Radio y colonización cultural

La colonización cultural es el intento de someter a un complejo de inferioridad aquella creación autóctona, que escapa a las normas y dictados de las grandes capitales del llamado Primer Mundo. Naturalmente, el mundo según esta interpretación se reduce al espacio euro-norteamericano, visto este como el centro, y el resto, salvo algunas excepciones, sería la periferia.

Aunque en el grupo de la primeras veinte economías del mundo, se encuentran países como Rusia, Brasil, la India, Indonesia y México, la riqueza  de esas culturas, desde el poder primermundista, es tachada de “folclor local” y sometida a la marginación en su jerarquía, visualidad y reproducción.

París, Nueva York, Tokio y Londres;  y no Jakarta, Calcuta, Guadalajara o San Petersburgo.

Un enfoque discriminatorio racial y cultural se impone desde esta hegemonía que también dicta los modos y las modas del arte, los sistemas de valoración y los grandes premios. La colonización cultural  propone la importación “civilizatoria” desde esas fuentes de poder, que han de construir el mundo a su imagen y semejanza.

Pese a toda esa penetración, la cultura latinoamericana y caribeña (incluida Cuba, por supuesto), tiene mucho de resistencia y cimarronaje, de persistencia. Los ritmos ancestrales, las manifestaciones artesanales, los festejos populares, las historias de rebeldía, la tradición gastronómica y la radio en las comunidades, son ejemplos de que la cultura de un pueblo es consustancial a su propia existencia.

La radio cree y vive en lo local. Al reproducir la atmósfera, el paisaje, el legado y espíritu de una región, va entregándolo cada vez como reconocimiento a sus públicos., tantas veces invadidos, por otras influencias ajenas y lejanas.

La radio es una creación múltiple frente a la colonización cultural, pues al reproducir, nombrar y dar voz a aquello que le es cercano y conocido al oyente, que le resulta caro a sus afectos,  refuerza indudablemente su prestigio y pertenencia.

Por eso, la radio ha de ser celosa (repito la palabra, celosa) del diseño de su programación, de la interrelación con sus públicos, de sus misiones y de los saberes que expande.  Cuidarse del corte y pega “enciclopédico”, de la importación acrítica, y ha de adentrarse en su entorno, como un sempiterno reproductor de energía.

El centenar de emisoras cubanas, distribuidas en nuestro archipiélago, son bastiones de nuestra identidad. No es que el camino sea fácil ni perfecto, pero han de cuidarse con denuedo sus espacios físicos y virtuales, su comunicación y su gente.

La identidad de una nación está formada, indefectiblemente, del entrelazamiento a su vez de las identidades regionales que son la base cotidiana de nuestras casas de radio. Quien no lo haya asumido a estas alturas, ha entendido muy poco.

Autor

  • Reinaldo Cedeño Pineda

    (Santiago de Cuba, 1968) Licenciado en Periodismo (1991) y Máster en Comunicación Social por la Universidad de Oriente (2004). Recibió la Distinción por la Cultura Nacional y el Premio Nacional de Periodismo Cultural José Antonio Fernández de Castro (2021) por la obra de la vida. Alcanzó el premio de los concursos nacionales de poesía Hermanos Loynaz (2011) y Regino Pedroso (2014). Premio Latinoamericano de Crónicas (Portal Nodal Cultura, 2016). Entre sus libros: A capa y espada, la aventura de la pantalla (2011), Poemas del lente (2013), La noche más larga. Memorias del huracán Sandy (2014), Ser periodista, ser Quijote (Ediciones La Luz, 2019) y Las pequeñas palabras (2019). Miembro de la UPEC y de la UNEAC. Actualmente es realizador de la emisora Radio Siboney.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *