Señora de los coros (II)

Por esa razón y cuidándome a cada paso de semejantes golpes, le propuse breves descansos para revisar maravillosos álbumes fotográficos donde la enseñanza de los niños ocupa un sitio de privilegio. Tras el oasis volví a la carga.

– En la actualidad ¿hay un nuevo desarrollo dentro de la canción cubana?

– Sí, y dentro de él hay nuevas líneas de influencias. Ahí tienes a la Nueva Trova que sin romper con lo que hacían al principio evolucionan en línea ascendente. También la canción campesina se escucha actual, modernizada, con el mismo espíritu y frescura de la que conocíamos.

– Llega más a la juventud…

– Llega porque es buena y la música buena gusta.

– ¿Qué opinión le merece la música salsa?

– Es retomar el son y ponerle un vestido nuevo, vestido que le ha servido a las disqueras para introducirla en todas partes .

– La música cubana actual ¿goza de buena salud?

– Sí, y sobre todo la bailable. Antes de la Revolución existieron buenas orquestas que sentaron base, y en la historia de nuestra música habrá que contar con ellas porque crearon muchos géneros bailables que nacieron del contacto con los bailadores. Los músicos de esas orquestas eran intuitivos, aprendían por tradición familiar. Tras el triunfo de la Revolución y luego de abrirse la Escuela Nacional de Arte se estudió música en cursos normales a través de becas.

De ahí se graduaron músicos que han enriquecido las orquestas populares y han ido sustituyendo a los que se jubilaron.

– ¿Usted participó en esas escuelas?

– Sí, y además, participé en la creación de la Escuela de Instructores de Arte y allí dirigí la rama coral. Fue en 1961.

– Le propongo el tema de la Televisión en su vida

– Para hablar de la Televisión tengo que dar un saltico atrás. Al concluir mis estudios en la universidad me casé y comencé a trabajar en el Instituto de Higiene. Nace mi primer hijo y me veo en La Habana sola con mi esposo. El trabajaba y yo me quedaba con el niño. Después me incorporé al trabajo y tuve que dejar a mi hijo con una manejadora y aquello fue un trauma para mi cuando cerré la puerta y lo tuve que dejar con una persona desconocida. Eso me dio una justificación para aspirar a una plaza de música en las escuelas nocturnas que se crearon en 1946. Logré trabajar como maestra de Música en una de ellas , con gente mayor y muy humilde. Ahí tuve mi primera experiencia coral. Luego ayudé a fundar otros coros en escuelas del mismo tipo. A los cinco años de estar trabajando se creó un centro especial de música, el “María Muñoz de Quevedo” , en honor a la gran directora de coros.

Trabajé allí en la cátedra de canto coral y formé un coro de 70 voces, con un repertorio variado que iba desde Bach hasta lo popular cubano. Nos dimos a la tarea de divulgar el centro como tal para no quedarnos sin matrícula que significaba quedarnos sin plazas. La directora, Evangelina Suárez, y yo fuimos entonces a ver a Gaspar Pumarejo, todo un personaje que tenía el canal 4. Precisamente allí había un programa Escuela de Televisión, al que acudían cantantes y bailarines deseando entrar como profesionales en el campo artístico. Hablamos con Pumarejo y le planteamos la necesidad de hacer una promoción para la escuela y nos dijo que si hacía eso se le iban a presentar sesenta mil casos queriendo hacer lo mismo. Finalmente nos aconsejó que nos inscribiéramos como aspirantes, que concursáramos y nos sometiéramos a la campana, que sonaba cuando la gente cantaba mal. Eso hicimos y llevamos el coro de la escuela. Recuerdo que había pedido una gradería y como estábamos al principio de la Televisión y no existían coros, no tenían idea de lo que era una gradería para un coro y me hicieron un solo nivel. Le dije a Pumarejo que así los muchachos no me verían y no podría dirigirlos. Me contestó que para la noche se podía mandar a buscar una gradería a la escuela. Me dijo que se necesitaba oír el coro y le pedí entonces una silla para subirme. El me la alcanzó, me ayudó a subir y ensayamos y al terminar me ayudó a bajarme y en el aire me dijo: “¿Quiere trabajar conmigo”?.

– Ahí la sorprendió….

-Absolutamente.

– Pero fue decisiva la sorpresa para su ingreso en la Televisión

– Decisiva.

– Entonces háblame de la Televisión y el coro que usted fundó

– Para fundar ese coro escuché a trescientos ganadores de Escuela de Televisión. Me los mandaban a mi casa y los escuchaba. Al final me quedé con un coro compuesto por dieciséis voces, ocho mujeres y ocho hombres. Tenían buena voz y cierta personalidad y facilidad para actuar. Esos eran requisitos esenciales. Pumarejo y yo buscábamos un tipo de coro especial para la televisión, un coro que no existía y estábamos inventando. El 16 de Agosto de 1954 aparecemos, por primera vez, en la Televisión y él le llamó Coro de Cuca Rivero.

– ¿En qué programa actuaron?

– En Escuela de Televisión. Todos los lunes teníamos media hora y se confeccionaba un set para cada canción, que hoy no es así. Dentro del coro tenía solistas y los utilizaba, por supuesto. Otras canciones se montaban en dúo, trío y en cuarteto. De manera que la media hora del espacio se hacía agradable. Ese tipo de presentación la trabajé después en el programa titulado El bar melódico de Osvaldo Farrés. Tiempo después la CMQ se interesó por nosotros y quisieron que yo trabajara en el programa Casino de la Alegría, que era el programa más visto en Cuba y al que le seguía Jueves de Partagás.

– Pumarejo ¿asumió el cambio como una indelicadeza?

– No. El era un empresario que se tiraba de cabeza. A veces se lanzaba al vacío y ocurrió que en una d las empresas fracasó y Escuela de Televisión dejo de existir. Nunca tuvimos malas relaciones.

Finalmente Casino de la Alegría nos quiso exclusivos. Por entonces todo el trabajo lo hacíamos en vivo. Durante ese tiempo acompañamos a cantantes del patio de alto nivel, y entre ellos a Esther Borja.

– Después del triunfo de la Revolución ¿cómo funcionó la existencia del coro?

– Con la llegada del ICR se crea el organismo coral. Se me designa su responsable y además directora del coro que se empezó a formar en 1963. Ese coro se nutrió con más de cuarenta voces con un repertorio amplio de autores. Luego me dieron un programa élite de música que había que mantener, Viernes de Gala. Esta fue una experiencia muy grande para mi. El programa gustó y paso a ser la jefa del bloque de los programas de música culta. Era ese un nuevo camino aunque sentía ir alejándome del coro. Entre los programas que atendí estaba Álbum de Cuba. Eran tiempos en los que se trabajaba con poco personal pero el resultado era muy eficiente.

– En los años cincuenta usted tuvo una experiencia inolvidable con los niños….¿puede relatarla?

– Con varios amigos entusiastas y con el propósito de sembrar la semilla del canto colectivo, nos dimos a la tarea de formar cantorías en las escuelas primarias. Esas escuelas tenían maestros de música, aunque no eran especialistas en canto coral. Presentamos el proyecto de trabajar con las treinta escuelas del Distrito No. 3, de La Habana…¿qué se hacía?…les dimos clases gratuitas a los treinta maestros y formamos un coro. Les daba la metodología para enseñarles a los niños de las escuelas canciones y después se seleccionaban doce niños de cada escuela para integrar la Cantoría del Distrito.

Por fin, formamos la primera Cantoría que llamamos María Muñoz de Quevedo, y cantó para la UNESCO en el curso 1950-51. La idea no era trabajar en un solo distrito sino multiplicarlo todo lo que se pudiera. Tratamos de promoverlo y mi primera presentación, en Televisión, fue con esta Cantoría, el 13 de mayo de 1951, Día de las Madres. Ya para el curso siguiente se formaron cuatro Cantorías más.

Los uniformes que usaban los niños tenían los colores nacionales. Las niñas llevaban un traje blanco que les llegaba a los pies y las capas que se ponían eran azules. Los niños usaban pantalones blancos y chalinas rojas. Quiero agregar que el 28 de febrero de 1952, esas Cantorías pudieron reunirse frente al Capitolio, para cantar A Capella. Allí se dieron cita setecientos niños bajo mi dirección. Por cierto, el trabajo fue tan intenso que me quedé pesando ochenta y tantas libras, por poco desparezco. Sin dudas fue uno de los trabajos más hermosos que he tenido.

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