo quería. Él era todo eso. Guardo una foto, ambos de blanco, que me tocó para siempre. No hay poses, hay pases. Parece que nos conocemos de toda la vida… es que así era. La radio tiende lazos invisibles, tiene esos poderes.

Tuve tantas ganas de decirle:  ¡Qué gente caballero, pero qué gente!, mas las palabras se quedaron en esbozo, en su callado estruendo, en el mismísimo pecho. Eso es la radio, más que sonido, más que imagen, más que compañía. La radio es un abrazo.

Autor

  • Reinaldo Cedeño Pineda

    (Santiago de Cuba, 1968) Licenciado en Periodismo (1991) y Máster en Comunicación Social por la Universidad de Oriente (2004). Recibió la Distinción por la Cultura Nacional y el Premio Nacional de Periodismo Cultural José Antonio Fernández de Castro (2021) por la obra de la vida. Alcanzó el premio de los concursos nacionales de poesía Hermanos Loynaz (2011) y Regino Pedroso (2014). Premio Latinoamericano de Crónicas (Portal Nodal Cultura, 2016). Entre sus libros: A capa y espada, la aventura de la pantalla (2011), Poemas del lente (2013), La noche más larga. Memorias del huracán Sandy (2014), Ser periodista, ser Quijote (Ediciones La Luz, 2019) y Las pequeñas palabras (2019). Miembro de la UPEC y de la UNEAC. Actualmente es realizador de la emisora Radio Siboney.