¿La última foto del juglar?

Era majadero, eso sí. Disciplinado. Un hombre de amor enredado pero noble. Se llevó en el viaje final su cabellera larga, recogida en moño que no siempre atrajo a ciertos alumnos. Tenía 75 años. Nunca le pregunté la edad. O tal vez se la pregunté y nunca me dijo. Hizo bien porque la edad va y viene y a veces es un embrollo que no se entiende bien. Hablamos en inviernos, veranos, otoños y primaveras. Resistimos fríos, calores, enormes aguaceros que suelen borrar a la escuela del paisaje intensamente verde.

¿De Matanzas?

Si.

¿Cómo empezó todo, Bebo?

Imagínate. En la cabeza de uno se meten muchas cosas. A veces cuesta trabajo tomar decisiones y en otras oportunidades todo lo ves muy claro.
Como el teatro en tu vida.

Justamente. ¿Tú nombre es Antonio?

Por ahí no llegas a nada…es mejor Bebo.

Volvamos al teatro.

Claro que podemos, Roberto…sueños y sueños…como en esta Escuela donde damos tú y yo clases… porque hay que tener ojo para estas cosas…el teatro es bien difícil y ser teatrista y pedagogo le zumba y suena. Y a mi me encanta dirigir un espectáculo… darle cuerpo a una obra día a día… llegar a la verdadera dramaturgia de un montaje que rompa moldes, pero también me encanta fajarme con los alumnos cuando equivocan la jugada.

Soy testigo de tus descargas… a veces he ido por un pasillo de la Escuela y siento en el aire tus palabras sonando entre paredes…

No me gusta la inercia….me gusta el trabajo…la discusión del trabajo.

Medio siglo ¿no?

¡Cómo se va el tiempo, compadre!

Y ahí mismo nos metíamos en las profundidades de momentos estelares y decisivos del Teatro cubano. Recorríamos actores que hicieron época, obras de teatro que cambiaron el sentido de las cosas en la escena cubana. Y claro, las radionovelas y radio teatros. Particularmente me resultó muy grato cuando un día me preguntó sobre los areítos en nuestro archipiélago y entonces le respondí, viéndolo tan interesado, que ese era el contenido de mi primera clase en el curso que impartía de Historia del Teatro Cubano y Dramaturgia en la Escuela de Instructores de Arte y me di el gustazo como si fuera una clase magistral. Así iba la vida junto a este juglar que intentó y llevó a cabo proyectos bien complicados y audaces. No por gusto mereció varias condecoraciones culturales que prestigiaron su vida.

Háblame de esos proyectos.

¡Caramba, Roberto…la memoria se pierde en el tiempo!

¡Piérdete en el tiempo y rescata esa memoria¡ Y le metía mano a los proyectos. Hablaba con mucha elocuencia sobre su vida de promotor cultural que comenzó como actor cuando contaba 23 años de edad.

Después del triunfo de la Revolución me desempeñé como maestro y organizador del Movimiento de Aficionados en el Teatro Nacional. Esto permitió los primeros cursos de formación teatral para los instructores de arte.

Por ahí se te puede situar en el Teatro Infantil….

Estás bien enterado. Fui director del teatro infantil del Consejo Nacional de Cultura. Fue una experiencia tremenda y formadora al mismo tiempo.

Fueron años de incesante trabajo para el Teatro cubano. ¿Por entonces te acordabas de los areitos?

Como si estuviera oyendo tu primera clase.

Tenemos alumnos difíciles…

Es muy cierto. Y yo digo que todo está en la selección cuando se hacen las convocatorias para cursar la Escuela de Instructores de Arte. Cuando tienes ante ti un alumno a los cinco minutos de conversar con él y hacerle determinas pruebas de aptitud ya tú sabes si da la talla o se quedará en el camino o lo peor, que logre graduarse sin convencimiento de lo que se supone que estudió para revertir después en la sociedad sus conocimientos. Tú y yo hemos conversado sobre ese tema cantidad de veces y nos hemos mirado de soslayo cada vez que hemos descubierto un alumno así. El Teatro es algo especial donde debe descubrirse algo por dentro y sacarlo a flote para que se vea bien y se valore. Los alumnos de Teatro en este tipo de escuelas están convocados a ser buenos estudiantes y graduarse con excelencia. Lo demás es perder el tiempo. Y sobre todo el alumno tiene que saber que esta especialidad es sumamente difícil porque en ella hay que entregar el alma y puede que te encuentres gente que no tiene alma.

No sólo hablamos de estos temas. Inevitable fue traer a primer plano la década del 90 del siglo anterior cuando Bebo Ruiz creó Juglaresca Habana, agrupación que aglutinó a más de veinte unidades artísticas a las cuales, por supuesto, se entregó como maestro y guía..A lo anterior le agregábamos su constante contacto con los niños y sobre algo que a veces no se aprecia debidamente y a profundidad: la cultura comunitaria.

Siempre me gustó esa relación de sentido comunitario incluyendo visitas a poblados muy alejados de la capital. Porque el teatro y su mundo tan especial no sólo se mueve en La Habana. Y cuando este trabajo personal lo hice extensivo a otros poblados vendría para mí la faceta de la investigación lo que le permitió relacionarme con tradiciones locales y recrear mitos con la integración de diversas disciplinas artísticas.

Fue una sabia decisión de tu parte. Lo considero así.

Una afección cardiovascular lo sorprendió en la Escuela de Instructores de Arte Eduardo García Delgado. Nadie pensó en lo peor pero fue lo peor. Una despedida rápida para una vida intensa. Cuando una representación de sus alumnos vieron pasar el féretro que le atesoraba rumbo al sitio final los aplausos no despidieron al hombre de teatro que fue. Simplemente le estaban convocando a un nuevo ensayo, a la ovación de los tiempos venideros.

En todo esto estuve pensando antes de escribir estas cuartillas en el contenido de tantas conversaciones que  cubrieron nuestra amistad hasta los primeros meses del 2009 . Fue en medio de esas meditaciones que de pronto encontré, en una de las carpetas en mi computadora, una foto de los últimos días de junio en el momento cuando despedíamos del curso 2008-2009 en la Escuela de Instructores de Arte…era la caída de la tarde y Bebo junto a Yolanda Ulloa, Delfina García y a Omar Amador, profesores y gente con historia en el Teatro cubano caminaban a mi lado hacia el exterior de la escuela donde los ómnibus ya esperaban a los profesores de las variadas disciplinas artísticas.

Fue cosa de un momento…me quedé detrás, a unos pasos de ellos, saqué mi cámara fotográfica y les dije: Por favor, una foto para la historia Se detuvieron para quedar de frente a mí. Y un segundo después saqué esta imagen que ahora verán los lectores y que fue la última foto del juglar (¡Caramba, que bien quedaron¡) Ignoraba que la muerte lo vio todo.

No te quise ver muerto. En ese septiembre del 2009 ¿de qué me hubiera valido? Además, ya sube el telón y una figura delgaducha y transformada por el maquillaje observa a los que estamos en la oscuridad cómplice mientras nos dice algo así: Esta historia no empieza porque no va a terminar. La vida es un soplo que nos pasa por el lado sin pedir permiso.

De manera, queridos amigos, que lo que verán a continuación no existió nunca pero existirá. ¿No será esa la historia del Teatro?

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