Los diversos vuelos artísticos de Cristina Palomino.

Hace poco sus vecinos y otros conocidos descubrieron su extenso patronímico y comenzaron a llamarla “la señora del nombre largo”. No molesta a Cristina, más bien le gratifica lo abundante que resulta el imaginario de los cubanos.

Pues bien, Cristina Palomino, o mejor Paloma con fecha de nacimiento un 22 de enero, Día del Teatro Cubano es una apasionada de la radio y confiesa que le gustará mientras respire.

Se retiró del medio, pero lo sigue amando e incluso se siente feliz cuando radian algunas de sus novelas o si un oyente en la calle o en una cola la reconoce por la voz.

¿Cuándo comenzó Cristina en la radio?

Soy egresada de la Escuela Nacional de Arte, (Ena). Después de mi paso por el centro estudiantil ingresé en la Escuela de Formación de actores   dirigida por Alejandro Lugo y Alden Knight.  

Corría el año 1971 cuando comencé en Radio Liberación, pasé por Progreso y llegué a Radio Arte en una especie de periplo gratificante y aleccionador.  Fue una etapa de magníficos escritores, directores, compañeros grandiosos con una reputación increíble y de quienes aprendí muchísimo.

En radio hice uno de los personajes de Tía tata cuenta cuentos, con el cual cogí premio en España, además de programas históricos, novelas, en fin, maravillas porque desde mi punto de vista la radio es mucho más asequible. Se habla del teatro, pero la radio ofrece imaginación y comprensión rápida, te forma humana y profesionalmente.

¿Cómo ha sido su paso por la televisión?

Aunque los oyentes me identifican más con la radio, en la televisión he hecho varias novelas. Una de ellas es La cara oculta de la luna. Prendió muchísimo en los televidentes tanto es así que literalmente perdí mi nombre, porque a partir de esa transmisión la mayoría de las personas me llamaron Cacha, el nombre del personaje de la novela.

Lo hice con mucho amor y me siento satisfecha con el personaje, aunque un actor siempre está inconforme con su trabajo. Hice también La joven de la flecha de oro, de Cirilo Villaverde, junto a grandes actores y actrices entre ellos Susana Pérez, Yolanda Cuéllar, Yolanda Pujols, Rogelio Leyva, Orlando Casín, Natacha Díaz y Ana Luisa Rubio. En ese aval atesoro, de igual manera, Las Ilusiones perdidas.

El teatro es otro de sus fuertes háblame de este arte.

Ahora estoy en el grupo de teatro profesional del municipio de Centro Habana Rompe tacones con sede en La Cobija, ubicada en las calles Reina y Lealtad. Lo dirige José Enrique Rodríguez e integran Simón Carlos Martí entre otros.

En estos momentos hago la asistencia de dirección de una obra fabulosa titulada Mephisto, bajo la batuta de Miladys Ramos. Estoy inmersa en estas lides teatrales, porque pienso que el verdadero actor es quien asume cualquier medio y logra llegar a sus destinatarios con la misma fuerza.

Por otro lado, es una de las mejores vías para interactuar con los públicos, nutrirlos de conocimientos, llenarles el alma, pues como dice un viejo proverbio “solo de pan y agua no vive el hombre”.

Le gusta trabajar con jóvenes ¿Qué exigencias se deben tener en cuenta a la hora de trabajar con ellos?

En ocasiones se escucha la frase “los jóvenes están acabando”, sin embargo, desde mi punto de vista eso no es así.

En los jóvenes hay que confiar, darle las posibilidades creativas, porque un instructor de arte estudió para crear y la creación necesita espacio, aunque en los momentos más difíciles de la pandemia los artistas noveles se crecieron y enfrentaron múltiples tareas en el combate contra la COVID 19, en algunos casos bastante alejadas del arte más convencional, si bien en otros llevaron el arte mas puro e incondicional a los vacunatorios, donde las personas tuvieron la satisfacción de disfrutar de actuaciones sorprendentes.

Sea de una manera o de otra, los jóvenes son altruismo, sentido de pertenencia, pero además tienen la capacidad de darnos todos los días una lección de vida.

Como artista usted atesora en su vida momentos inolvidables. ¿Cuáles han sido los más notorios?

Son muchos. Uno de ellos lo experimenté cuando hacia una función en la sala El Sótano con la compañía El Buscón un 22 de enero y alguien dijo que era mi cumpleaños.

Al término de la función fue impactante ver como todo el público se puso de pie y me cantó felicidades. Ese momento lo comparo con el nacimiento de mis hijas. Siempre digo que la coincidencia de mi onomástico con el día del teatro cubano es una especie de brújula personal, que me guía e impulsa a sobrepasar límites y saltar barreras. Es algo más gustoso que un pedido a la carta.

Todos te conocen como la actriz, pero ¿cuánto hay de hermoso en tu vida personal?

Me siento una mujer realizada. Tengo tres hijas y tres nietas, pero ninguna siguió mis pasos artísticos, no porque no quisiera sino porque cada cual escoge su camino y forja su destino.

Una de mis niñas de pequeña trabajó en la serie televisiva Polvo Rojo y en algo más, pero todo quedó ahí.  Quizás sea porque soy de las madres que recomienda, aconseja, ofrece sus puntos de vista desde la experiencia por los años vividos, pero no impone sus criterios precisamente porque lo forzado nunca resulta bien.  En cuanto a mis antecesores ninguno ha sido artista profesional, aunque son personas sensibles al arte.

Tengo muchísimos deseos de tener un bisnieto varón, no para hacerlo artista, sino para no decir más que mi hogar es como la casa de Bernarda Alba, integrada solo por mujeres.

Cristina Palomino vive desde el arte y para el arte. Admira su papel transformador y sabe que alimentarlo conduce al diálogo y no a la imposición, a la empatía y al mejoramiento humano. Por tal razón al referirse a los jóvenes que hoy siguen un sueño les dijo: “Los sueños con mucho esfuerzo y tesón son alcanzables”.  

Fotos: De María Regla Figueroa Evans

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