Durante muchos años fue un rostro recurrente en la pequeña pantalla, lo mismo como dama joven, vieja o mujer de mediana edad, en el contexto de la versatilidad interpretativa que los años, lejos de apagar, consolidan cada vez más en la santiaguera.
Mi encuentro con la igualmente locutora se sustentó en la curiosidad por conocer más sobre el personaje de Carmen en la novela El rostro de los días, con el que Obelia vuelve a lucirse, en esta ocasión apostando por una tercera edad que puede ser también una parada fértil para el amor.
“Para las actrices de la tercera edad, como yo, existen pocas oportunidades, pues concurre la tendencia de no escribir personajes longevos y, en caso de aparecer en algún quehacer televisivo, dicen dos o tres bocadillos y punto. Entonces, cuando un guionista escribe dos personajes como Carmen y Aldo, con trayectoria, matices, conflictos, aventuras y desventuras, es interesante y vale la pena asumir el rol, máxime cuando son parte de una trama en su totalidad atractiva con situaciones nunca antes tratadas como en El rostro de los días.
“Con Carmen me divertí muchísimo, con sus dos historias paralelas, la familiar con su hija y un yerno celoso y agobiante, que en definitiva todo lo hace por amor, y la historia en el hogar materno, la más importante en la novela. Carmen es un personaje que le debe mucho a Aldo, interpretado por Rubén Breña, con quien nunca antes había trabajado, aunque conocía su competencia y buen carácter.
“Hicimos un dueto maravilloso, nunca estuvo en mi ánimo sobresalir por encima de él ni viceversa. Nos ayudamos para lograr un buen ejercicio, sobre todo creíble. Cada escena era como jugar a las casitas. Nos dejábamos llevar por la espontaneidad, e incluso en ocasiones salíamos del libreto e improvisábamos. Todo fluyó con simpatía, pero con mucha profesionalidad y respeto a nosotros mismos, al colectivo en general y a los televidentes. Tanto Nohemí Cartaya (directora general) como Rafael “Felo” Ruiz (codirector) siempre estuvieron de acuerdo con nuestra manera de hacer”.
¿Qué me dice del romance entre Carmen y Aldo? ¿Es cierto que termina por cuestiones ajenas a la voluntad de ambos?
‒Eso no lo diré porque la novela perdería un poco la gracia, solo quiero resaltar que el romance entre Carmen y Aldo es bonito, con más seguidores que detractores, porque es un galanteo decoroso. Demuestra que el amor no tiene edad y que la sexualidad nace y muere con la persona, aunque la necesidad afectiva se revela en los mayores de manera diferente. Hay amor, pero apasionamiento no.
¿Cree usted que esa relación es un mensaje subliminal para quienes asocian a los abuelos con la cocina, el plan jaba y el cuidado de los nietos?
‒Esa relación indica que los abuelitos podemos vivir nuestro pedacito de otra manera, que el amor a esa edad hace falta, aunque sea para recibir un cariñito, para intercambiar opiniones o simplemente para un mimo o un beso en la frente cuando nos sintamos alegres o tristes por cualquier situación de la vida, en la cual la caricia de un hijo, de un hermano o de un amigo no resulta funcional, aunque nos guste y agradezcamos profundamente.
¿Existen puntos de contacto entre Carmen y Obelia?
‒Nos parecemos bastante en el carácter, en esa mesura afianzada con los años. En mi caso, intervengo en las decisiones familiares sin imposiciones, adopto como punto de partida la persuasión, no me gusta opinar, pero sí sugerir, aconsejar, y Carmen actúa así. Tanto ella como yo somos divorciadas, ambas tenemos una hija que decidimos criar solas en un momento de nuestras vidas propicio para encontrar el amor otra vez.
“Soy abuela de una niña (Sofía) mientras Carmen (hasta el momento de la entrevista) está a la espera de un nietecito que pudiera ser hembra. Tengo asimismo un yerno (Joel Infante), eso sí, diferente totalmente al de Carmen. Mi yerno trabaja en el medio televisivo, está muy conectado con los intereses de mi hija y de toda la familia.
“A Carmen todos la quieren y en mi caso (sin falsa modestia) recibo a diario muestras de afecto de un pueblo al cual he entregado mi mejor arte durante más de 50 años. Existen asimismo diferencias entre el personaje y yo. Por ejemplo, soy universitaria y Carmen no lo es, pero sobresale por buena gente, educada, comprensiva y con tremendos valores humanos”.
¿El personaje llegó a usted o usted lo buscó al conocer de la novela?
‒Nunca pedí trabajo y ahora, con tanta experiencia acumulada, menos. Había escuchado sobre la novela, pero nada más, por eso cuando me llamaron para el casting fui con muchas expectativas y grandes deseos de trabajar, precisamente porque sé lo escasas que son las oportunidades para mí. Ya no soy el rostro joven y lozano de décadas atrás, aunque llevo mis 78 años con mucho orgullo y calidad de vida. Leí el personaje y lo encontré riquísimo en cuanto a matices. Le comuniqué a Nohemí Cartaya mi satisfacción y me di a la tarea de estudiarlo y sacarle el mayor fruto, como hacemos usualmente los artistas.
Me llama la atención que Carmen usa con frecuencia turbantes y Obelia también. Es ese un recurso exprofeso o es pura coincidencia.
‒En una novela de este tipo nada es coincidencia, las situaciones están bien pensadas. Carmen debía distinguirse un poco de las cocineras convencionales. Usar turbantes en vez de gorros, así como ropas simples, tal como las uso yo, y de vez en cuando un collarito modesto sin exageraciones. Así que como había una coincidencia de estilos entre Carmen y yo, pues determinamos que Carmen utilizara mis turbantes y otras indumentarias confeccionadas por mis manos de artesana. Todo quedó muy bien, tanto que cuando veo la novela me río mucho, porque a veces no sé dónde comienza Carmen y dónde termina Obelia.
¿Es la primera vez que trabaja bajo la dirección de Nohemí Cartaya?
‒Con Nohemí lo único que había hecho era Las Huérfanas de la Obrapía, en la década del ochenta. Entonces ella era estudiante y estuvo al frente de algunas escenas, porque el director oficial era Rafael “Cheíto” González. Luego de graduada nunca más hice algo bajo su patrocinio, aunque entre ambas hay buenas relaciones de amistad y cariño.
Ello significa que Carmen no fue hecha pensando en Obelia,
‒Pienso que sencillamente Nohemí vio en mí las características idóneas para asumir el rol entre un grupo activo de actrices de la vieja guardia, que como yo también están dispuestas a trabajar. Y como Nohemí sabe de mi responsabilidad me escogió, como podía haber escogido a cualquier otra figura.
Muchas personas quieren saber en qué parte de La Habana está el hogar materno donde trabaja Carmen. Están encantadas con su dinámica de vida.
‒Noemí fue muy inteligente al realizar esta novela. Creó un hogar materno ideal para señalar cómo deben ser esas instituciones, su personal médico y de enfermería, junto a los restantes trabajadores. Hace poco visité un hospital para un chequeo personal de rutina y muchos se interesaron por la dirección del materno. La dependencia como hogar materno no existe, las filmaciones se hicieron en una casona ubicada en la capital, pero de cualquier manera este materno de ficción debe constituir una guía para quienes laboran en esos espacios de salud.
¿Cómo se sintió Obelia rodeada de tantos actores y actrices jóvenes?
‒Muy bien, el elenco joven de la novela es muy respetuoso y receptivo. Nunca vieron en mí a la artista vieja que se la sabe todas y no comparte su sapiencia, o que está detrás de cada pifia para censurar y hacer leña del árbol caído. Al contrario, me trataron con el respeto y el cariño que imponen los años y la profesionalidad alcanzada en tanto tiempo de carrera. Establecimos una química magnifica entre noveles y experimentados, matizada de afectos y cariños. Los jóvenes con su alegría y nosotros alegres también, pero con un poco más de madurez técnica.
Planes profesionales inmediatos.
‒Hasta la fecha ninguno, aunque siempre estoy con la mochila preparada para cuando me llamen. Mientras eso sucede sigo con mis manualidades porque soy artesana, ayudando a mi hija con mi nieta…
La interrumpí en ese momento para preguntarle: Y en lo relacionado con el amor, ¿Obelia seguirá los pasos de Carmen a pesar de sus casi ocho décadas de vida? Ella cerró los ojos, echó la cabeza hacia atrás y dijo: “No sé, quizás, puede ser”. Y agregó. “Oiga, periodista, la historia de Carmen y Aldo no ha concluido aún”. Entonces, de forma rotunda y pícara a la vez, afirmó: “mientras hay vida, todo es posible”.