Buscando a Alicia Fernán

Reposada en el sofá de su casa, un apartamento en el Vedado habanero, la declamadora, locutora y actriz de la radio y la televisión cubanas Alicia Fernández Valdés rememora su infancia. Sus tiempos de éxito.

Expuestos en la pared del comedor, siete reconocimientos a su obra, de los cientos que guarda en su alcoba. Los más importantes para ella, el Premio Nacional de Radio y el micrófono Diva de la radio. A sus ochenta y dos años recién cumplidos hoy 30 de diciembre de 2011, devela algunas ideas antes de comenzar a responder.

“He sido muy feliz porque he podido trabajar en todo lo que me gusta. Por vocación. Me considero una persona afortunada”.

¿Y si tuviera la posibilidad de perfeccionar algo de su vida?

No cambiaría nada. No tengo nada de qué arrepentirme. 

Hojeando los álbumes de la colección facticia elaborada por su madre, me llama la atención un recorte del semanario Cinema publicado el 18 de diciembre de 1960. “El lector asiduo a nuestras secciones de radio, teatro y televisión habrá podido comprobar siempre nuestro interés por la joven locutora Alicia Fernán. Es que en esta joven muchacha, llena de ansias increíbles de superación hay una gran actriz”. Momentos antes la entrevistada me había expresado la necesidad que siempre tuvo de aprender cada día algo más.

“Fui tan insistente en la perfección, en la superación, que, incluso, me ponía a revisar los libretos después de grabarlos”.

Entre la poesía, la radio y la televisión, ¿cuál prefiere?

La poesía. – Contesta con algunas goticas que salen del lagrimal- .

¿Por qué se emociona tanto?

Porque la lírica es la que más emerge de las entrañas, del corazón. Y a mí me marcó mucho. Recitar es como el arte del que toca un piano, el violín, la guitarra. Aún practico con algún poema cada día cuando me levanto.

¿Cuál es su poeta preferido?

Dulce María Loynaz es mi poetisa favorita. Admiro muchísimo a otros, pero ella es, de veras, muy especial.

¿Y el poema?

-Sonríe antes. Y brotan otras lágrimas antes de contestar- . Elegía de los zapaticos blancos, de Jesús Orta Ruiz, El Indio Naborí.

¿Es cierto que lo escribió pensando en usted para que lo recitara por vez primera?

No se exactamente, pero creo que, sobre todo, lo hizo cuando se conmovió al conocer la anécdota de Nemesia y entonces el poeta traicionó al periodista, porque había sido enviado a Girón como tal. Yo conocí a Jesús Orta Ruiz cuando recitaba un día en una tabaquería para los trabajadores. Él me llamó y me dijo que quería que yo le declamara uno de sus poemas. Lo hice. Y a partir de entonces, comenzamos a trabajar juntos.

Usted también pronunció sus textos en programas radiales y televisivos…

Sí, Orta Ruiz contactaba con los directores de programas de CMQ para que yo fuera a interpretar sus poemas cada vez que valía la pena. Allí me propusieron una sección, pero dijimos que no. Que solo cuando fuera algo importante.  

¿Cuándo despunta entonces la actriz radial y televisiva?

Cuando me presenté a propuesta del hoy cineasta Enrique Pineda Barnet a anunciar un producto y me proponen trabajar para la firma Sabatés como locutora exclusiva. Lo primero que dije cuando me enteré ese mismo día en el estudio fue: “Me desgracié”.

¿Por qué?

Porque yo quería ser locutora y no presentadora. Aunque reconozco que después me atrapó la actuación. A la Revolución le debo la posibilidad de convertirme en actriz, porque pude librarme de Sabatés. Pagaban mucho, pero en ese momento no era mi sueño.

¿Qué sintió la primera vez que se paró en un escenario?

Fue en el Teatro Auditorium, actual Amadeo Roldán. Yo tenía unos 18 o 19 años de edad. Interpretaba el papel de una criada en una obra de teatro. Sentí que se me caía encima. ¡No es lo mismo estar en el escenario que en platea!

De las tantas novelas radiales que hizo, ¿recuerda alguna en especial?

Imagínate. Son tantas. Pero sí recuerdo siempre una, sobre todo porque cuando conocí a su director profeticé que prometía por la calidad que aparentaba. Y parece que no me equivoqué. La novela se llama Una casa para Ada y su autor es Freddy Domínguez.  Yo interpretaba a una enfermera.

Apartemos por un segundo su extrema modestia. En breves palabras ¿cuál es para usted su mayor virtud?

Según me dijo el pianista y amigo Frank Fernández al terminar la función de uno de los días en que trabajamos juntos, el equilibrio. Se me acercó y en voz baja me expresó: Yo la admiro a usted porque tiene lo más difícil de lograr. » Usted tiene el don del equilibrio, no solo para recitar, sino para la vida”. 

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