Rosa Campo: Yo soy una artista provinciana y no me avergüenza serlo

Por suerte sus canciones acompañan las actividades de muchas escuelas y una de sus canciones devino himno del amanecer feliz de nuestros hijos. El año 2013 la trajo a San José de las Lajas como parte de su gira con el proyecto Amanecer Feliz y en conmemoración a sus 30 años de carrera artística.

Aunque fue una suerte tenerla en nuestro terruño, la acogida no fue la esperada. La poca afluencia de público, hecho tal vez matizado por una promoción meramente limitada a la emisora Radio Camoa, la falta de fluido eléctrico que demoró su presentación y la ausencia del personal administrativo que asumiera la puesta en marcha de los equipos de aire acondicionado del Cine Teatro Lajero, fueron contratiempos presentes, pero no impidieron que Rosa Campo y sus niños regalaran su música, su arte.

Probablemente esto no hubiera sucedido en un concierto de Liuba, o Lidis, y de hecho, no sucedió cuando estas estas intérpretes se presentaron en este mismo escenario. Y es que la divulgación de sus canciones unida a su imagen como elemento inseparable de la promoción mediática, contribuyen a atraer públicos de diferentes edades a sus conciertos, dicha que no acompaña a Rosa Campo.

Este concierto me dio la oportunidad de volver a dialogar con la intérprete de tan reconocidas piezas musicales como Rocío, Amanecer feliz y Chivirico rico.

 “Yo soy una artista provinciana y no me avergüenza serlo. Yo creo que viene muy bien con mi nombre y primer apellido: Rosa Campo. Se conoce bastante mi obra, pero no se conoce a la compositora y su trabajo con la comunidad. Soy de las pocas artistas que trabaja para niños, con niños y desde los niños. Los niños que trabajan las voces en mis discos, en mi música, son con los que trabajo habitualmente, que vienen a mí desde que tienen cuatro años y permanecen en mi proyecto hasta sus diez años y con ellos hacemos diariamente arte educativo”.

Para la destacada cantautora su trabajo no se circunscribe a “tomar un grupo de niños, que canten sus coros o ponerlos en una foto, no, no se trata de eso; pienso que lo más importante y el premio mayor se lo lleva el hecho de este trabajo comunitario con las familias, porque va más allá. De hecho, mi equipo de trabajo es la familia de esos niños: las jefas de escena son madres de los niños.

Eso es lo que no se ve y lo que se siente, cualquier persona que nos vea solamente por dos minutos, se puede dar cuenta que detrás de cada canción, de cada hacer, detrás del arte, hay mucho más que cantar, es justamente la labor pedagógica, la labor educativa, de formación de valores estéticos, éticos, morales; todo ello sin descuidar que son niños y disfrutan porque me gusta que sean niños, no marionetas.

Me gusta su espontaneidad, que solucionen sus problemas desde sus puntos de vista. Lo más importante de mi proyecto son los valores humanos. Pienso incluso que el arte me ha servido como vehículo, como un sano pretexto que disfruto mucho y es allí donde radica la diferencia de mi trabajo”.

Sinceramente estar en una presentación de Rosa Campo significa un goce total de sus canciones, de la coreografía de los niños y de cada juego que convida tanto a los pequeños como a los adultos a subir al escenario y compartir de su entrega, de sus interpretaciones.

Es que a esta mujer la acompaña el magisterio, ese que fluye en todo lo que hace sin obstáculos y con infinito amor. Se siente orgullosa de vivir en esta isla y de regalar su amor, desde la provincia que la acoge en su diario andar.

“Yo vivo orgullosa de vivir en Cienfuegos, en el centro-sur de la isla de Cuba, pero eso tiene un precio. La promoción desde la capital es más viable porque cuenta con canales de alcance nacional. Aunque tengamos telecentros en las provincias y existan reportes desde ellos, son muy breves y no se quema la imagen de los artistas.

Mi música, incluso, puede no ser tan comercial, no me apena pues la música infantil no puede ser comercial. La música infantil es una obra para educar, no puede ser ñiqui ñiqui, ñaca ñaca o chuchuchú  chachachá, que no diga nada y que ponga a todo el mundo a dar palmas, porque lo que estamos haciendo es enseñándoles a dar palmitas y pienso que los niños tienen que dar palmas pero aprender un poquito”.

Mi hijo Marcos Alejandro, un niño de diez años que ama la música de Rosa Campo fue de esos que subió al escenario del Cine Teatro Lajero para disfrutar de una linda mañana en compañía de la destacada cantautora. Para ella resulta imprescindible interactuar con los infantes a quienes dedica sus obras.

“En mis conciertos pongo a los niños a pensar y utilizando un lenguaje muy cercano a ellos cuando cantamos un danzón, le preguntamos cuál es nuestro baile nacional, por ejemplo, y siempre salen con algo nuevo aprendido, con una nueva información. Aun así, mi música no tiene la difusión que requiere a través de la televisión, fundamentalmente, y estamos cobrando el orgullo de vivir en la región central del país”.

Y aunque ya ha pasado algún tiempo desde que Rosa Campo nos galardonó con el aroma de sus pétalos musicales, creo que vale la pena acudir a esta historia, más cuando siguen transmitiendo reiteradamente, en nuestra televisión, la música de los ya mencionados intérpretes de canciones para niñas y niños. Puede que Rosa Campo quede bastante ausente de los medios audiovisuales, sin embargo, su música y su arte perdurarán con orgullo en quienes hemos tenido el placer de disfrutarla en sus presentaciones, en cada enseñanza transmitida a chicos y grandes.

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