Mario y Aurora: El secreto detrás del éxito

En su apartamento del Vedado, escoltado por recuerdos, fotografías y varios de los reconocimientos que han merecido, nos recibe este matrimonio consolidado en el arte y en la vida, para iniciar una conversación a tres bandas.

El diálogo fluye de manera natural, no podía ser de otra forma cuando se habla con personas au­tén­­ticas. Aurora es locuaz, regala un trato casi fa­miliar y asegura que es muy casera. «Los mo­mentos li­bres se los dedico a mi hijo y a mi casa». Ma­rio —en­ cambio— responde de manera concisa pero sus pa­labras guardan un trasfondo de profunda sabiduría.

Acceden a revistar sus inicios e incluso, a mostrarnos fotografías de su juventud y a hacernos testigos —al menos por unas horas— de sus intensas vidas en el mundo de la actuación.

AB: A mí la actuación me cogió de sorpresa. Yo vengo del magisterio, con 17 años me gradué en la Escuela Normal de La Habana. Fui maestra normalista durante muchos años y sigo siéndolo porque me gusta mucho trabajar con los niños.

Ahora estoy en un proyecto que se llama El hombrecito verde y el estar con los niños me tiene encantada.

«Yo cuando era joven me formé, además, como cantante y me presenté en el programa de Jo­sé An­tonio Alonso. Me eligieron Estrella Naciente y ahí conocí a Mario, nos enamoramos y nos casamos.

«Él era bastante celoso y no quería que es­tuvie­ra metida en cabarets y cosas nocturnas. Em­­pecé a trabajar como maestra y él continuó su ca­­rrera como actor. Estaba en el grupo Guernica del tea­­tro Nacional, yo iba a los ensayos y mirando uno apren­­de, yo no sabía que tenía esa posibilidad.

«Un día, Cuqui Ponce de León, que era la directora del Rita Montaner,  se me acercó y me dijo ‘si tú fue­ras actriz yo te escogiera para mi grupo’. En­ton­­ces entré como oyente para recibir las clases de Stanis­­lavski en las mañanas, ensayo por la tar­de y ac­tua­­ción por la noche. Yo dejaba al niño en el círculo­ y me iba a dar las clases.

«Luego protagonicé Habitación 406 y Las ya­guas; fueron un éxito. Noté que tenía vis cómica por­que la gente se reía cuando estaba en el escenario, pero yo no sabía lo que era la actuación, en realidad, soy actriz nata».

ML: Para  mí la actuación es mi forma artística de expresarme. Yo parto de una máxima de Stanis­lavski que se llama el «Sí mágico», si yo fuera, por ejem­plo, un médico trato de informarme cómo se mueve un médico, su personalidad.

«Lo que hago tiene que ser auténtico, el personaje tiene que ser de verdad y no tengo preferencias, ni estamento social, a la hora de interpretar cual­quier papel.

«Yo en el teatro me hice actor, porque empecé en la radio como recitador, después vine a La Ha­ba­­na, me presenté en el programa de José Antonio Alon­­so y luego se me dio la oportunidad de trabajar como actor al principio de la Re­vo­lu­ción».

¿Por qué se les ve tan poco últimamente en la televisión?

ML: Primero por los años que ya tenemos, ves en las telenovelas que salen dos o tres generaciones pe­ro hay cuatro generaciones. Esta telenovela que aho­ra se acabó fue una excepción. Se­gun­do porque todavía en la televisión cubana tenemos pro­ble­­­mas para promover una mayor diversidad ra­cial, en este país que es un ajiaco.

AB: Bueno, a mí me han dado personajes en te­le­­novelas y los he rechazado. En una ocasión me pro­pusieron un papel de esclava y lo rechacé. No me gusta que me encasillen y por eso no acepto papeles de esclava, ni espiritista, ni santera, ni mu­­cho menos ladrona. La única esclava que he he­­­cho es Dolores Santa Cruz, en el teatro.

¿Ese tipo de estereotipos existen por igual en el teatro, el cine y la televisión?

AB: Creo que no. Ni el cine, ni el teatro.

ML: He hecho un montón de películas y nun­ca he tenido ese problema, pero en la televisión se ha acentuado sobre todo con el tema de la edad, por­que la población del país está envejeciendo y se debe representar más en pantalla. Cuando era jo­ven sí trabajé en muchas aventuras, novelas y teatros ICRT.

AB: Cuando él era joven  protagonizó novelas, aventuras. Era un patrón de prueba, un mulato de salir, hecho a mano y con dobladillo de oro. Pasé más trabajo que él para lograr el éxito en la tele­vi­sión, porque a las mulatas las cogen para papeles de poca monta. Por eso te digo que es importante el empeño de una actriz para que no la encasillen. Yo hice muchos musicales en la televisión. No­so­tros tuvimos todas las etapas que debíamos tener.

Aurora, muy pocas mujeres se dedican al humor, ¿por qué pasa eso?, ¿qué le parecen los programas humorísticos de ahora?

AB: Veo que en las cosas de ahora falta el cos­tum­brismo, se hace el chiste por el chiste, y para que funcione el humor todo tiene que ser orgánico y buscar un personaje que viva, que exista.

«Que otras mujeres no lo hagan depende tam­­­bién de que los hombres se hayan volcado ha­cia el humor y no han dejado que las féminas se de­sa­­rrollen. Cuando viene una mujer al humor mu­­chas veces viene con la cosa del chiste por el chiste al  igual que los hombres y entonces ya no hay na­tu­ralidad. En los teatros, con los grandes que yo tuve la suerte de trabajar, todos eran cómicos pero muy naturales y eran capaces de desenvolverse en va­rios géneros. Nunca vi una chabacanería y la gente se reía y disfrutaba.

«El problema en el caso de la televisión son los guio­nistas, si no hay un buen guion no hay na­da;  y, también, creo que hay que darles la oportunidad a otras actrices que quizá no saben que tienen vis cómica.

«Otras veces te catalogan como humorista so­­­la­­mente, por eso me dediqué a tantas cosas. Pero te di­go no es por falta de talento, porque talento hay. Eso sí, hay que ser actor para hacer humor, no cual­quie­ra que se pare a hacer cuatro chistes cha­ba­ca­nos. Eso no me gusta, además renuncio a eso­».

ML: Mira si vamos a hablar de lo mejor del hu­­mor que se hace ahora en TV, a mí me gusta el pro­grama de Silva, Vivir del cuento, porque es si­tua­cional; y si de chiste se trata me gusta el que sale los domingos, A otro con ese cuento.

«Los jóvenes actores que ahora se inician en es­te­ mundo deberían cultivarse y tratar de moverse dentro del pueblo como si fueran uno más porque la fuente del humor, de la idiosincrasia, está en este pueblo cubano que tiene formas muy particulares de expresarse».

Bueno, es imposible no hablar de Alegrías de Sobremesa, ¿qué representa para ustedes?

 —ML: Yo soy, de los dos, el que menos tiempo lle­­va, empecé en el 2002, pero Alegrías… es como un himno y además me dio la oportunidad de trabajar con el último de los grandes humoristas de este país que es Alberto Luberta, eso es un privilegio.

«Es un programa tan popular que a veces no hace falta ni hacer televisión porque yo llevo ocho años sin hacer telenovelas, y sin embargo la gente me sigue gracias a Alegrías de Sobremesa.

AB: Alegrías… significa  para mí llegar al pue­­blo y quedarme. Eso es algo que todo artista quie­re. Estel­vina es el personaje que más me ha acom­­­pa­ñado ¡50 años! y es producto de Alegrías… Eso tam­bién me ha limitado, porque hay directores que ven la sombra de Estelvina en cual­quier obra que ha­go, pero no es así.

«Ese programa es un compromiso con el pueblo. Soy la única que queda activa de los fundadores, eso me da mucha tristeza . A veces pienso ¡mi­ra que han pasado buenos actores por ese programa!­».

Ustedes han incursionado en todos los me­dios, ¿cuál es el de su preferencia?

ML: Me gustan todos, porque en todos tienes que ser actor. En la radio parece que uno está leyendo pero hay que usar los mismos mecanismos que cuando uno está actuando en el cine, la televisión o el teatro.

AB: La radio es el medio más difícil, por eso hay actores y gente que lo discrimina porque no lo saben hacer.

¿Qué les queda por hacer como actores?

ML: Lo que me queda es seguir haciendo un cu­­­ba­no auténtico, y que la gente me siga queriendo, porque eso es fundamental. Yo hablo mucho con la gente, nunca he perdido el contacto con el pue­­blo, ni nunca he dejado de ser pueblo.

AB: Podemos seguir trabajando de acuerdo con la edad que tenemos y a los personajes que po­de­mos hacer a partir de la imagen que ahora tenemos. No creo que estemos para estar aquí sentados. Esta­mos jubilados pero no descontinuados ni re­tirados.

¿Cuán importante es el aplauso del pú­­bli­co?­

AB: Eso es lo más grande y sobre todo ese aplauso que llega sin abrir la boca. Hemos ido a lu­g­ares que con nuestra sola presencia sin decir ni un texto hay un público que nos aplaude y se pone de pie, re­­co­nociendo nuestro trabajo. Yo me considero una artista realizada, igual que él.

Más allá de ser figuras emblemáticas de la ac­­­­tua­­ción cubana, son ejemplos también a se­guir en la vida, ¿cuál es el secreto para durar tantos años?

AB: Aprender a sobrellevarse.

ML: El amor y la tolerancia.

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