No voy a mencionar año ninguno, yo no voy a agregar número alguno. Solo el sitio diré y ese es Sandino, el municipio más occidental de Cuba, allí donde se acaba la Isla, o tal vez donde empieza, según se mire. El último lugar donde se pone el sol en la mayor de las Antillas, justo en la puntica del mapa.
Un santiaguero por estos lares es casi un exotismo.
Noemí nació detrás de un cristal, al lado de un micrófono. Nació para comunicar. Le pusieron esa voz transparente, cálida, que parece hablarte a ti, a ti mismo que ahora la escuchas. La imaginé así cuando me lancé a surcar la ínsula. La conocí antes de conocerla: es una sensación esotérica, gratificante, rara. Una premonición.
La voz tiene sus alturas, sus colores, sus verdades, y el destino ha sido pródigo con ella.
Cuando salgo de su hogar, que ya es mío; cuando bajo los escalones, cuando me voy con Noemí Balmaseda camino a Radio Sandino, hasta las piedras la saludan. Es un poblado pequeño, humilde, donde la gente vive, resiste y sueña, rodeado de una naturaleza hermosa. Edificios por doquier: el sistema constructivo Sandino, con sus columnas y paneles prefabricados, marcó a todo el archipiélago.
Cuando llego a la casa radial, la última de la familia de la radiodifusión cubana, nos detenemos al frente. Toco simbólicamente el Cabo de San Antonio, pongo mi dedo en Guanahacabibes, como un adelanto de lo que vendrá. La entrada es un pasillo y es una galería expositora, y es como todo sus iguales, y es distinto.
Ella tiene algo de Midas en lo que toca.
Noemí Balmaseda Alvelay es periodista, directora de programas, locutora, guionista de la emisora Radio Sandino. Parecería demasiada carga para sus hombros, para su andar ligero, para su humana estatura; mas cuando entra en la cabina, entra en su imperio. Lo de todos los días, lo de todas sus mañanas, el hablar con la gente, el informar, el querer. Yo estoy del otro lado, contemplándola en su cotidiana maravilla.
Ella es la voz de Sandino. Ella es la reina de Sandino.
La vuelta a los suyos es la paz. Su nieto Johayron Emanuel es el príncipe. Ramoncito Ramos, el director de Cultura del municipio Sandino, su compañero de vida, es un alambre vivo, va de un proyecto en otro. Y Noemí, la madre de Leydi y Dayanara y Jorge Félix, se mueve a toda velocidad. Ella baila, ella ondea en su casa. No hay mejor compañía hasta Guanahacabibes. ¡Lo he soñado tanto!
Mapa en mano traspaso cada caserío, voy adentro. Voy escuchando la voz de mi colega en la radio. Es un sortilegio que me llega al oído, mientras la tengo al lado; mientras mis ojos se prenden a cada rincón encantado, mientras el mar reverbera. Juntos ascendemos al radar de La Bajada. Sostengo un cangrejo en mis manos para la foto. Sigo hasta la apoteosis: el faro Roncali en el Cabo de San Antonio, erigido bajo el gobierno colonial español en 1850 y en activo, con los avances de la modernidad.
Con perdón de estos aires dulces, de estas arenas blanquísimas, de estos rizos de olas, de México detrás de esas aguas, del sabor jíbaro. Con perdón de Roncali, el faro aquí es Noemí. Así, como les digo. Ella ilumina, ella alumbra con sus dones estas geografías de Cuba.
Es la radio quien me trajo, fue su voz. Y hay algo mío que se queda aquí.