Fue su mamá quien lo incitó a estudiar violín en la Academia de Bellas Artes de esa ciudad, sin embargo, la idea no dio frutos, no porque rechazara el violín sino porque ya tenía afectado uno de los dedos de su mano derecha, situación que se agudizó después de haber sufrir un accidente vascular encefálico.
Dialogar con Luis Carbonell es adentrarnos en un mundo maravilloso de historias y anécdotas, es beber de la rica savia que derrama por doquier.
«El profesor que se llamaba Angelito Castilla, al que yo respetaba muchísimo, quería enderezarme el dedo y en vez de darme clases me tenía una hora con el dedo puesto en la mesa, así, estirado, para ver si se me enderezaba.
Pero amaba mucho la música, y empecé a estudiar piano yo solo; ya sabía cuál era la clave de fa y cuál la de sol. Parece difícil pero para mí fue muy fácil. Un buen día en que yo estaba en el conservatorio, cuando una de mis hermanas menores se iba a examinar, me metí a un estudio vacío donde había un piano y me senté a tocar una pieza.
De pronto sentí que había alguien detrás y era la directora, quien muy extrañada me preguntó: «¿quién tú eres?», me sorprendí mucho y me asusté también. Le mencioné mi nombre, pero quiso conocer quién me había enseñado esa pieza. Cuando le dije que la aprendí solo, se mostró muy interesada, fue a mi casa a pedirle a mi mamá que me dejara estudiar el piano y mi mamá no quiso».
La decisión de su mamá no constituyó un obstáculo para la incursión de Luis en el arte. El maestro acude a su memoria y trae de vuelta a su maestra Josefina Farré.
«En realidad desde que comencé a asistir a sus clases, empezó mi formación. En su casa, allá en Santiago de Cuba, se hacían unas tertulias donde iban muchos artistas de la Habana, de otros lugares; allí, como en juego, empecé a recitar y a compartir lo que aprendía de música con la poesía».
La poesía alcanza en Luis Carbonell otra dimensión. Fusionar la poesía antillana con la percusión distingue su obra, pero, ¿esta peculiaridad nace bajo la influencia de estilos que lo anteceden?
«Desde Santiago de Cuba, allá por el año 45 del pasado siglo, cuando yo era casi un director artístico de la CMKC, había intuido, sin ninguna referencia, que ciertos poemas antillanos, los llamados «de la poesía negra», necesitaban una atmósfera musical o rítmica y se me ocurrió la idea de poner un tumbador a hacer percusión, para que dentro de esa métrica yo pudiera decir algunos versos. Así nació la idea de recitar poemas con percusión, que en aquel momento yo creé, caracterizan gran parte de mi obra y que muchos declamadores posteriormente han seguido».
En la multifacética obra de Luis Carbonell, se destaca su trabajo como productor de dos importantes discos para la fonografía cubana: «Rapsodia de Cuba» y «Esther Borja canta a dos, tres y cuatro voces, canciones cubanas». Ambos tienen como protagonista a nuestra Damisela encantadora: Esther Borja. Una vez más, el maestro acude a su memoria y desempolva los recuerdos:
«Yo conocí a la cantante Esther Borja en casa de mi maestra de piano. Luego nos encontramos en Estados Unidos en 1947 y desde esa época hemos mantenido una amistad que considero perfecta. Ella ha sido importantísima en mi carrera, me guió, me alentó, me relacionó con muchas personas, y en retribución a ese cariño hice con ella un par de discos, uno que se grabó en España y lleva el título de «Rapsodia de Cuba» y posteriormente le produje otro donde «Esther Borja canta a dos, tres y cuatro voces canciones cubanas», y así se llamó el fonograma.
Ese trabajo no se había hecho nunca en Cuba y Mateo San Martín, trabajador de la Víctor se decidió a inaugurar su firma con ese disco y otro mío. Esther y yo comenzamos a trabajar en el montaje de las voces; durante siete meses iba todas las tardes a mi casa y ensayábamos las voces.
Recuerdo que siempre le decía: «mientras no tengamos todas las voces montadas no empezamos a grabar».
Era muy difícil porque al no haber pistas se grababa la primera voz, ella se ponía los auriculares, la escuchaba y sobre esta cantaba la segunda; repetíamos la operación, escuchaba el dúo y volvía a cantar montándose el trío y de igual forma se grababa la cuarta voz.
Propuse grabarlo a dos pianos, nadie se animó a ejecutar esta novedosa idea, solo una amiga, y yo, que hice el segundo piano. Según los críticos este disco quedó perfectamente bien; todavía, hoy, es impresionante el efecto que causa cuando se escucha».
El magisterio lo acompaña desde hace mucho tiempo y considera esta faceta de su existencia, como un hecho que le ha propiciado gran satisfacción espiritual, nunca como un medio que le permitió mejorar económicamente. Con precisión y tenacidad aborda este hecho.
«Nunca, yo nunca he cobrado un centavo por ninguna clase que he dado en mi vida. Además, lo hago con muchísimo gusto porque pienso que tal vez en algún alumno yo encuentre que valió la pena mi esfuerzo y dedicación, como puedo decirlo precisamente de Pacho Alonso a quien yo inicié en Santiago de Cuba, y que lo considero uno de los mejores boleristas de Cuba».
Las anécdotas giran alrededor de Luis, una de ellas aflora durante nuestro diálogo:
«Yo siempre he sido muy estricto en eso del horario, bastante exigente. Un día, Pablo Milanés llegó antes del horario previsto para su clase, aquí, en mi casa de la Habana y yo estaba tocando música clásica en el piano. Recuerdo que me preguntó: «¿eso que usted estaba tocando, qué es?» y yo le dije eso es una suite de Johann Sebastian Bach.
Comencé a explicarle lo que era un preludio, y le pareció maravilloso. A partir de ahí llegaba todos los días una hora antes para escucharme tocar el piano. Él se aficionó y me conmovió al decirme que nunca había escuchado música clásica. Pablito siempre comenta que yo le enseñé el A B C para empezar a caminar dentro de la música y eso me hace sentir muy honrado».
Noventa años de vida y de consagración al arte, noventa años acompañan a este hombre imprescindible para la cultura cubana. Conversar con Luis Carbonell ha sido un regalo que guardaré en mi memoria. Pasará el tiempo y siempre estará ahí, en el recuerdo de quien nos obsequió arte, enseñanzas e historia.